domingo, 4 de mayo de 2025

05 DE MAYO. SAN PÍO V DOMINICO, PAPA (1504-1572)

 


05 DE MAYO

SAN PÍO V

DOMINICO, PAPA (1504-1572)

DOS frailes de Santo Domingo caminaban por tierras del Milanesado, un día de 1517. En los aledaños de una aldea toparon con un pastorcillo de cautivadora presencia:

— ¡Hola!, pequeño, ¿quieres decirnos qué pueblo es éste? — Bosco.

— ¿Eres de aquí?

— Sí.

— ¿Cómo te llamas?

— Miguel Ghislieri Augeria.

Los religiosos, vivamente impresionados por la actitud abierta y precoz madurez del chiquillo, inquieren, curiosos, con afán proselitista...

—Nací aquí, en Bosco, el 15 de enero de 1504. Mis padres se llaman Pablo y Dominica. Trabajan en las labores del campo. Yo pastoreo el ganado. Dicen que nuestros abuelos tenían un palacio, pero nosotros somos pobres...

— Qué, Miguel, ¿te gustaría ser fraile como nosotros?

La oferta no podía ser más halagadora para el buen pastorcillo. Pocos días después era recibido en el convento de Veghera el futuro papa Pío V, nombre unido a la Historia de España en Lepanto: ala más alta ocasión que vieron los siglos», según la conocida expresión cervantina.

Si la Iglesia no tuviera otra prueba de su divina institución, bastarían a demostrarlo las biografías de estos hombres oscuros, sin excelencias ni recomendaciones, que, como Miguel Ghislieri, han llegado al trono pontificio con el solo certificado de su virtud.

A los catorce años de edad empieza a tejer la corona de sus triunfos y a evidenciar las cualidades que serán el nervio de su vida: inteligencia viva y profunda, ingenio fácil, clara intuición, alma pura y noble y carácter entero, blando y recio a la par. Con ellas asciende rápidamente al alto puesto que le depara la Providencia.

Tras una carrera óptima y santa, fray Miguel Alejandrino —tal su nombre religioso— celebra la primera misa en su pueblo natal, al cumplir los veinticuatro años. Desde este punto, vuela en alas de sus merecimientos sobre todas las dignidades. Y decimos que vuela, porque, por encima de los reflejos de la mitra, de la púrpura o de la tiara, amará siempre la blanca y sencilla túnica dominicana: será fraile toda la vida; toda la vida austero y humilde, hasta el extremo de, no sólo barrer su habitación, sino hacer él mismo las escobas. Ejerce sucesivamente los prioratos de Vigevano, Sonzino y Alba. En 1551 es nombrado Comisario General de la Inquisición por Julio III. Cinco años más tarde, Paulo IV lo hace Obispo de Nepi y Sutri. Dicen que, a los reparos de la vigorosa humildad del Santo, respondió el Papa: «¿Queréis iros a la celda? Pues he de ataros con tan fuerte cadena que ni aun después de mi muerte podáis volver al convento». Y, al año siguiente, le concedió el capelo cardenalicio. ¿Sería aquella la cadena aludida por Paulo IV? No; las palabras de Su Santidad iban a tener mayor alcance aún del que él mismo les diera...

El 9 de diciembre de 1565 vaca la Sede Apostólica, por muerte de Pío IV. El Cónclave se reúne a principios del año 66. La solicitud de San Carlos Borromeo —alma del mismo— porque salga el hombre que la Iglesia necesita, origina la elección de nuestro Santo. Requesens la notifica a Felipe II, por el siguiente despacho: «Ha salido Papa el Cardenal Alejandrino, cosa que no se pensó, aunque, a mi juicio, lo merecía mejor que ninguno del Colegio». Y el cardenal Pacheco dice a su Majestad: «Estamos contentos de ver en esta Silla a una persona tan ejemplar cual requieren los tiempos modernos».

Sin embargo, los romanos no pensaban como nuestros ilustres representantes. Reconocían, sí, la virtud del electo, pero tenían muchas prevenciones contra él, a causa, sobre todo, de su austeridad. «No nos conviene este hombre —dicen a San Carlos los partidarios del Pontífice anterior— ya sabes que ha estado en desgracia, y podría vengarse ahora en todos nosotros». «Es demasiado rígido» —comentan unos—. «No tiene experiencia de los negocios» —añaden otros— Sus íntimos le advierten estos recelos. El Papa responde: «No me importa lo que ahora digan; sólo deseo que sientan mi muerte más que mi elevación al Pontificado». Y en confirmación de estas palabras, él mismo expone al Rey de España su plan de gobierno: luchar contra la herejía y el cisma, establecer la paz y la unidad, purificar las costumbres, reformar, en suma, la sociedad entera.

Los hechos fueron más allá que las palabras. Pío V organizó la Corte pontificia conforme a su sencillez y a las normas tridentinas; dio a la luz el Catecismo y el Breviario Romanos; publicó un Jubileo para implorar la bendición divina sobre la Cristiandad, y devolvió a Roma su antiguo carácter de Ciudad de los Santos.

En cuanto a su persona siguió siendo un duro y sencillo asceta. Fraile antes que Papa, llevaba la túnica dominicana debajo de los hábitos pontificales y dormía sobre un jergón de paja. Era hombre de acción y hombre de celda a la vez: inflexible en lo esencial. dúctil en lo accidental; con los poderosos, austero; con los humildes, pío como su nombre. Sabía ser padre de todos, pero no se le encogía el ánimo si había de excomulgar a Isabel de Inglaterra o de llevar las flotas cristianas a Lepanto...

Tal vida, tal muerte. En oblación santa rindió a Dios su espíritu el día primero de mayo de 1572, siendo, hasta Pío X, el último Pontífice canonizado.