viernes, 19 de febrero de 2021

LOS SANTOS, MODELOS DE LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ. (5) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.



LOS SANTOS, MODELOS DE LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ. (5)

Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

 


Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

MEDITACIÓN. San Enrique de Ossó

Los santos, modelos de la devoción a san José.

 

Composición de lugar. Contempla cómo se abren los cielos, y los santos te dicen mostrándote a san José en su excelso trono de gloria al lado de la Virgen: “Nadie ha sido tan honrado como san José. Hónrale”.

 

Petición. Alcanzadme, santos del cielo, imitaros en el amor a san José.

 

Punto primero. Todos los santos son santos porque creen, esperan, aman y adoran a Cristo Jesús. No se puede ser santo sin conformarse a la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es que todos los predestinados sean conformes a la imagen de Cristo Jesús: y ¿cómo imitar a Jesús sin conocer su vida y doctrina? ¿Cómo pensar, como observa la seráfica Doctora, en el buen Jesús, sobre todo en su nacimiento, infancia y adolescencia, sin pensar en san José, ayo, tutor, guardián y padre nutricio de Jesús? Es imposible conocer la vida de Jesucristo sin sentir a la vez en el pecho una centellica de amor y gratitud al Santo sin igual, el más honrado de Dios. “Que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que le ayudó”. (V., c. 6).

 

Orígenes, Tertuliano, san Doroteo, san Andrés Cretense, san Atanasio, san Epifanio, san Agustín, san Ambrosio, san Juan Crisóstomo, san Basilio, san Gregorio, san Jerónimo, etc., etc., al exponer los libros sagrados, no son sino otros tantos pregoneros y panegiristas de las glorias del Santo. Oigamos por todos a san Agustín, que dice estas palabras en loor del Santo: “El ministerio apostólico es bajo Jesús y por Jesús; mas el ministerio de san José es por Jesús y sobre Jesús”. ¿Puede decirse más en elogio del santo en menos palabras? ¿Y solo tú, alma mía, estarás muda en este concierto universal? Bendice, loa, ensalza y engrandece y glorifica a san José, y serás un día glorificado en el cielo con Él.

 

Punto segundo. Los santos hasta el siglo XV, modelos de devoción a san José. Se ha notado siempre, que los santos que más se esmeraron en honrar a María han sido los más entusiastas devotos de san José.

 

San Pedro Crisólogo llamara maritum conscientia Mariae a san José (Ser. 175)

 

Oigamos el melífluo Bernardo, que no puede decirse cosa más regalada en obsequio de san José. “¡Ea, pues pecador dice el Santo, si no te atreves a presentarte al Hijo de Dios, acógete a su padre san José, y descúbrele tus crímenes y miserias; y Él manifestará por ti a la Virgen, su esposa y Madre de los pobrecitos delincuentes, sus callos y sudores, y ella mostrará por ti a su Hijo sus pechos y sus lágrimas, y este descubrirá por ti a su Padre eterno, sus cardenales y heridas, y el Padre recibirá al Hijo mediando, y el Hijo escuchará a la Madre intercediendo, y la Madre atenderá a su esposo suplicando”. Por donde añade Bernardino de Bustos: “El que suspire por alcanzar cualquiera gracia del Altísimo, tome por abogado a san José ante la Virgen su bendita esposa y nuestro Señor Jesucristo, y todo lo conseguirá del Padre celestial”. San Bernardino de Siena, entusiasta panegirista del Santo dice: “De ningún modo se ha de pensar que Jesucristo en los cielos no otorgue a san José, como hijo a su padre, la familiaridad, reverencia y dignidad sublimísima que le concedió en la tierra, antes bien, debe confesarse que allí las completó y consumó”.

 

El angélico maestro santo Tomás enseña en honor del Santo: “Otros santos socorren en alguna especial necesidad, pero al santísimo José se le ha concedido por Dios en todo negocio y necesidad socorrer y defender, prosperar y amar con paternal afecto a todos los que a él piadosamente acudan. (D. 45, g. 5).

 

Medita estas graves enseñanzas, devoto josefino, y aumenta tu confianza y amor a san José.

 

Punto tercero. Todos los santos después del siglo XV, en estos últimos tiempos, se han distinguido por su devoción a san José; pero entre ellos sobresale san Pedro de Alcántara, beato Gaspar de Bono, san Francisco de Sales, san Alfonso de Ligorio, y muy especialmente santa Teresa de Jesús. A esta pléyade de santos devotísimos de san José deben agregarse los nombres de tres venerables siervos de Dios, que aunque no han sido declarados santos, merecen no obstante citarse con honor por sus escritos como modelos y propagadores los más ilustres de la devoción josefina. Estos son: el celebérrimo canciller Gerson, el venerable P. Gracián, confesor de santa Teresa de Jesús, y el primer general de la Reforma descalza, y el P. Isidoro de Isolanis o de la Isla, gloria de la esclarecida Orden de santo Domingo. Los discursos del primero y sus trabajos josefinos en el célebre Concilio de Constanza, y su preciosa Josefina, la admirable Josefina del segundo, y la incomparable Suma de los dones de san José del último, nos obligan, aunque no sean santos, a hacer especial mención de ellos, pues fueron apóstoles de la devoción al Santo los más fervientes, y sembraron o cultivaron las semillas de la devoción al santo patriarca, que hoy día tan pujante, tan floreciente está, y tan extendida por nuestra España y por todo el mundo. ¿Qué gozo en el cielo no han de reportar las almas de estos celosos propagadores de la devoción del Santo, al ver cómo ha fructificado el grano de mostaza que ellos sembraron en muchos corazones y regiones, o cultivaron con sus sudores? Y tú, devoto josefino, ¿qué haces, qué piensas hacer por propagar la devoción al Santo sin igual? Despierta de tu apatía, resuelve, y enmiéndate. Así no puedes vivir.

 

Obsequio. No pasaré día sin hablar de las excelencias y bondades de mi padre y señor san José.

 

Jaculatoria. Sednos, José, abogado en esta vida mortal.

 

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.