DÍA VIGESIMOSEGUNDO
El Corazón de San José se llenó de alegría porque buscó el sumo Bien.
ORACIÓN
PARA COMENZAR LA MEDITACIÓN CADA DÍA
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)
pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)
y del Ángel Custodio, (breve silencio)
acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:
Dios te salve, José, lleno de la gracia divina,
entre tus brazos descansó El Salvador
y ante tus ojos creció.
Bendito eres entre todos los hombres,
y bendito es Jesús,
el hijo divino de tu Virginal Esposa.
San José, padre adoptivo de Jesús,
ayúdanos en nuestras necesidades familiares,
de salud y de trabajo,
hasta el fin de nuestros días,
y socórrenos en la hora de nuestra muerte. Amén”.
DÍA VIGESIMOSEGUNDO
El Corazón de San José se llenó de alegría porque buscó el sumo Bien.
El corazón del hombre es tan vasto en sus deseos que todas las criaturas no pueden satisfacerlo. Nuestro José conocía bien esta verdad, y por eso su corazón no estaba en los bienes del siglo, ni buscó su gozo en las vanidades y placeres, sino en ese mismo manantial donde los santos sacian su sed por toda la eternidad. Esta fuente es Jesús, el objeto verdadero y dichoso de la bienaventuranza de los elegidos. El corazón de José descansó en la divinidad oculta de su hijo, y bebió de él, tanto como es posible a una criatura, las delicias que santamente embriagan a los benditos moradores del cielo. Hemos visto a José completamente ocupado en considerar lo que el Espíritu Santo le reveló acerca de Jesús. Lo hemos visto extasiado no tanto por su belleza exterior, ni por sus palabras vivas y vivificantes, ni por sus estupendos milagros, con los que extasiaba el corazón de los mismos judíos, cuanto por la majestad del Verbo bajo el velo de nuestra carne y de las perfecciones adorables e infinitas de Dios que estaban encerradas en aquella santa humanidad.
El Padre eterno se complace tanto en su Hijo único, que ejerce por él toda su misericordia. Los cielos, la tierra, las estrellas, los elementos, los hombres y los ángeles no son las delicias más queridas de tan gran Padre. Encuentra la mayor satisfacción en su Hijo único, coeterno y consustancial. Del mismo modo, el padre visible de Jesús, se puede decir con verdad, encuentra todo su placer y todo su gozo en Jesús su hijo, y más en su divina Persona que en sus divinas acciones, aunque si bien éstas lo hacían admirable al cielo y a la tierra. Si un hijo sabio y prudente es el gozo del padre, ¡cuál fue el gozo de José en tener un hijo, que no sólo era sabio, sino que era la misma Sabiduría eterna! ¡Un hijo que, además de ser infinitamente perfecto, valía él solo más que todos los hombres y todos los ángeles juntos! Esta es la razón por la cual un sabio exégeta de los últimos tiempos ha dado una razón muy plausible de lo que relata el Evangelio cuando nos dice que José y María no entendieron las palabras que Jesús les dijo al encontrarlo en el templo. Estaban, dice, tan absortos en el gozo de volver a ver a Jesús después de haberlo buscado tanto, y de haber derramado tantas lágrimas en su ausencia, que su alma no pudo penetrar, como otras veces, en sus divinas palabras.
He aquí, pues, almas devotas, la fuente de la verdadera alegría, de los gozos sobrenaturales: Jesús. Sólo Él puede colmar el corazón humano como lo hizo con san José. Pero tal alegría y gozo son la consecuencia del amor, y cuanto más se saborean, más se ama. Que Jesús sea, pues, el gran objeto de nuestro amor. Este objeto no está lejos, sino muy cerca; él está con nosotros, entre nosotros, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, para que nuestro dicha no sea en nada inferior a la de José, y en cierto modo es mayor, pues si José lo vio con los ojos del cuerpo, nosotros lo vemos con los de la fe; si José estuvo siempre en su compañía, nosotros también podemos quedarnos con él todo el tiempo que queramos; si José lo acogió en su seno, lo abrazó, lo acarició, nosotros en esto somos más dichosos que él porque podemos recibirlo dentro de nosotros en la Sagrada Comunión y dar rienda suelta a todos nuestros afectos; y si José vivió unido a él en mente y corazón, nosotros podemos unirnos tanto con él, con la mente, el corazón y el cuerpo que podemos llegar a ser uno con él. ¡Ay! si supiera valerme de tan grande medio, podría vivir cerca de este horno divino, yo que ando siempre tibio, y encenderme en su amor, y nadar siempre en el mar de los gozos del espíritu, que exceden con mucho a todos los placeres de esta tierra. ¿Experimentamos tales alegrías? Si no fuera así, el problema no está en Jesús en el Santísimo Sacramento que es siempre fuente de amor dulce, si no de nuestra parte que no sabemos cómo conocer o aprovechar tan grande fortuna.
JACULATORIA
Oh San José, que lleno de gozo y alegría encontraste a Jesús en el templo en medio de los Doctores,
ruega por nosotros.
AFECTOS
Si el gozo que uno siente al encontrar las cosas perdidas es natural, y si este gozo es tanto mayor cuanto más preciosa es la cosa encontrada, ¿quién podrá jamás comprender la alegría que sintió mi queridísimo san José y el gozo exultante al encontrar en el templo a Aquel que era su gran y único tesoro! ¡Ay! debe haber sido tan grande como el dolor que experimentaste al estar sin él; y por eso podías repetir: Tus consuelos, oh Jesús mío, me han alegrado conforme a la multitud de dolores que oprimían mi corazón. En memoria de vuestro gozo dígnate obtenerme de Jesús y María un gran dolor por mis pecados, que pueda hacerme digno de gustar los consuelos divinos.
LETANÍAS A SAN JOSÉ
Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Santa Trinidad, un solo Dios.
Santa María,
ruega por nosotros.
San José,
ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David.
Luz de los Patriarcas.
Esposo de la Madre de Dios.
Casto guardián de la Virgen.
Padre nutricio del Hijo de Dios.
Celoso defensor de Cristo.
Jefe de la Sagrada Familia.
José, justísimo.
José, castísimo.
José, prudentísimo.
José, valentísimo.
José, fidelísimo.
Espejo de paciencia.
Amante de la pobreza.
Modelo de trabajadores.
Gloria de la vida doméstica.
Custodio de Vírgenes.
Sostén de las familias.
Consuelo de los desgraciados.
Esperanza de los enfermos.
Patrón de los moribundos.
Terror de los demonios.
Protector de la Santa Iglesia.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
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