martes, 16 de febrero de 2021

CRISTO JESÚS, MODELO DE DEVOCIÓN A SAN JOSÉ. (2) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.


Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

 

 

MEDITACIÓN. San Enrique de Ossó

Cristo Jesús, modelo de devoción a san José.

 

Composición de lugar. Contempla a Jesús que te dice, mostrándote a san José: “Este es mi padre muy amado; hónrale como yo le honré”.

 

Petición. Jesús mío, haz que te imite en honrar a san José.

 

Punto primero. La vida de Cristo es un modelo divino, digno de toda nuestra admiración e imitación. Y si la devoción es la expresión fervorosa del respeto, amor y gratitud, nadie como Cristo honró, amó y fue agradecido al glorioso san José. Como el eterno Padre destinó a san José para que hiciese sus veces en la tierra con su hijo Jesús, Jesús siempre lo respetó y veneró como a padre, tributándole los mismos obsequios de respeto, cariño y amor que si fuese su padre natural. El antiguo José fue tipo y figura, según León XIII, de nuestro Santo, y así como aquel vio en sueños que le adoraban el sol, la luna y las estrellas, así nuestro Santo se vio honrado de Jesús, divino Sol de justicia; de María, mística luna de la gracia, y de todos los santos, estrellas en el firmamento de la Iglesia. Sí, nadie ha cumplido con más perfección el precepto divino de honrar a los padres que el buen Jesús, que bajó del cielo para enseñar a los hombres la observancia de la divina ley. Jesús obedece, reverencia, honra y respeta a san José por espacio de treinta años. Se deja llevar donde él quiere, hace las labores que él quiere, trabaja, descansa, crece y vive bajo la tutela y la obediencia de san José. “Les estaba sujeto el Hijo de Dios a María y a José”, dice el santo Evangelio, y en esta sola expresión nos cuenta casi toda la vida del Hijo de Dios hecho hombre. Tantos millones de santos y varones esclarecidos que desde la eternidad vio el Señor, y solo escogió al glorioso Santo para ser padre adoptivo de su Hijo Jesucristo, esposo de su santísima Madre y ángel del gran consejo para llevar a cabo ordenadamente la obra de redención del mundo, entrando en el conocimiento de los secretos del Altísimo, que a ningún otro reveló antes que a san José… ¿Cómo no admirar y respetar tanta grandeza? ¿Cómo no imitar tan divinos ejemplos? ¡Oh excelso patriarca! Admitidme en el número de vuestros más devotos siervos, pues quiero honraros como a mi padre, abogado y protector.

 

Punto segundo. Jesús, modelo de devoción a san José por su amor. Ningún santo ha habido jamás ni puede haber, que haya recibido, por espacio de treinta años, pruebas más tiernas, más fervientes, más delicadas, más repetidas de amor de parte de Cristo Jesús, que el glorioso san José. Fijémonos tan solo en el título de padre que a boca llena dispensaba el buen Jesús al Santo bendito.

 

El beso, el abrazo, las caricias, son pruebas evidentes de amor. ¿Qué Santo ha sido más veces besado, abrazado y regalado por el Hijo de Dios, que el glorioso san José? Las miradas, las palabras, la conversación, comunicación y trato íntimo y continuado encienden el amor. ¿Qué santo ha logrado dicha igual que san José en estos puntos? Jesús comía con san José y dábale de comer; mirábale con amorosos y piadosos ojos, y tornábale a mirar; conversaba familiarmente con él, comunicábale y tratábale como padre y como hijo que moran en paz bajo un mismo techo ejerciendo un mismo oficio por treinta años… ¿Quién tuvo, pues más ocasiones de mostrarle su amor a san José que el buen Jesús?

 

Punto tercero. Jesús, modelo de devoción a san José por la gratitud. Si la devoción es la expresión de gratitud, ¿quién debía ser más devoto del santo patriarca que el buen Jesús? Aunque no supiésemos que es Hijo de Dios y por consiguiente, infinito en toda clase de perfecciones, y por lo mismo en la gratitud, solo recordar lo que hizo, sufrió y llevó a cabo el Santo a favor del Hijo de Dios en su infancia y adolescencia, basta y sobra para dárnoslo como acabado modelo de devoción al Santo. Belén, Nazaret, Jerusalén, Egipto… ¿Cómo pronunciar o recordar esos nombres el buen Jesús sin que su nobilísimo Corazón se deshiciese en muestras de amor y cariño a su augusto ayo, bienhechor, padre, protector, guía, tutor y salvador? Por ti soy salvo, diría muchas veces, reconocido el buen Jesús al santo patriarca. Por ti vivo, por ti puedo, como Cordero de Dios, sacrificarme en el tiempo prefijado por mi Padre celestial para consumar mi obra, la obra de la redención del género humano. Benditas manos que por mí trabajaron, benditos brazos que me sustentaron, bendita frente que por mí sudó, benditos pies que por mí se fatigaron, benditos labios que me besaron, benditos ojos que me miraron y regalaron, bendita lengua que me enseñó a hablar de Dios. ¿Quién, con verdad, puede dirigir al santo José expresiones de gratitud iguales que el Hijo de Dios? ¿Y no debes tú algún favor al Santo? ¿Cómo andas, devoto josefino, en esta virtud del agradecimiento?

 

Obsequio. Haz celebrar u oye una misa en sufragio del alma más devota de san José.

 

Jaculatoria. Bondadoso san José, esposo de María, protegednos y socorrednos, proteged a la Iglesia y al sumo pontífice.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.