SEÑOR JESÚS, BUSCA A TU OVEJA EXTENUADA.
San Ambrosio
En su evangelio, el mismo Señor Jesús aseguró que el pastor deja las
noventa y nueve ovejas y va en busca de la descarriada. Es la oveja
centésima de la que se dice que se había descarriado: que la misma
perfección y plenitud del número te instruya y te informe. No sin razón
se le da la preferencia sobre las demás, pues es más valioso un
consciente retorno del mal que un casi total desconocimiento de los
mismos vicios. Pues el haber enmendado el alma enfangada en el vicio,
liberándola de las trabas de la concupiscencia, no solamente es indicio
de una virtud consumada, sino que es, además, signo eficaz de la
presencia de la divina gracia. Ahora bien, enmendar el futuro es
incumbencia de la atención humana; condonar el pretérito es competencia
del divino poder.
Una vez encontrada la oveja, el pastor la carga sobre sus hombros.
Considera atentamente el misterio: la oveja cansada halla el reposo,
pues la extenuada condición humana no puede recuperar las fuerzas sino
en el sacramento de la pasión del Señor y de la sangre de Jesucristo,
que lleva a hombros el principado; de hecho, en la cruz cargó con
nuestras enfermedades, para aniquilar en ella los pecados de todos. Con
razón se alegran los ángeles, porque el que antes erró, ya no yerra, se
ha olvidado ya de su error.
Me extravié como oveja perdida: busca a tu siervo, que no olvida tus
mandatos. Busca a tu siervo, pues la oveja descarriada ha de ser buscada
por el pastor, para que no perezca. Ahora bien: el que se extravió
puede volver al camino, puede ser reconducido al camino. Ven, pues,
Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja extenuada; ven, pastor,
guía a José como a un rebaño. Se extravió una oveja tuya mientras tú te
detenías, mientras discurrías por los montes. Deja tus noventa y nueve
ovejas y ven en busca de la descarriada. Ven, pero no con la vara, sino
con la caridad y la mansedumbre del Espíritu.
Búscame, pues yo te busco. Búscame, hállame, recíbeme, llévame. Puedes
hallar al que tú buscas; te dignas recibir al que hubieres encontrado, y
cargar sobre tus hombros al que hubieras acogido. No te es enojosa esta
piadosa carga, no te es oneroso transportar la justicia. Ven, pues,
Señor, pues si es verdad que me extravié, sin embargo no olvidé tus
mandatos; tengo mi esperanza puesta en la medicina. Ven, Señor, pues
eres el único capaz de reconducir la oveja extraviada; y a los que
dejares, no les causarás tristeza, y a tu regreso ellos mismos mostrarán
a los pecadores su alegría. Ven a traer la salvación a la tierra y
alegría al cielo.
Ven, pues, y busca a tu oveja, no ya por mediación de tus siervos o por
medio de mercenarios, sino personalmente. Recíbeme en la carne, que
decayó en Adán. Recíbeme como hijo no de Sara, sino de María, para que
sea una virgen incorrupta, pero virgen de toda mancha de pecado por la
gracia. Llévame sobre la cruz, que es salvación para los extraviados:
sólo en ella encuentran descanso los fatigados, sólo en ella tienen vida
todos los que mueren.
San Ambrosio de Milán
Comentario sobre el salmo 118 (Sermón 22, 3.27-30:PL 15, 1512.1520-1521)