miércoles, 14 de mayo de 2025

15 DE MAYO. SAN ISIDRO LABRADOR PATRÓN DE MADRID (1095-1170)

 


15 DE MAYO

SAN ISIDRO LABRADOR

PATRÓN DE MADRID (1095-1170)

MAL que le pese a Goya, a San Isidro Labrador no le viene la seriedad y dureza del aguafuerte, y sí la parvulez festiva de la miniatura; verbigracia: la existente en su arca' sepulcral, que se conserva en la madrileñísima Parroquia de San Andrés. Y la razón es sencilla: «Ningún santo menos complejo —ha escrito Sáinz de Robles— que el Labrador de los ribazos del Manzanares. Iván de Vargas, su amo, le creía lerdo. María de la Cabeza, su esposa. le comparaba con el pan de hogaza —de harina mal cernida—, todo suave, en la redondez familiar, al regusto. Nosotros le imaginamos con el sombrero haldudo, zamarra ocre, polainas de piel de oveja, tal que un pastor de villancico...».

Exacto. San Isidro es todo simplicidad; es la misma simplicidad: simple en su nacimiento —la humildad de su condición nos ha ocultado su infancia y juventud— simple en su vida de obrero campesino —tan callada, tan pobre, tan oscura, que si Dios no la hubiese nimbado de maravillas no tendríamos de ella la menor noticia— simple en sus mismos milagros, puro franciscanismo.

San Isidro es la confirmación de aquellas palabras que dijera un día Jesucristo, cuando daba gracias al Padre por haber revelado a los pequeñuelos —a los humildes, a los mansos, a los pobres de espíritu— los tesoros de la sabiduría y de la gracia. Su nimia historia podría resumirse así: «Allá en el siglo XII, mientras España forjaba con gloriosas hazañas la magna epopeya nacional y se abría a una civilización nueva..., un labrador ignoto, vecino de Madrid —la Villa recién ganada a los moros por Alfonso VI— araba mansamente las tierras de su amo».

Hoy —¡oh divina paradoja!— al cabo de ocho siglos, cuando ya nadie se acuerda de Alfonso VI, Madrid sigue vistiéndose de gala todos los años, para dedicar un recuerdo emocionado y devoto a este oscuro jornalero de los campos de Carabanchel, aclamado y ensalzado siempre como Celestial Patrono de la Villa y Corte. Los dos madrileños de más alto copete —Lope y Calderón — le ofrendan también, en sendos poemas, la lauréola de sus versos llenos de exquisiteces, húmedos de piedad y ternura.

Madrid sabe —se lo ha dicho bellamente Calderón— que

 

No tendrá glorias mayores Que cuando en las manos bellas

De angélicos labradores

Eran sus flores estrellas,

Los rayos del sol, sus flores.

Madrid, aunque tu valor

Reyes lo están aumentando,

Nunca fue mayor que cuando

Tuviste tal Labrador.

 

¿Biografías de San Isidro? Muchas y ninguna. Ya hemos apuntado la razón. Pero las numerosas páginas escritas por Juan el Diácono, Jacobo Bleda, Hurtado de Mendoza, Lucio Marineo Sículo, Alfonso de Villegas y tantos más, sin ser estrictamente biográficas, son la mejor biografía: porque forman como un «catálogo de milagros», a cuya luz se transparenta sin sombras la más extraordinaria santidad.

Los datos son pocos, pero todos coincidentes. Nace en Madrid, alrededor del año 1095. Casa en Torrelaguna con una doncella de Uceda, llamada María Torribia —Santa María de la Cabeza— Tiene un hijo —hijo del milagro y de la santidad—. Vive siempre en Madrid, sirviendo al hacendado Iván de Vargas. Ara en tierras de Carabanchel Bajo y de Getafe, en las riberas del Manzanares y del Jarama. Reza en el campo, cara a Dios, y también en la Almudena, en Atocha, en Caricaz o en San Andrés.

Antes de labrar el suelo

— ¡oh tardanza de amor llena!—

en la Virgen Almudena

labraba piadoso el cielo...

No hace nada extraordinario, pero lo hace todo de manera extraordinaria. En la oración, en la caridad y en el trabajo honrado funda su virtud. Muere en Madrid en 1170. Y, vivo o muerto, hace, eso sí, muchos, deliciosos, sorprendentes milagros:

Suben las aguas del pozo, para devolverle a su hijito Caído en el fondo.

Revive el borriquillo y mueren los lobos que le dentellaron.

Se multiplica el trigo que su piedad ofrece a los pájaros ateridos.

Permite Dios que no se agote la olla de la que socorre a los pobres.

Brota el agua del pedernal, al golpe de su aguijada milagrosa.

Iván de Vargas ve, asombrado, cómo descienden los ángeles a empuñar la esteva, mientras que Isidro oye misa en Nuestra Señora de la Almudena...

¿Quién podrá recontar siquiera todos sus milagros?

Sobre la fuente de la ermita ladera del Manzanares, la devoción popular ha colocado estos versos ingenuos: «Pues San Isidro asegura —que si con fe la bebieres— y calentura tuvieres — volverás sin calentura». Y nunca ha sido defraudado el pueblo madrileño, cuando bebió en la milagrosa fuente o sacó en procesión el cuerpo incorrupto de su Santo Patrono, para pedir el beneficio de la lluvia para los campos abrasados, a la felicidad para los matrimonios mal avenidos.

Es el día 12 de mayo de 1622. Triunfan los Austrias en España. Isidro Labrador triunfa en la apoteosis magnífica de su canonización, decretada por Gregorio XV. Con él suben a los altares Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Teresa de Jesús... Día de fiesta mayor para la Patria: ¡Corte invencible y gloriosa en la tierra! ¡Corte espléndida de Luceros en el cielo!...