lunes, 1 de febrero de 2021

NO VERÁ LA MUERTE ETERNA, PORQUE VIO LA VIDA. San Ambrosio


2 de febrero

LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

Homilía de maitines

 

Homilía de San Ambrosio, Obispo.

Libro 2 sobre los Comentarios a San Lucas, cap. 2, después del principio.

Había en Jerusalén un justo y temerosos de Dios llamado Simeón, y éste, esperaba la consolación de Israel. No solo los ángeles, los profetas y los pastores, sino también los ancianos y los justos, dan testimonio del nacimiento del Señor. Personas de diferentes edades y sexos, y acontecimientos milagrosos confirman esta verdad. Una virgen da a luz, una estéril se hace fecunda, un mudo habla, Isabel es inspirada, los Magos llegan para adorar, un niño da saltos en el seno de su madre, una viuda alaba y bendice, un justo espera.

Es muy merecedor de que llamen justo a ese anciano que antes buscaba el bien de la nación que su ventaja. Porque al tiempo que deseaba verse libre de los lazos del cuerpo, no perdió la esperanza de contemplar al Salvador prometido, calificando de dichosos los ojos que le vieran. Le tomó en sus brazos, y bendiciendo a Dios, dijo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz". Mira a este justo, para quien su cuerpo es una prisión, que anhela verse libre de él, para vivir con Jesucristo; porque verse libre de los lazos del cuerpo y vivir con Jesucristo es mucho mejor.

Pero el que así anhela partir, debe encaminarse al Templo en Jerusalén, esperar al Ungido del Señor, recibir en sus manos el Verbo de Dios, abrazarlo por las buenas obras, que son como los brazos de la fe. Entonces se irá en paz, y no verá la muerte eterna, porque vio la Vida. El nacimiento del Señor derrama la gracia abundantemente sobre toda clase de personas, pero el don de profecía es negado a los incrédulos, pero no a los justos. He ahí, pues, que Simeón profetiza que el Señor Jesucristo ha venido para la ruina y para la resurrección de muchos, a fin de discernir lo que merecen los buenos y los malos, y para otorgar, como juez justo e infalible, suplicios o premios según los actos.