domingo, 3 de agosto de 2025

OCTAVO DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTES. Dom Gueranger

 


OCTAVO DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTES

Dom Gueranger

 

"Nosotros, hijos de Dios, somos los depositarios de toda su misericordia, y con justicia podemos llamarlo Padre Nuestro. Dios nos ha dado la vida, y nosotros sólo debemos hacer su santa voluntad."

 

EL OFICIO.- Este Domingo era llamado en la Edad Media, el sexto y último Domingo después del natalicio de los Apóstoles, o fiesta de San Pedro, en los años en que la Pascua alcanzaba su último límite en Abril. Por el contrario, cuando la Pascua seguía inmediatamente al equinoccio de primavera, era el primero de la serie dominical llamada de ese modo.

Hemos visto que por razón de este mismo movimiento tan variable, transmitido a toda la última parte del ciclo litúrgico por la fecha de la Pascua, esta semana podía ser ya la segunda de la lectura de los libros Sapienciales, aunque con más frecuencia se deba continuar aún en ella la de los libros de los Reyes. En este último caso, lo que hoy llama la atención de la Santa Iglesia, es el antiguo templo levantado por Salomón para gloria de Dios; y. entonces los cantos de la Misa, como veremos, están en perfecta armonía con las lecturas del Oficio de la noche

 

MISA

El Introito recuerda la gloria del antiguo templo y del monte santo. Pero mayor aún es la majestad de la Iglesia que, en este momento, lleva el Nombre y la alabanza del Altísimo hasta los confines de la tierra, mucho mejor de lo que lo había hecho aquel templo que era su figura.

 

INTROITO

Hemos recibido, oh Dios tu misericordia en medio de tu templo: como tu nombre, oh Dios, así tu alabanza llega hasta el fin de la tierra, tu diestra está llena de justicia. — Salmo: Grande es el Señor, y muy laudable: en la ciudad de nuestro Dios, en su santo monte. V. Gloria al Padre.

 

De nosotros mismos somos incapaces, no sólo de toda obra buena, sino que ni siquiera se puede producir en nosotros un solo pensamiento del bien sobrenatural sin ayuda de la gracia. Pues bien, el medio más seguro para obtener una ayuda tan necesaria, es reconocer humildemente ante Dios, la necesidad absoluta que tenemos de Él, como lo hace la Iglesia en la Colecta.

 

COLECTA

Suplicámoste, Señor, nos concedas propicio el espíritu de pensar y hacer siempre lo que es recto: para que, los que no podemos existir sin ti, podamos vivir conforme a ti. Por nuestro Señor

 

EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Romanos. (VIII, 12-17).

Hermanos: No somos deudores de la carne, para que vivamos según la carne. Porque, si viviereis según la carne, moriréis: mas, si mortificareis con el espíritu las obras de la carne, viviréis. Porque, todos los que son movidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre, para que viváis todavía en el temor, sino que recibisteis el espíritu de adopción de hijos, con el cual clamamos: ¡Abba! ¡Padre! Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, somos también herederos: herederos ciertamente de Dios, y coherederos de Cristo.

 

PROGRAMA DE VIDA SOBRENATURAL.- “Si el Espíritu de Dios es el lazo de unión con nuestro Señor Jesucristo, si es el alma de nuestra vida, el hálito y el inspirador de todas nuestras obras, de él proviene todo impulso. A despecho de esta parte de concupiscencia que el bautismo ha dejado en mis miembros para obligarme a combatir, no tengo ya más que ver con la carne y con la vida de antes. ¡No quiera Dios que vuelva hacia atrás y que, engañado por el egoísmo, me sustraiga al Espíritu de Dios para pertenecer de nuevo a las obras de muerte! No. Después de haber entrado en la intimidad de Dios, sería insensato volverme de espaldas a la Ternura, a la Belleza, a la Pureza; y, ¿por quién y por qué? En adelante, la carne nada tendrá que reclamar de mí. Viene demasiado tarde. Con el fin de vivir eternamente, reduciré de día en día y domeñaré hasta su completa eliminación, si es posible, todo lo que en mí se levanta contra la vida de Dios: Aquéllos, dice el Apóstol en una fórmula incomparable, aquéllos son verdaderos hijos de Dios; que se dejan conducir por el Espíritu de Dios. Toda la vida sobrenatural que ha comenzado por la fe y el bautismo, se reduce a la docilidad, a la flexibilidad y al abandono a las influencias del Espíritu de Dios”[1].

 

El Gradual parece expresar los sentimientos de los cristianos judíos, obligados a abandonar sus ciudades, y que piden a Dios que sea en adelante El mismo su protector y el lugar de su refugio. El Verso canta de nuevo la antigua grandeza del Señor en Jerusalén y en el monte en que estuvo su templo.

 

GRADUAL

Sé para mí un Dios protector, y un lugar de refugio, para que me salves. V/.  Oh Dios, en ti he esperado: Señor, no sea yo confundido eternamente.

ALELUYA

Aleluya, aleluya. V. Grande es el Señor, y muy laudable, en la ciudad de nuestro Dios, en su santo monte. Aleluya.

 

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Lucas. (XVI, 1-9).

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Había un hombre rico, que tenía un mayordomo: y éste fue acusado ante aquél de que disipaba sus bienes. Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti? Da razón de tu administración; porque ya no podrás administrar más. Dijo entonces para sí el mayordomo: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la administración. Cavar no puedo, de pedir me avergüenzo. Ya sé lo que he de hacer, para que, cuando sea privado de la administración encuentre quienes me reciban en sus casas. Llamando, pues, a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Y él respondió: Cien barriles de aceite. Díjole: Toma tu recibo, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él dijo: Cien cargas de trigo. Díjole: Toma tu escritura, y pon ochenta. Y alabó el amo al mayordomo de iniquidad, porque había obrado prudentemente, porque los hijos de este mundo son más prudentes en sus negocios que los hijos de la luz. Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de iniquidad, para que, cuando muráis, os reciban en las eternas moradas.

 

PARA ADQUIRIR LAS VERDADERAS RIQUEZAS.- “Las diversas expresiones de la parábola que se nos ha propuesto, son fáciles de entender y encierran una doctrina profunda. El Señor quiere enseñarnos el uso que debemos hacer de las riquezas de este mundo. Cuenta lo que sucedió a un mayordomo poco escrupuloso, y luego, en los versículos 8 y 9 del Capítulo XVI de San Lucas nos da la aplicación moral: "Sucede que los hijos de este siglo —dice— son más hábiles en sus relaciones con los de su generación y con las gentes y en los negocios de este mundo, que los hijos de la luz." ¡Qué floreciente estaría, en efecto, el Reino de Dios, si los buenos fuesen tan prudentes en sus negocios espirituales y en las cosas de la vida futura, como los mundanos en sus intereses perecederos! Si el amo de casa, aunque lesionado en sus intereses, alabó la sagacidad de su mayordomo ¿cómo no va a aplaudir Dios, que no puede perder nada, la prudencia sobrenatural de los suyos? En estos bienes terrenos de que acaba de hablar, tienen especialmente el material de una industria para la eternidad. A los que debéis estar bien enterados, a los que sois hijos, no de este mundo tenebroso, sino de la luz, mirad lo que os digo, prosigue el Señor: imitad en una cosa al mayordomo infiel. Con esos tesoros injustos, con esa riqueza con que el intendente y tantos otros como él, pisotean la equidad, vosotros podéis granjearos amigos; cuando la riqueza material se os quite con la vida, os acogerán, no en sus moradas terrenas, sino en los eternos tabernáculos. La oración del pobre, en efecto, pone en movimiento la mano del que gobierna el mundo”[2].

 

APLICACIÓN A LOS JUDÍOS.- Tal es el sentido obvio y directo de la parábola que se nos ha propuesto. Pero, si queremos comprender completamente la intención por la que eligió la Iglesia hoy este trozo del Evangelio, nos es necesario acudir a San Jerónimo, que se hace intérprete oficial de ella en la Homilía del Oficio de la Noche. Sigamos con él la lectura evangélica: El que es fiel en las cosas pequeñas, continúa el texto sagrado, lo es también en las grandes, y el que es injusto en las cosas pequeñas, también lo será en las grandes; pues si no habéis sido fieles en las riquezas inicuas y engañosas, ¿quién os confiará los bienes verdaderos?[3] Jesús hablaba de este modo —nota San Jerónimo— ante los escribas y los fariseos, que lo tomaron a chanza, viendo claramente que la parábola iba contra ellos. El infiel en las cosas pequeñas, es en efecto, el Judío celoso, que en el dominio restringido de la vida presente, niega a sus hermanos el uso de los bienes creados para todos. Pues, si en las gestiones de estas riquezas frágiles y pasajeras, dice a esos escribas avaros, sois convictos de malversación, ¿quién os va confiar las verdaderas, las eternas riquezas de la palabra divina y de enseñar a las naciones? Pregunta terrible que el Señor deja hoy suspensa sobre la cabeza de los infieles depositarios de la ley de los símbolos. Pero ¡qué horrible será la respuesta dentro de poco!

 

Entretanto, la humilde grey de los elegidos de Judá, dejando a estos empedernidos en la venganza a que los precipita su demencia orgullosa, prosigue su camino con la segura confianza de que guarda en su seno las promesas de Sión. La Antífona del Ofertorio canta su fe y su esperanza.

 

OFERTORIO

Salvarás, Señor, al pueblo humilde, y humillarás los ojos de los soberbios: porque, ¿qué Dios hay fuera de ti, Señor?

 

De Dios mismo es de quien hemos recibido los dones que El mismo, en su bondad, se digna aceptar de nuestras manos; como dice la Secreta, los Misterios sagrados que transforman la oblación, no nos obtienen menos, por su gracia, que la santificación de la vida presente y los goces de la eternidad.

 

SECRETA

Suplicámoste, Señor, aceptes los dones que te ofrecemos de tu largueza: para que estos sacrosantos Misterios, mediante la virtud de tu gracia, nos santifiquen en la presente vida y nos lleven a los sempiternos gozos. Por nuestro Señor.

 

La esperanza que el hombre pone en Dios no puede ser engañada; tiene como prenda la suavidad del banquete divino.

 

COMUNIÓN

Gustad y ved cuán suave es el Señor: feliz el varón que espera en él.

 

El alimento celestial tiene la virtud de renovar nuestras almas, y nuestros cuerpos; tratemos de experimentar sus efectos divinos en toda su plenitud.

 

POSCOMUNIÓN

Sírvanos, Señor, este celestial Misterio de reparación del alma y del cuerpo: para que sintamos el efecto de aquello cuyo culto hemos celebrado. Por nuestro Señor.

 

Fuente: GUERANGER, Dom Prospero. El Año Litúrgico. Burgos, España. (1954) Editorial Aldecoa.


[1] Dom Delatte, Epitres de Saint Paul, I, 668.

[2] Dom Delatte: Evangelio de N.S.J.C. II, 74.

[3] San Lucas XVI, 10-11.

EL ADMINISTRADOR PRUDENTE. Fray Justo Pérez de Urbel

 


OCTAVO DOMINGO DE PENTECOSTES

El administrador prudente

Fray Justo Pérez de Urbel

 

Un rico propietario, un hábil administrador, dilapidaciones, deudas fabulosas, ingeniosos recursos, el aceite por miles de litros, el trigo por miles de fanegas...; aquellos judíos de mirada codiciosa, apuntando siempre hacia un negocio nuevo, debían de escuchar con mal disimulado placer el relato cargado de indulgente ironía. Tal vez se guiñaban el ojo o plegaban los labios en una sonrisa maliciosa, o dejaban caer en el oído del vecino el nombre de algún comerciante acaudalado, de algún Silok industrioso, que entre las tormentas de los negocios había sabido capear el temporal.

Era en Jerusalén, el ultimo año de la vida de Cristo, después de la fiesta de la Dedicación. Los publicanos se apiñaban en torno del Nazareno; y, unos a distancia y otros delante de él, con una actitud de hipócrita reverencia, los fariseos le vigilaban y espiaban. En el corazón llevaban ya dos heridas: una causada por la parábola del buen pastor y otra por la del hijo pródigo. Decididamente, la doctrina de Jesús era poco favorable para ellos, los puros, los escrupulosos guardadores y asiduos investigadores de las sutilezas legales. El buen pastor había ido en busca de una oveja, tal vez roñosa, que se había ausentado del rebaño; el padre de familia había mostrado predilección injusta (injusta, a su parecer) por el hijo calavera, convertido en una piltrafa por el vicio y la miseria. El pescador del Lago, el oficial del telonio, hasta la meretriz, recibían en aquel nuevo reino predicado por el profeta de Nazareth mejor trato que ellos, los celadores inmaculados del mosaísmo.

Así hablaban en el grupo de los descontentos, cuando Jesús se dispone a decir una nueva parábola. Otro enigma, otra revelación, otra enseñanza profunda: Un hombre rico tenía un administrador, a quien se acusó de haber dilapidado los bienes de su amo." Esto va por nosotros, debieron decirse los sanedritas opulentos, 'de afiladas manos y barba torrencial, en cuanto oyeron hablar de posesiones y administraciones. Mas ahora Jesús no ataca: enseña, o, si se quiere, ataca a la riqueza mal administrada, y enseña la manera sabia de hacerla servir en provecho del que la tiene, proponiendo imitar la conducta de aquel administrador que tan ingeniosamente supo burlar la vigilancia de su dueño para anudar amistades a su costa. Nada más judío; pero es probable que los enemigos de Cristo se aprovecharan de este discurso para lanzar una nueva acusación. "Este hombre -debieron de decirse- quiere desposeernos de nuestras riquezas. Podríamos tolerar que saque a la vergüenza publica nuestra vida, pero que nos quite las dracmas, que ponga en peligro nuestra hacienda, eso ya no tiene nombre. Y eso es lo que pretende al alabar la conducta del ecónomo infiel."

Seguramente muchos de los que escuchaban se quedaron sin entender la parábola. Otros debieron de entenderla al revés. Mas tarde, los escritores eclesiásticos la interpretaron de diversas maneras. Se ha dicho que esta página del Evangelio es la cruz de los exegetas, y así debe de ser a juzgar por la variedad de los comentarios, a cuál más peregrinos e incoherentes. Se han asustado de ese panegírico que el Señor parece dedicar a un administrador excesivamente prudente. Es algo extraño ver a Jesús, aprobando la mentira y la iniquidad; tan extraño, que se ha podido pensar en suprimir esta página del relato de San Lucas. No obstante, la dificultad es más ligera de lo que parece. El propietario, dice Nuestro Señor, alabó la conducta previsora de su administrador; pero el elogio no se refiere a la moralidad de la acción, sino al ingenio a la habilidad, a la perspicacia y maestría con que fue realizada. Detestamos la felonía de Sinón imaginando el artefacto en que se escondería la ruina de Troya, pero no podemos menos de admirar su industriosa iniciativa. Del mismo modo, este administrador evangélico, aunque siervo de iniquidad, como le llamaba el mismo Cristo, es digno de nuestra admiración como artista de la prudencia mundana.

Los hijos de la luz tienen algo que imitar en este hijo de las tinieblas. Los ricos, sobre todo, deben saber que también ellos son administradores de un rico propietario que es dueño universal de cuanto existe. Es Dios quien les ha dado su riqueza para que la hagan servir a su propia felicidad y a la de sus semejantes. Ecónomos de Dios, están obligados a mejorar este mundo de Dios, tan trastornado por las locuras de los hombres, con su esfuerzo, con su bondad y con su dinero. Son malversadores si por avaricia, por prodigalidad o por haraganería no organizan trabajo, no dan limosna, no contribuyen en la medida de sus fuerzas al bienestar que pueden exigir de ellos sus semejantes, si no por un título de justicia, al menos por una obligación indeclinable de caridad. Si administran sabiamente la hacienda divina, si se esfuerzan por convertirla en sanas alegrías, si logran disminuir de alguna manera la trágica inquietud de los hombres, sus hermanos, entonces los miserables a quienes hubieren consolado, ayudado, arrancado de la miseria y liberado de las negras insinuaciones de la desesperación, les recibirán a la puerta del Cielo, les harán cortejo cuando tomaren posesión del reino merecido por su generosidad, y eternamente bendecirán a su bienhechor. La limosna, en este mundo, es una letra de cambio contra Dios; y Dios se encargara de pagar fidelísimamente en la vida futura. "El bien que hiciereis a cualquiera de mis servidores -dijo Él mismo-, me lo hacéis a Mí." El que alivia al pobre, presta al Eterno; presta con una usura infinita, la única buena y laudable. Y no debemos olvidar que la limosna que más ennoblece al hombre, al que da y al que recibe, es la limosna del trabajo justamente remunerado.