Pongámonos
en la presencia de Dios y adoremos su Divina Majestad.
Oh Dios mío, que condenándonos a la muerte, nos
habéis ocultado el momento y la hora, haced que viviendo santamente todos los
días de nuestra vida, merezcamos una muerte dichosa, abrasados en vuestro
divino amor.
Haced que la meditación de las verdades últimas de
la existencia del hombre sobre la tierra, nos sirvan de estímulo para
arrepentirnos y detestar el pecado, y resolvernos a vivir y practicar la
virtud.
Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que
vive y reina con Vos, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.
Se leen los puntos para
cada día.
DÍA PRIMERO.
Importancia
de la salvación
1.- Mi salvación es un negocio todo mío:
Si yo no pienso en él, ¿quién pensará por mí?
2.- De tal suerte es negocio mío, que en
él se interesa cuanto soy, mi alma, y mi cuerpo: Si yo no le aseguro, ¿quién le
asegurará por mí?
3.- Es negocio mío, de que pende toda mi
eternidad: Si yo no le efectuó ¿quién lo efectuará por mí? ¿Pues qué hago? ¿Por
qué no me aplico todo a salvar mi alma? No tengo cosa que mas deba amar, que
esta alma sola no tengo cosa más preciosa, que esta alma inmortal: si una vez
la pierdo, todo lo he perdido para siempre.
FRUTO.
Ofreced a la
Santísima Trinidad por manos de la Purísima Virgen, del Ángel Custodio, y del
Santo de aquel día todas vuestras acciones, para que se dirijan a la mayor
gloria de Dios, y salvación del alma. Tres
Gloria Patri.
PARA FINALIZAR
Por el eterno descanso de los difuntos y las
benditas almas del purgatorio:
Pater
noster…
V/
. Libra, Señor, sus almas.
R/.
De las penas del infierno.
V/.
Descansen en paz.
R/.
Amén.
V/.
Señor, escucha mi oración.
R/.
Y llegue a ti mi clamor.
V/
. El Señor esté con vosotros.
R/.
Y con tu espíritu.
Oremos:
Oh
Dios, que otorgas el perdón y buscas la salvación de los hombres, pedimos a tu
clemencia por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de todos tus
santos, para las almas de tus siervos que han salido de este mundo, la gracia
de tener parte en la beatitud eterna:
principalmente para las almas de mis familiares, amigos y bienhechores
difuntos, y de aquellas más necesitadas y olvidadas. Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
V/.
Concédeles, Señor, el descanso eterno.
R/.
Y brille sobre ellos la luz eterna.
V/.
Descansen en paz.
R/.
Amén.
V/.
Por la misericordia de Dios y la intercesión de la Virgen María las almas de
todos los fieles difuntos descansen en paz.
Por la señal de
la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío
amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo
lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más
ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos
ojos.
Te adoro con la más profunda humildad y
reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de
todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer
con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre
eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para
conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.
VIERNES DE LA VIGESIMOTERCERA SEMANA
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA.
1.- Llegábansele los publicanos y
pecadores para oírle. Y murmuraban los fariseos diciendo: Que recibe a los
pecadores, y come con ellos (1). ¡Qué opuesto es al fausto de los
fariseos el espíritu de Cristo! Ellos desprecian con soberbia, y echan de sí a
los pecadores; Jesucristo los alienta a que vengan a Él, y con suavidad los
recibe. ¿Cuál de estos dos espíritus te domina? Murmuran porque recibe a los
pecadores. ¡Qué miserables seríamos sino hiciera esto! Si a ti no te recibiera,
¡en qué abismo estarías sumergido!
2.- Y les dirige esta parábola (2), con que explica
su fin y su instituto, y da la causa porque recibe a los pecadores. Un cierto
hombre (es el mismo Cristo) de cien ovejas, o de todas las criaturas
racionales, así en el cielo como en la tierra, perdió una., es a saber, al
hombre, y a ti por el pecado. Dejó las noventa y nueve, es a saber, los
ángeles; y fue a aquella que había perdido; quiero decir a ti. Buscóte, ¡con
qué angustias! ¡con que dolores! ¡por qué tormentos! ¡qué trabajosos caminos
anduvo desde el pesebre hasta la cruz! Hallóte, tomóte sobre sus hombres, y te
llevó al redil en que ahora vives. Repara cuán torpemente te has descarriado;
como siguiendo una yerbecilla de deleite, diste en horrendos precipicios.
Conoce la benignidad de tu Jesús, el amor con que te buscó, y hallándote, te
puso en este redil. No suceda ya que en adelante te vayas perdido de él.
3.- Y volviendo a casa, convoca los
amigos y vecinos, diciendo: Dadme los plácemes, porque hallé la oveja que había
perdido (3).
¡Oh bondad de mi Jesús! Yo debía convocar a todas las criaturas para que me
diesen los parabienes de haber sido hallado, y recibido la vida. Pero Él se da
a si los plácemes, como si hubiera logrado algún bien, por haberme hallado a
mí. ¡Ah! Si tanto gozo recibe Dios por hallarte, no quieras ya más huírle;
antes bien te le debes entregar de nuevo.
(1) Luc., 15. (2) Ibid.
(3) Luc., 15.
ORACIÓN PARA
FINALIZAR
TODOS LOS DÍAS:
Os
doy gracias, Dios mío, por los buenos pensamientos, afectos y propósitos que me
habéis inspirado en este rato de oración…
Todo
os lo ofrezco a vuestra mayor honra y gloria… y os pido gracia eficaz para
ponerlos por obra…
¡Oh
Padre Eterno! Por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús dadme gracia
ahora y siempre para cumplir en todas las cosas vuestra santísima voluntad.
Amen."
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria
***
Sagrado
Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado
Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos
Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los
santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido
hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y
amigos!
Por la fe conquistaron reinos, ejercitaron
la justicia,
obtuvieron el efecto de las promesas. (Hebreos, 11, 33).
Al comienzo
del siglo VII, el santo Papa Bonifacio IV fue autorizado, por el emperador
Focas, a cambiar el Panteón, erigido en honor de los falsos dioses a quienes
los paganos festejaban juntamente, en iglesia que dedicó a la Santísima Virgen
y a todos los mártires. Esta ceremonia tuvo lugar el 13 de mayo, y su aniversario
llegó a ser fiesta fija anual, que el Papa Gregorio IV transfirió al 1º de
noviembre y extendió a todo el imperio, el año 835, durante el reinado de Luis
el Bueno, convirtiéndola en fiesta de todos los santos.
MEDITACIÓN LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
I. La vida
de los santos ha estado llena de miserias: han sido perseguidos y atormentados
por los enemigos de Jesucristo; Dios les ha enviado aflicciones para probarlos
y purificarlos; en fin, ellos mismos se rehusaron a los placeres más inocentes
y ejercieron sobre sus cuerpos grandísimas austeridades. ¿Quieres ir tú a donde
están ellos? He ahí el camino, sigue sus huellas; estos grandes hombres tenían
un cuerpo como el tuyo, pero más valor que tú. No han sido de
naturaleza superior a la nuestra, sino de mayor vigilancia; no estuvieron
exentos de pecados, pero hicieron penitencia. (San Ambrosio).
II. Los
santos a pesar de sus pruebas, siempre han estado alegres y contentos en esta
vida, porque los consuelos que Dios derramaba en sus almas les quitaban todo
sentimiento de los dolores del cuerpo. Míralos en el patíbulo y en los yermos:
aquí, derraman lágrimas de consuelo, allí, están llenos de gozo en medio de las
torturas. Dios es tan generoso que no quiere esperar la otra vida para
recompensarlos, hasta lo hace en este mundo.
III. Si
fueron consolados en esta vida, que era el lugar de exilio, de sus combates y
sufrimientos, ¡de qué gozo no serán colmados en el cielo, su patria y lugar de
su triunfo! Allí poseen todos los bienes que su corazón puede desear, porque
poseen a Dios; no son afligidos por incomodidad alguna. Escucha lo que te
dicen: "Para llegar al cielo no pienses encontrar un camino más cómodo que
el que recorrimos nosotros en pos de Jesucristo. No busques aquí abajo
lo que ningún santo ha podido encontrar, lo que Cristo mismo no ha
encontrado".
La imitación de los santos Orad por la Iglesia.
ORACIÓN
Omnipotente
y eterno Dios, que nos concedéis que honremos en una misma solemnidad los
méritos de todos vuestros santos, haced que, asistidos por tan numerosos
intercesores, obtengamos cada vez más, según nuestros deseos, la multitud de
vuestras gracias. Por J. C. N. S. Amén.
+Por la señal de
la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Madre y
clementísima Virgen del Rosario! Vos que plantasteis en la Iglesia, por medio
de vuestro privilegiado hijo Domingo, el místico árbol del Santo Rosario, haced
que abracemos todos tu santa devoción y gocemos su verdadero espíritu; de
suerte que aquellas místicas rosas sean en nuestros labios y corazón, por los
pecadores medicina, y por los justos aumento de gracia.
Amén.
DÍA 31.
DE CÓMO SE HA DE RECITAR EL SANTO
ROSARIO
DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “IL
RELIGIOSO CONVEGNO” de S.S. Juan XXIII
Palabras y
contenido
Es verdad que, para algunas almas no educadas a
elevarse por encima del homenaje puramente oral, el rosario puede ser recitado
como una monótona sucesión de las tres oraciones: el Pater noster, el Ave Maria
y el Gloria, dispuestas en el orden tradicional de quince decenas. Esto, sin
duda, ya es algo. Pero -debemos también repetirlo- es tan sólo preparación o
resonancia exterior de una plegaria confiada, mas no vibrante elevación del
espíritu en coloquio con el Señor, buscado en la sublimidad y dulzura de sus
misterios de amor misericordioso por la humanidad toda entera.
La verdadera substancia del rosario bien meditado está
constituida por un triple elemento, que da a la expresión vocal unidad y
reflexión, descubriendo en vivaz sucesión los episodios que asocian la vida de
Jesús y de María, con referencia a las varias condiciones de las almas orantes
y a las aspiraciones de la Iglesia universal.
Para cada decena de avemarías he aquí un cuadro, y
para cada cuatro un triple acento, que es al mismo tiempo: contemplación
mística, reflexión íntima e intención piadosa.
Contemplación
mística
Ante todo, contemplación pura, luminosa, rápida, de
cada misterio, es decir, de aquellas verdades de la fe que nos hablan de la
misión redentora de Jesús. Contemplando, nos encontramos en una comunicación
íntima de pensamiento y de sentimiento con la doctrina y con la vida de Jesús,
Hijo de Dios e Hijo de María, venido a la tierra para redimir, instruir y
santificar: -en el silencio de la vida oculta, hecha de plegaria y de trabajo;
-en los dolores de su santa Pasión; -en el triunfo de la resurrección, como en
la gloria de los cielos donde está sentado a la diestra del Padre, asistiendo y
vivificando siempre con el Espíritu Santo la Iglesia fundada por Él, que va
siguiendo su camino a través de los siglos.
Reflexión
íntima
El segundo elemento es la reflexión, que desde la
plenitud de los misterios de Cristo se difunde con viva luz sobre el espíritu
del orante. Cada uno advierte, misterio por misterio, la oportuna y buena
enseñanza para sí, en orden a la propia santificación y a las condiciones en
que vive; y bajo la continua iluminación del Espíritu Santo, que desde lo
profundo del alma en gracia «pide por nosotros con gemidos inenarrables»4, cada
uno compara su vida con el calor de la enseñanza que brota de esos mismos
misterios, y encuentra sus inagotables aplicaciones tanto a las propias
necesidades espirituales como a las necesidades de su vivir cotidiano.
Intención
piadosa
En último término está la intención, es decir, la
indicación de personas, instituciones o necesidades de orden personal y social,
que para un católico verdaderamente activo y piadoso entran en el ejercicio de
la caridad hacia los hermanos, caridad que se difunde en los corazones como
expresión viviente de la común pertenencia al cuerpo místico de Cristo.
Así es como el rosario se convierte en súplica
universal de cada una de las almas particulares y de la inmensa comunidad de
los redimidos, que desde todos los puntos de la tierra se encuentran en una
misma plegaria: ya sea en la invocación personal, para implorar gracias por
necesidades individuales de cada uno, ya sea en la participación en el coro
inmenso y unánime de toda la Iglesia por los grandes intereses de la humanidad
entera. La Iglesia, como el Redentor Divino la quiere, vive entre las
asperezas, las adversidades y las tempestades de un desorden social que
frecuentemente se convierte en amenaza pavorosa; pero sus miradas están fijas y
las energías de la naturaleza y de la gracia tienden siempre hacia el supremo
destino de los fines eternales.
ORACION FINAL
¡Oh
Santísima Virgen, Madre de Dios, dulce refugio y consuelo piadoso de todos los
afligidos! Por aquella confianza y autoridad de Madre con que podéis presentar
nuestros ruegos al que es árbitro soberano de nuestro bien, empeñad una y otra
en favor nuestro. Conseguidnos el reformar con el Santo Rosario nuestras vidas,
estudiando en tan dulce libro la fiel imitación de vuestro Hijo Jesús, hasta
que podamos adorarlo y amarlo por todos los siglos de los siglos. Amén.
***
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santo Domingo de Guzman, ruega por nosotros.
San Luis María Grignion de Montfort, ruega por
nosotros.
Todos los santos y santas de Dios devotos del santo
Rosario, rogad por nosotros.
***
¡Querido
hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del
santo Rosario! Recuerda que el peor rosario, es el que no se reza.
Si
te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
Métodos devotos de recitar el Santo Rosario y atraer
la gracia de los misterios de la vida, pasión y gloria de Jesús y María.
PRIMER MÉTODO
Veni, Sancte
Spiritus, etc.
Ofrecimiento del Rosario.
Yo me uno a los santos del cielo y a los justos de la
tierra, oh Jesús mío, para alabar dignamente a vuestra Santísima Madre y a Vos
en Ella y por Ella. Y renuncio a cuantas distracciones sufra durante este
Rosario.
Os ofrecemos, Señora, el Credo para honrar vuestra fe
mientras vivisteis en la tierra y pediros que nos hagáis partícipes de esa
misma fe.
Os ofrecemos el padrenuestro, Señor, para adoraros en
vuestra unidad y reconoceros como principio y fin de todas las cosas.
Os ofrecemos, Trinidad Santísima, tres avemarías, para
agradeceros todas las mercedes que habéis hecho a María y las que nos habéis
hecho a nosotros por su mediación.
Un padrenuestro, tres avemarías, gloria.
Ofrecimiento particular de las
decenas.
Misterios Gozosos.
Primera
Decena. Os
ofrecemos esta primera decena, Señor nuestro Jesucristo, en honor de vuestra
Encarnación. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra
santa Madre, una profunda humildad de corazón.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Encarnación, descended a mi
alma y hacedla verdaderamente humilde.
Segunda
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta segunda decena en honor de la
Visitación de vuestra santísima Madre a su prima Santa Isabel. Y os pedimos,
por este misterio y por la intercesión de María, una perfecta caridad con
nuestro prójimo.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Visitación, descended a mi
alma y hacedla verdaderamente caritativa.
Tercera
Decena. Os
ofrecemos esta tercera decena, oh Jesús niño, en honor de vuestro santo
nacimiento. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra santa
Madre, el desasimiento de los bienes de la tierra y el amor a la pobreza y a
los pobres.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Natividad, descended a mi
alma y hacedla pobre de espíritu.
Cuarta
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta cuarta decena en honor de vuestra
Presentación en el templo por manos de María, y por este misterio y por la
intercesión de vuestra santa Madre, os pedimos el don de sabiduría y la pureza
de corazón y de cuerpo.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Purificación, descended a
mi alma y hacedla verdaderamente sabia y pura.
Quinta
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta quinta decena en honor de haberos
recobrado María en medio de los doctores cuando os había perdido. Y os pedimos,
por este misterio y por intercesión de Ella, nuestra conversión y la de los
herejes, cismáticos e idólatras.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de Jesús hallado en el templo,
descended a mi alma y convertidla.
Misterios Dolorosos.
Sexta
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta sexta decena en honor de vuestra Agonía
mortal en el Huerto de los Olivos. Y os pedimos, por este misterio y por la
intercesión de vuestra santa Madre, una perfecta contrición de nuestros pecados
y entera conformidad a vuestra santa voluntad.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la Agonía de Jesús, descended a mi alma y
hacedla verdaderamente contrita y conforme con la voluntad de Dios.
Séptima
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta séptima decena en honor de vuestra
santa Flagelación. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de
vuestra santísima Madre, perfecta mortificación de nuestros sentidos.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la Flagelación de Jesús, descended a mi
alma y hacedla verdaderamente mortificada.
Octava
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta octava decena en honor de vuestra
dolorosa Coronación de espinas. Y os pedimos, por este misterio y por la
intercesión de vuestra santa Madre, un gran desprecio del mundo.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Coronación de espinas de
Jesús, descended a mi alma y hacedla verdaderamente opuesta al mundo.
Novena
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta novena decena en honor de vuestra
Cruz a cuestas. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra
santísima Madre, paciencia para llevar la cruz detrás de Vos todos los días de
nuestra vida.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Cruz a cuestas, descended a
mi alma y hacedla verdaderamente paciente.
Décima Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro
Jesucristo, esta décima decena, en honor de vuestra Crucifixión en el Calvario.
Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santísima
Madre, gran horror al pecado, amor a la Cruz y buena muerte para nosotros y
para cuantos están ahora en la agonía.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la pasión y muerte de
Jesucristo, descended a mi alma y hacedla verdaderamente santa.
Misterios Gloriosos.
Undécima
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta undécima decena en honor de vuestra
triunfante Resurrección. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de
vuestra santísima Madre, una fe viva.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la Resurrección, descended a mi alma y
hacedla verdaderamente fiel.
Duodécima
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta duodécima decena en honor de vuestra
gloriosa Ascensión. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra
santísima Madre, una firme esperanza y un gran deseo del cielo.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de la Ascensión de Jesucristo,
descended a mi alma y hacedla verdaderamente celeste.
Decimotercera
Decena. Os
ofrecemos, Espíritu Santo, esta decimotercera decena, en honor del misterio de
Pentecostés. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de María,
vuestra fiel esposa, la divina sabiduría para conocer, gustar y practicar la
verdad y hacer partícipe de ella a todo el género humano.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de Pentecostés, descended a mi alma y hacedla
verdaderamente sabia según Dios.
Decimocuarta
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta decimocuarta decena en honor de la
Inmaculada Concepción y de la Asunción de vuestra santísima Madre, en cuerpo y
alma a los cielos. Y os pedimos, por estos misterios y por su intercesión, una
verdadera devoción a Ella, para bien vivir y morir. Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la Inmaculada Concepción y de la Asunción
de María, descended a mi alma y hacedla verdaderamente devota de María.
Decimoquinta
Decena. Os
ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta decimoquinta y última decena en honor
de la Coronación de vuestra santísima Madre en los cielos. Y os pedimos por
este misterio y por la intercesión suya, el progreso y la perseverancia en la
virtud hasta la muerte y la corona eterna que nos está preparada. Os pedimos la
misma gracia para todos nuestros bienhechores.
Un padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Os pedimos, oh buen Jesús, por los quince misterios de
vuestra vida, pasión, muerte y gloria y los méritos de vuestra santísima Madre,
que convirtáis a los pecadores, auxiliéis a los agonizantes, libertéis a las
almas del purgatorio y nos deis a todos vuestra gracia para bien vivir y morir
y vuestra gloria para veros cara a cara y amaros durante la eternidad. Amén.
SEGUNDO Y MÁS BREVE MÉTODO
para celebrar la vida, muerte y gloria
de Jesús y María rezando el Santo Rosario
y para disminuir las distracciones
de la imaginación.
A cada avemaría de cada diez, hay que añadir una palabrita que nos traiga a
la memoria el misterio que se celebra en la decena; añadir esta palabra a la
mitad del avemaría, después del nombre de "Jesús".
1a Decena
Y bendito
es el fruto de tu vientre, Jesús encarnado.
2a Decena
Jesús
santificador.
3a Decena
Jesús
pobre niño.
4a Decena
Jesús
sacrificado.
5a Decena
Jesús
santo de los santos.
6a Decena
Jesús
agonizante.
7a Decena
Jesús
azotado.
8a Decena
Jesús
coronado de espinas.
9a Decena
Jesús
cargado con la cruz.
10a Decena
Jesús
crucificado.
11a Decena
Jesús
resucitado.
12a Decena
Jesús que
sube a los cielos.
13a Decena
Jesús que
te llena del Espíritu Santo.
14a Decena
Jesús que
te resucita.
15a Decena
Jesús que
te corona.
Al fin de la primera corona, se dice: Gracias de los
misterios gozosos, descended a nuestras almas y volvedlas verdaderamente
santas.
Al fin de la segunda: Gracias de los misterios
dolorosos, descended a nuestras almas y hacedlas verdaderamente pacientes.
Al fin de la tercera: Gracias de los misterios
gloriosos, descended a nuestras almas y hacedlas eternamente bienaventuradas.