miércoles, 1 de octubre de 2025

2. NÚMERO DE LOS ÁNGELES. MES DE OCTUBRE A LOS SANTOS ÁNGELES

DÍA SEGUNDO

NÚMERO DE LOS ÁNGELES

 

MES DE OCTUBRE

CONSAGRADO

A LOS SANTOS ÁNGELES

EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Por Alejo Romero, Presbítero

 

PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

+ Por la señal….

 

ORACIÓN PREPARATORIA

Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos caminar por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.

 

Se lee lo propio de cada día.

 

DÍA SEGUNDO

NÚMERO DE LOS ÁNGELES

 

MEDITACIÓN

PUNTO 1º. Considera, alma mía, que preguntar ¿cuántos son los Ángeles? es lo mismo que preguntar, y todavía más, cuántos son los astros esparcidos en la inmensidad del espacio, cuántos son los vivientes de todas clases que hay en nuestro globo: en la tierra, en el aire y en el mar; cuántas son las gotas del océano. La ciencia moderna, perfeccionando los instrumentos de observación, ha llegado a descubrir que más allá de la estrella más lejana que alcanza nuestra simple vista existen millones y millones de soles, los cuales sin duda serán otros tantos sistemas planetarios, semejantes al nuestro, en torno de los cuales girarán enormes globos, ¡qué multitud! ¡qué número! Por otra parte, si de las fronteras de la inmensidad descendemos a las fronteras de la pequeñez o de la nada ¡qué números tan inconmensurables no encontramos en esos mundos microscópicos! Los reinos vegetal y animal ofrecen a nuestra consideración números asombrosos; pues la ciencia ha descubierto que en un solo átomo y del más fino polvo se acumulan por millares los animalitos llamados microzoarios y para igualar en volumen a una gota de agua se necesitan millones y millones, y al pensar que todos estos vivientes existen en todas partes, en el aire, en el agua, en la tierra, en nuestro cuerpo y hasta en nuestra sangre; y que deben multiplicarse probablemente por sí mismos, tantas veces cuantos son esos millones de millones de mundos criados en el espacio; al pensar esto, la imaginación siente vértigos y la razón se anonada; pero ¿a dónde volver los ojos? Hay más; salvemos las fronteras del mundo corpóreo, escuchemos a la fe; ésta nos dice que esos números asombrosos de la materia desaparecen y se borran en presencia del número de los espíritus angélicos, cuyo ejército con todos sus incontables escuadrones remonta hasta lo infinito; si, porque más que esos millones de soles, de planetas, de vivientes, son los Ángeles.

 

PUNTO 2º. Considera, alma mía, que nuestro Señor nos habla, por boca de sus santos, ¡de ese número de Ángeles inaccesible a nuestra débil inteligencia! Así el Profeta Daniel, dice que un millar de millares que ejecutaban las órdenes de Dios y mil millones estaban en su presencia. El Apóstol San Pablo cuenta una multitud de muchedumbres de miles. San Juan refiere haber visto miríadas de miríadas, esto es, un ejército innumerable que nadie basta para poderlo contar. Mas ¿por qué ha creado Dios tantos espíritus, cuyo número excede al de los seres corpóreos? Bossuet y Santo Tomás nos dan la razón: el primero dice porque nada le cuesta a Dios multiplicar las cosas excelentes: y lo que hay de más bello, es por decirlo así lo que Él más prodiga." El segundo, con aquella profundidad que caracteriza todas sus razones, se expresa en los siguientes términos; "Porque lo que Dios intenta en la creación principalmente es la perfección del universo que se aproxima, en cuanto es posible, a su propia perfección, la cual le comunica multiplicando sobre manera las cosas más perfectas. No pudiendo comunicar a los Ángeles la inmensidad de extensión, que sólo conviene a los cuerpos, les comunica la inmensidad de número, de tal suerte que excedan incomparablemente en multitud a todas las sustancias criadas." Con mucha razón pueden aplicarse a esas muchedumbres inconmensurables de Ángeles aquellas bellísimas palabras de Job: "Grandes e incomprensibles maravillas cuyo número se ignora." No nos cansemos, pues, de dar gracias al Todopoderoso por habernos dado a conocer la existencia de esas multitudes asombrosas de Ángeles en quienes brilla con los más vivos resplandores la inmensidad infinita de Dios.

 

JACULATORIA

Dios Omnipotente, hacedme participante de las gracias y méritos de esas legiones de Ángeles que habéis creado, para que siempre alabe y bendiga tu poder.

 

PRÁCTICA

Al contemplar en las noches serenas la multitud de astros que pueblan el firmamento, pensad en la multitud de Ángeles que pueblan el cielo y suspirad por contemplar aquellas hermosuras.

Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri y se ofrecen con la siguiente:

 

 

ORACIÓN

Oh bienaventurados espíritus, que habéis salido de los tesoros de la bondad de Dios, en multitudes tan grandes que asombran y aturden nuestra flaca razón, presentad ante el trono de vuestro Rey nuestras humildes oraciones, para que sean multiplicados hasta el fin del mundo los santos de la tierra, y crezca de este modo la muchedumbre de los bienaventurados que pueblan el cielo y aumenten las armonías y dulces acordes que resuenan en las bóvedas celestes por toda la eternidad. Amen.

 

EJEMPLOS

El Arcángel San Gabriel anunció a Zacarías el nacimiento del Precursor Juan Bautista y a la Santísima Virgen la encarnación del Salvador del mundo. Escuadrones esclarecidos de la milicia celestial, rodean el pesebre donde reposó el divino Niño; y al derramarse por las llanuras de Belén entonan el himno: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. He ahí una gran nueva y un gran gozo; os ha nacido hoy un gran Salvador” y postrándose ante el Hijo del Altísimo, le forman guardia alrededor de su Majestad, le protegen contra la persecución de Herodes y contra las emboscadas de sus hermanos caídos. Cuando los Ángeles vieron a su Criador en el huerto de los olivos, anegado en la tristeza y agonía de muerte, ellos detuvieron su cabeza desfallecida y le confortaron. Un poco más tarde, cuando fue sepultado en las entrañas de la tierra el Salvador, ellos fueron los mensajeros y heraldos de su triunfo, levantaron la losa del sepulcro, celebraron su victoria sobre la muerte y dijeron a todos los que le habían amado: "El Señor verdaderamente ha resucitado: Surrexit Dominus vere.” Pero Jesús resucitado no se llevó consigo a los Ángeles al cielo; desde el Empíreo los mandó a consolar a sus Apóstoles: Un Ángel visitó a San Pedro en su prisión, rompió sus cadenas y lo puso en libertad. Un Ángel llevó a San Felipe a donde le esperaba un neófito para recibir el bautismo. Otro Ángel confortó a San Pablo en medio de una tempestad. Y otro Ángel recreó con visiones admirables al discípulo desterrado en Patmos.

 

ORACIÓN FINAL

A LA REINA DE LOS ÁNGELES

Oh, María, la más pura de las vírgenes, que, por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amen

 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Miguel, ruega por nosotros.

San Rafael, ruega por nosotros.

San Gabriel, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los ángeles y santos de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado este ejercicio en honor a los santos ángeles, compártelo con tus familiares y amigos!

*

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

2 DE OCTUBRE. LOS SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

02 DE OCTUBRE

LOS SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

ENSEÑA la Teología católica —apoyada en la Divina Escritura y en los Santos Padres— que, en la escala de las criaturas, existen entre Dios y el hombre unos seres llamados Ángeles —esto es: enviados o mensajeros—, puestos al servicio directo del Altísimo, según aquellas palabras del Salmista: «Bendecid al Señor todos sus Ángeles, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de sus mandatos». Son unos espíritus puros y bienaventurados, invisibles e inmortales, dotados de un entendimiento, de una voluntad, de un poder y de una belleza muy superiores a los de los hombres, por muy maravillosos que nos parezcan los modernos adelantos de la ciencia...

Nadie se ha atrevido a calcular el número sin número de estos espíritus celestiales. Job, atónito, se pregunta: «¿Quién podrá contar los Ángeles?» Santa Francisca Romana los ve salir de las manos del Creador «como copos de nieve en un día de tormenta», Y Daniel y San Juan —favorecidos con inefables visiones— nos hablan de «un número que no se puede contar».

Santo Tomás de Aquino divide los escuadrones angélicos en nueve Coros, cuyos oficios distribuye así el eximio teólogo español Padre Suárez: «Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la fijeza de las leyes naturales ; las Potestades refrenan el poder de los demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; los Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada uno de los hombres».

De estos últimos hace memoria la Iglesia, bajo la advocación de Los Santos Ángeles Custodios: «paraninfos de nuestras almas» —que dice San Bernardo—, «abejas vigilantes de la colmena del cielo, que liban en las flores de las almas» — como quiere San Anselmo.

Los paganos habían imaginado unas divinidades tutelares de los niños, unos genios que los iniciaban en los misterios de la vida. «Para los cristianos —les dice Tertuliano allá en el siglo III— esos genios son los Ángeles buenos». Y añade Orígenes: «Sí, cada uno de nosotros tenemos un Ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras...».

La doctrina no era nueva. Cuando San Pablo escribía que dos Ángeles tienen por misión servir a los futuros moradores de la gloria, los hombres», pensaba, indudablemente, en aquellas palabras de Cristo: «Mirad que no tengáis en poco a ninguno de estos pequeñitos, porque os aseguro que sus Ángeles ven siempre la cara de mi Padre que está en los cielos». O en las otras del Éxodo: «Mira que yo enviaré mi Ángel, quc vaya delante de ti y te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado». O en las del Salmo: «En palmas te llevarán para que tu pie no tropiece en alguna piedra».

La Sagrada Escritura está llena de ejemplos de asistencia angélica. Un ángel avisa a Lot del peligro que corre en Sodoma. Un ángel conforta a Agar y le anuncia que su hijo «será cabeza de un gran pueblo». Un ángel socorre y alienta al profeta Elías en el desierto de Arabia. Un ángel libra a San Pedro de las manos de Herodes, Un ángel ampara la castidad de Inés... ¿Cuándo acabaríamos de citar ejemplos, si ni siquiera cabrían aquí los nombres' de aquellos Santos que, como Santa Francisca Romana, San Francisco de Sales, Santa Micaela del Santísimo Sacramento, Santa Rosa de Lima, Santa Gema Galgani o el Padre Hoyos, disfrutaron de la presencia visible de su Ángel Custodio? «¡Bendito sea Dios —exclama el profeta Daniel—, que ha enviado a su Ángel y librado a sus siervos que han creído en él!».

Sí. Resulta verdaderamente confortador para el alma el saber que no está sola en el duro peregrinar por este valle de lágrimas; que hay un Ángel de luz a nuestro lado, que, a las asechanzas del demonio, opone la claridad de sus buenas inspiraciones, la fuerza de sus impulsos, la fe en Dios y el amor a lo eterno; un Ángel que —como dice San Agustín— «nos ama como a hermanos y está con una santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes». Nuestra vida es una cadena de beneficios suyos. El solo pensamiento de que llevamos siempre esta «escolta», esta «guardia personal», debiera infundirnos confianza en nosotros mismos y llenarnos de santo orgullo. Lo decía San Jerónimo: «Nada contribuye tanto a formar un elevado concepto de la dignidad de las almas como lo que Dios hace por ellas, y, singularmente, el destinar a cada una un Ángel desde el mismo día de su nacimiento»...

¡Gran honor, es verdad!; pero que exige correspondencia. «Padre, ¿qué le daremos?» —pregunta Tobías, refiriéndose al ángel San Rafael—. En el Éxodo está la respuesta: «Respétale y escucha su voz; no oses despreciarle, porque, si pecares, no te lo pasará, y en él se halla mi nombre. Mas, si oyeres su voz y ejecutares cuanto te ordeno, seré enemigo de tus enemigos y perseguiré a los que te persiguen: y mi Ángel irá delante de ti». San Bernardo pide para el Ángel Custodio: respeto, confianza y gratitud. Y el Himno de Vísperas de la Misa de hoy, un canto de alabanza: Custodes hóminum psállimus Ángelos...

¡Magnífico programa!

 

MES DE OCTUBRE CONSGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES

MES DE OCTUBRE CONSGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOLEDO (ESPAÑA)

DEVOCIÓN A LOS SANTOS ÁNGELES

 


DEVOCIÓN A LOS SANTOS ÁNGELES


·      La Iglesia, en su profesión de fe, proclama que Dios es el creador de todas las cosas visibles e invisibles: de todos los seres espirituales y materiales, esto es, de los ángeles y del mundo visible y, en particular, del hombre.

·      Los Ángeles son criaturas inteligentes y puramente espirituales, creadas por Dios para que le honren y le sirvan y para hacerlos eternamente bienaventurados.

·      Los Ángeles no tienen forma ni figura alguna sensible, porque son puros espíritus, pero se representan de formas sensibles: 1º, para ayudar a nuestra imaginación; 2º, porque así han aparecido muchas veces a los hombres, como leemos en las Santas Escrituras.

·      Uno de los ángeles, el más bello, Luzbel al conocer el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, se rebeló contra Dios, movido por la soberbia, y con él otros muchos: pretendieron ser iguales a Él e independientes, y por este pecado fueron desterrados para siempre del paraíso y condenados al infierno. Los demonios -ángeles rebeldes- tientan a los hombres para sumarlos a su rebelión y terminen como ellos condenados en el infierno.  Dios permite la acción de los demonios en las tentaciones para que, venciéndolas con su gracia, ejercitemos las virtudes y adquiramos merecimientos para el cielo.

·      Los Ángeles que permanecieron fieles a Dios fueron confirmados en gracia, gozan para siempre de la vista de Dios, le aman, le bendicen y le alaban eternamente. Dios se sirve de los Ángeles como de ministros suyos, y en especial a muchos de ellos hace custodios y protectores nuestros.

·      Dios concede a cada hombre un Ángel llamado Ángel de la Guarda o Ángel custodio. Hemos de tener particular devoción a nuestro Ángel, honrarle, implorar su socorro, seguir sus inspiraciones y ser agradecidos a su continua asistencia.

·      Los Ángeles de la Guarda nos purifican, nos iluminan y perfeccionan, nos libran de los peligros de alma y cuerpo, ofrecen a Dios nuestras buenas obras, bajan del cielo a la tierra, llenos de bendiciones y gracias que derraman en nuestras almas, excusan nuestras faltas delante de Dios, nos asisten en una palabra de día y de noche prodigándonos toda clase de atenciones y cuidados.

·      La Iglesia honra con fiesta litúrgica a los arcángeles San Miguel, príncipe de la milicia celestial, cuyo nombre significa “¿Quién como Dios?”, San Gabriel, mensajero del misterio de la Encarnación a la Virgen, cuyo nombre significa “Fortaleza de Dios” y San Rafael, enviado a Tobías, cuyo nombre significa “Medicina de Dios”.  Además, honra con fiesta propia a los Ángeles Custodios; cuya misión no es solo para cada hombre sino también la misión de custodiar a naciones, pueblos y ciudades que tiene su propio ángel.

 

PRÁCTICAS

1.    Procurar tener trato familiar con tu ángel, mirándole muy a menudo como presente a todas tus acciones. Hazle continuas súplicas, alábale con frecuencia, y válete de su auxilio y socorro en todas tus necesidades. (San Francisco de Sales).

2.    Tres modos tienes de honrar a tu santo ángel: con la reverencia por su presencia, con el amor por sus servicios, y con la confianza por su asistencia continua. (San Bernardo).

3.    Ama y reverencia de un modo especial al ángel de tu reino, de la diócesis y pueblo en que vives, de las personas con quienes tratas.

4.    Al viajar o subir al tren, coche, etc., saluda a los ángeles de las personas con quienes vas; y saluda asimismo a los ángeles de los pueblos que vieres, para que te guarden de todo mal.

5.    Di muchas veces: “Ángel mío, guárdame; del maligno enemigo, defiéndeme; en vida y muerte, protégeme; de resistir a tus inspiraciones, líbrame…”

6.    Repite la siguiente oración.

“Ángel de Dios, fiel custodio mío, a cuyos cuidados he sido confiado por la suprema piedad; a mí que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén.