DÍA VIGESIMOCUARTO
El corazón de San José recibía cada vez nuevos aumentos de alegría.
ORACIÓN
PARA COMENZAR LA MEDITACIÓN CADA DÍA
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)
pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)
y del Ángel Custodio, (breve silencio)
acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:
Dios te salve, José, lleno de la gracia divina,
entre tus brazos descansó El Salvador
y ante tus ojos creció.
Bendito eres entre todos los hombres,
y bendito es Jesús,
el hijo divino de tu Virginal Esposa.
San José, padre adoptivo de Jesús,
ayúdanos en nuestras necesidades familiares,
de salud y de trabajo,
hasta el fin de nuestros días,
y socórrenos en la hora de nuestra muerte. Amén”.
DÍA VIGESIMOCUARTO
El corazón de San José recibía cada vez nuevos aumentos de alegría.
Si reflexionamos con atención, comprobaremos que las alegrías y los consuelos que experimentó el corazón de San José en la tierra no fueron estériles como lo son en cierto modo los de los bienaventurados del cielo, sino fecundos. Dije que son los de los bienaventurados, y con razón, porque, aunque los gozos de los santos son muy grandes, sin embargo, son estériles, por cuanto no producen otros placeres, y el alma, gustándolos en el paraíso, no se hace desde entonces digna de recibir otros mayores. Por ejemplo, San Pedro no es más bienaventurado ahora que hace mil años, y la medida de alegría que Dios le hizo sentir cuando entró en el cielo no ha aumentado en absoluto después de tantos siglos. Pero José tenía esta ventaja de que en esta tierra se sumergía como en un océano de delicias fructíferas; porque este gran Santo mereció en cada momento de su vida que este océano de gozo, por decirlo así, fuera aumentado por otros océanos de gozo aún más inmensos que aquel con el que primero se había llenado.
San Juan describe en su Apocalipsis un torrente misterioso que sale del trono de Dios y se extiende por todo el paraíso. Éste es ese torrente donde los santos se sumergen gloriosamente, para conducirlos a una vida llena de delicias por toda la eternidad. El discípulo amado añade también que en la orilla de aquel arroyo había un árbol que daba fruto doce veces al año. Si preguntamos a los intérpretes sagrados quién es ese árbol, responderán que es José todavía vivo en la tierra; porque es cierto que no estaba aún sumergido en aquel mar de delicias donde viven los santos por toda la eternidad, pero estaba plantado en las orillas, y regado por aquellas aguas salutíferas para significar que al menos participaba grandemente de los goces eternos de los santos, y que anticipadamente vivía como bienaventurado. Y también hay que notar cómo aquel árbol fructífero produjo fruto en abundancia; porque José en ese estado de bienaventuranza anticipada no dejó de merecer produciendo frutos de buenas obras con tal fecundidad, como sería la de un árbol en la tierra que diera fruto en abundancia no una, sino doce veces al año.
La verdadera alegría en el Señor, entendedlo bien, oh almas devotas, crece en el corazón a medida que crece en él el amor. El que más ama, más goza. Y cuando hablamos de amor no nos referimos a un amor estéril e infructuoso que se queda en expresiones, afectos y nada más. El verdadero amor debe ir acompañado de la virtud, o mejor dicho, de varias virtudes, y de aquellas que forman el verdadero amor, y que menciona San Pablo cuando dice que la caridad es lenta para la ira, benigna, no envidiosa, no obra con maldad, no es orgullosa, no es ambiciosa, no actúa deshonestamente, no provoca, no piensa mal, no se goza de la iniquidad, sino que goza con la verdad: todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Éstas son las cualidades, propiedades, caracteres y virtudes asociadas al amor. Que éste sea el amor de vuestro corazón, un amor fructífero que produzca sus frutos no varias veces al año, sino todos los días, y varias veces al día, y siempre que se presente la oportunidad. A medida que vuestro amor crezca de esta manera, también crecerá el gozo del Señor y seréis felices.
JACULATORIA
Oh san José, que ardiste siempre de amor por Jesús y María, ruega por nosotros.
AFECTOS
¡Oh amantísimo San José!, es para nosotros cosa dulce llamarte con los hermosos nombres de Padre de Jesús y Esposo de María, nombres de amor, nombres de ternura y de virtud, nombres de respeto y de dulzura, nombres de grandeza y de gloria, pero más dulcísimo es para Ti el estar en posesión de cualidades tan altas y sublimes, y tener el alma y el corazón tan llenos de un amor inefable en el ejercicio de las mismas. Tú, inflamado de amor conyugal y paternal, viviste siempre y sólo para tu Esposa y para tu amado Jesús, y las frecuentes ocasiones que tuviste de servirles te hicieron encontrar fáciles los grandes problemas, agradables los peligros, dulces los sufrimientos, gloriosos los desprecios y deleitables las penas. El amor divino te obligó suavemente a derramar hasta la última gota de sudor de tu cuerpo, a extraer toda la sangre de tus venas, a disponer absolutamente de tu vida y reducirla a cenizas, si era necesario, para servir a estas dos amadas personas. ¡Oh insuperable amor de José! Verdaderamente has colmado la medida de tan estimados títulos como padre de Jesús y esposo de María. Oh José, verdaderamente amantísimo padre y afectísimo esposo, padre y esposo sin igual, ¿quién podrá jamás hablar dignamente y alabar suficientemente los excesos de tu amor? ¡Ah, si pudiera imitarte de alguna manera! Ojalá pudiera tener en mi corazón una chispa de tu amor.
LETANÍAS A SAN JOSÉ
Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Santa Trinidad, un solo Dios.
Santa María,
ruega por nosotros.
San José,
ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David.
Luz de los Patriarcas.
Esposo de la Madre de Dios.
Casto guardián de la Virgen.
Padre nutricio del Hijo de Dios.
Celoso defensor de Cristo.
Jefe de la Sagrada Familia.
José, justísimo.
José, castísimo.
José, prudentísimo.
José, valentísimo.
José, fidelísimo.
Espejo de paciencia.
Amante de la pobreza.
Modelo de trabajadores.
Gloria de la vida doméstica.
Custodio de Vírgenes.
Sostén de las familias.
Consuelo de los desgraciados.
Esperanza de los enfermos.
Patrón de los moribundos.
Terror de los demonios.
Protector de la Santa Iglesia.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
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