"VOSOTROS SOIS DE ESTE MUNDO, YO NO SOY DE ESTE MUNDO." Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Lunes de la II semana de Cuaresma
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Juan
8, 21-24 Y en otra ocasión les dijo Jesús: "Yo me voy y me
buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. A donde voy yo, vosotros no podéis
venir". Y decían los judíos: "¿Por ventura, se matará a sí mismo,
pues ha dicho a donde yo voy vosotros no podéis venir?" Y les decía:
"Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo
no soy de este mundo. Por eso os dije que moriríais en vuestros pecados: porque
si no creyereis que yo soy, moriréis en vuestro pecado". (vv. 21-24)
San Agustín, in Joannem, tract. 38
Como ya se
ha dicho, ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. Habla en
seguida a los judíos de su pasión, que no estaba sujeta a la necesidad, sino a
su voluntad. Por esto sigue el evangelista: "Y en otra ocasión les dijo
Jesús yo me voy", porque la muerte del Salvador no fue otra cosa que el
regreso al cielo, de donde había venido y de donde había salido.
Beda
Esta
encadenación de palabras es de tal naturaleza, que parece se pronunciaron en un
mismo tiempo y en un mismo lugar (y también en distintos tiempos y lugares),
porque tanto puede entenderse que en el intervalo nada medió, como que pudieron
mediar muchas cosas.
Orígenes, in Ioannem, tom. 19
Pero alguien
podrá objetar: Si decía esto a los que permanecían en la incredulidad, ¿cómo
les dice: "y me buscaréis"? Porque buscar a Jesucristo es buscar la
verdad y la sabiduría. Pero se dirá que también algunas veces, refiriéndose a sus
perseguidores, se decía que buscaban el modo de prenderlo. Efectivamente, hay
mucha diferencia entre los que buscan a Jesús; no todos le buscan para su
propia salvación ni por su propia utilidad. Por esto sólo encuentran la paz
aquéllos que le buscan con buen fin, y se dice que le buscan con buen fin
aquellos que buscan al Verbo como era en el principio cuando estaba con Dios, y
para que los lleve al Padre.
San Agustín, ut sup
"Me
buscaréis, dice el Señor, pero no con piadoso afecto, sino por odio". Y en
verdad que le buscaron cuando desapareció de la vista de los hombres, tanto los
que le aborrecían cuanto los que le amaban; los primeros, persiguiéndole; los
segundos, deseando tenerle consigo. "Y no creáis que me buscaréis con buen
fin, por esto moriréis en vuestro pecado". Esto quiere decir buscar mal a
Jesucristo, morir en pecado; esto quiere decir aborrecerle, porque de El solo
puede venirnos la salvación. Pronunció su sentencia de antemano, diciendo que
morirían en su pecado.
Beda
Adviértase
que pone pecado en singular, y vuestro en plural, para manifestar que el pecado
de todos era uno mismo.
Orígenes, ut sup
Pregunto yo
ahora: "¿por qué dice el Evangelista más adelante que, diciendo estas
cosas el Señor "creyeron muchos en El"? ¿Pues no dijo a todos los que
tenía presentes: "moriréis en vuestro pecado"?" Decía esto a
aquéllos que sabía no habían de creer en El, y que por esto morirían en su
pecado, y no podrían seguirle. Por esta razón continúa: "A donde yo voy
vosotros no podéis venir". Esto es: a donde se encuentra la verdad y la
sabiduría o, lo que es lo mismo, donde se encuentra Jesús. Dice que no pueden,
porque no quieren, porque si hubiesen querido y no hubiesen podido, sin razón
les hubiera dicho: "moriréis en vuestro pecado".
San Agustín, in Joannem, tract. 38
Dijo el
Señor esto mismo a los apóstoles en otro sitio, pero no les dijo moriréis en
vuestro pecado, sino "a donde yo voy no podéis vosotros venir ahora".
No les quitó la esperanza, sino que les predijo la dilación.
Orígenes, in Ioannem, tom. 18
Estas
palabras expresan la insoslayable retirada de Jesucristo. Pero mientras tanto
guardemos en nuestras almas las semillas de verdad que allí sembró. No se
separa de nosotros el Verbo de Dios. Mas si por malicia nuestra caemos en la
culpa, entonces se nos dice: "Yo me voy", y cuando queramos buscarle
no le hallaremos, sino que moriremos en nuestro pecado sorprendidos por la
misma muerte. No conviene escuchar con negligencia lo que dice: "Moriréis
en vuestros pecados". Si esto se toma en general, se verá claramente que
los pecadores mueren en sus propios pecados, y los justos en la gracia. Y si se
dice: "moriréis", en el sentido que muere el que peca mortalmente, es
cosa clara que aquéllos a quienes esto se decía no estaban muertos, pero vivían
con la enfermedad del alma, y esta enfermedad les conducía a la muerte. Y como
el médico veía que estaban gravemente enfermos, decía: "moriréis en
vuestro pecado". Y así es también evidente esto otro: "A donde yo voy
vosotros no podéis venir", porque cuando alguno muere en su pecado, no
puede ir a donde va Jesús. Ninguno que esté muerto puede seguir a Jesús, como
dice en el Salmo: "Señor, los muertos no te alabarán" ( Sal 113,17).
San Agustín, ut sup
Oídas estas
palabras, preguntaron, como suelen preguntar los hombres carnales. Prosigue:
"Y decían los judíos: ¿Por ventura, se matará a sí mismo? Porque ha dicho:
A donde yo voy, vosotros no podéis venir". Palabras necias. Pues qué, ¿no
podían ellos ir a donde el Señor iría si se matase? Pues ellos ¿no habían de
morir también? Dijo "a donde yo voy", y no adonde se va por medio de
la muerte, sino adonde iría el Señor después de su muerte.
Teofilacto
Por estas
palabras dio a entender que resucitaría revestido de gloria, y se sentaría a la
derecha de Dios.
Orígenes, ut sup
Examinemos si los judíos decían esto del Salvador con alguna mira elevada. Porque ellos solían explicarse muchas cosas, ya por la tradición, ya por medio de escritos apócrifos. Pero, en realidad, lo que sabían acerca del Cristo, lo sabían por las más sanas tradiciones, como eran los escritos de los profetas, en los que leían que Jesús nacería en Belén. También sabían, acerca de su muerte, que debía pasar de esta vida en la forma que el Señor dice: "Ninguno me quita el alma, mas yo la pongo por mí mismo" ( Jn 10,18). Mas como aquí dicen acaso se matará, no lo dicen en vano los judíos, sino según alguna tradición que tendrían acerca del Cristo. Y aparece el poder del Salvador, cuando dice: "yo me voy", porque en ello se ostenta el poder que tenía de morir voluntariamente, dejando el cuerpo cuando quisiese. Mas yo creo que lo dijeron por burla, en virtud de lo que sabían por algunas tradiciones que hasta ellos habían llegado acerca de la muerte de Jesús. Y no dijeron por darle honra: "¿por ventura, se matará a sí mismo?". Si lo hubieran dicho con ánimo de darle gloria, se hubiesen expresado así: ¿Acaso el alma de Este abandonará su cuerpo cuando a El le plazca?
Mas el Señor
habla a los apegados a la tierra, como a hombres terrenos. Por esto sigue el
Evangelista: "Y les decía: vosotros sois de abajo", esto es, sabéis a
tierra, y no tenéis el corazón elevado hacia lo alto.
Crisóstomo, in Ioannem, hom.52
Como
diciendo: "No me llama la atención que penséis de este modo, porque sois
carnales, y nada entendéis en el orden espiritual, pero yo soy de arriba".
San Agustín, ut sup
¿Qué quiere
decir de arriba? Del mismo Padre, sobre el cual nada hay. Pero vosotros sois de
este mundo, y yo no, ¿cómo había de ser del mundo el mismo que lo había creado?
Beda
Ni el que
existía antes que el mundo. Mas los judíos eran del mundo, porque fueron
creados después que el mundo ya existía.
Crisóstomo, ut sup
También pudo
decir el Señor que no era de este mundo, en atención a las vanidades y deseos
de los mundanos.
Teofilacto
Y como no
aparentaba cosa alguna que pareciese mundana, no podía decirse que llegaría a
tal demencia que pensara en matarse. Mas Apolinar, interpretando mal este
relato, dice que el cuerpo de Jesús no era de este mundo, sino que lo trajo de
lo alto, del cielo 1.
¿Acaso también los apóstoles, a quienes dijo el Señor: "Vosotros no sois
de este mundo" ( Jn 15,19), obtuvieron el cuerpo del cielo? Así pues, debe
entenderse este concepto en el sentido de que cuando dice el Señor, "yo no
soy de este mundo", quiere decir no soy del número de los vuestros, que
tanto os cuidáis de las cosas de este mundo.
Orígenes, ut sup
No son
equivalentes las frases de abajo y de este mundo. Cuando se dice "de
abajo", se entiende que se habla de un lugar determinado. Pero el mundo
material puede decirse que se entiende en diversos lugares, todos los cuales
respecto de lo inmaterial e invisible, están abajo. Mas si comparamos los
diversos sitios que en el mundo se encuentran, podemos decir que unos están más
elevados y otros más bajos. Donde está el tesoro de cada cual, allí está su
corazón ( Mt 6), de modo que si alguno atesora en la tierra, puede decirse que
es de abajo, mas si atesora para el cielo, pertenece a arriba, y si se eleva
sobre todo lo creado, se le encontrará en lo último, entre los bienaventurados.
Además, el que ama las cosas del mundo procura complacer al mundo, pero el que
no ama al mundo ni las cosas del mundo, no pertenece a él. Hay otro mundo fuera
de este visible, en donde se encuentra todo lo invisible, de cuyo aspecto y
hermosura disfrutarán los que sean limpios de corazón. También puede llamarse
mundo Aquél mismo que existía ya antes que ninguna criatura, en cuanto es la
suprema sabiduría, por quien han sido hechas todas las cosas. En El estaba todo
el mundo, pero un mundo que se diferenciaba de éste material en tanto cuanto
difiere la razón prototipo purificada de toda materia del mundo material. Por
consiguiente, el alma de Jesucristo dice "yo no soy de este mundo",
porque en realidad no vive en él.
San Agustín, in Joannem, tract. 38
Nuestro
Señor explicó el sentido en que dijo: "Vosotros sois de este mundo".
Eran pecadores, puesto que todos nacemos en pecado, y cuando vivimos añadimos
nuevos pecados a aquél con el que hemos nacido. Toda la infidelidad de los
judíos consistía no en tener pecado, sino en morir en sus pecados. Por esto
añade el Salvador: "Por eso os dije, que moriréis en vuestros
pecados". Creo que habría muchos de los que oían al Salvador que creerían
en El, y que no diría para todos aquella sentencia terrible: "moriréis en
vuestro pecado". Si fuera así, quitaría también la esperanza a aquéllos
que creerían en El. Pero les dio esperanza añadiendo: "Porque si no
creyereis que yo soy, moriréis en vuestro pecado"; luego, si creéis que yo
soy, no moriréis en vuestro pecado.
Crisóstomo, ut sup
Y si había
venido a destruir el pecado y no podía conseguirlo por medio de la
purificación, no podría suceder que el que no cree pueda salir de esta vida
teniendo el hombre viejo, o sea el pecado, no sólo por no haber creído, sino
porque conservando sus anteriores pecados volvió hacia atrás.
San Agustín, ut sup
Y cuando
dice "si no creyereis que yo soy", aunque nada añadió, dio a entender
mucho; porque también Dios dijo a Moisés: "yo soy el que soy" ( Ex
3,14). ¿Y cómo oigo, "yo soy el que soy", y "si no creyereis que
yo soy", como si no existieran otros seres? Considerando que cualquier
otro ser, por grande que sea su mérito, si es mudable, en realidad no es.
Examinemos el cambio de las cosas, y veremos que ellas fueron, y que serán.
Pero fíjate en Dios y encontrarás que es, y en El no cabe tiempo pasado. Mas para
que tú existas has de traspasar el tiempo. Y eso que añadió: para que no
muramos en nuestros pecados, no parece que quiere decir otra cosa que: "si
no creyereis que yo soy", esto es, si no creéis que yo soy Dios. Demos
gracias a Dios, que dijo si no creyereis, y no dijo si no comprendiereis.
¿Quién comprendería esto?
Orígenes, in Ioannem, tom. 18
Es bien
sabido que el que muere en sus pecados, aunque diga que cree en Jesucristo, no
cree en realidad, porque quien cree en su justicia, no comete ninguna injusticia.
El que cree en su sabiduría, no hace ni dice cosa inconveniente. Y así, si se
examinan los demás atributos de Jesucristo, te convencerás de que el que no
cree en Jesucristo, muere en sus pecados, porque inclinándose a lo contrario de
lo que admitimos en Cristo, muere en sus pecados.
Notas
1. "Apolinar de Laodicea afirmaba que en Cristo el Verbo había sustituido al alma o al espíritu. Contra este error la Iglesia confesó que el Hijo eterno asumió también un alma racional humana". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 471)
25-27 Y le
decían: "Tú ¿quién eres?" Jesús les contestó: "El principio, el
mismo que os hablo. Muchas cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar. Mas
el que me envió, es verdadero: y yo, lo que oí de El, eso hablo en el
mundo". Y no entendieron que a su Padre llamaba Dios. (vv. 25-27)
San Agustín, in Joannem, tract. 39
Como el
Señor había dicho ya: "Si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros
pecados", le preguntaban para saber en quién deberían creer, para no morir
en su pecado. Por esto sigue el Evangelista: "Y le decían: ¿tú quién
eres?". Porque cuando has dicho "si no creéis que yo soy", no
has añadido quién eres. Sabía el Señor que allí habría algunos que habían de
creer, y por esto, cuando le dijeron: "¿tú quién eres?", para que
supiesen que debían creer en El, les contestó: "Yo soy el principio, que
os hablo". No como diciendo soy el principio, sino creed que soy el
principio, como aparece terminantemente en el texto griego, en donde la palabra
"principio" es del género femenino. Por lo tanto, creed que soy el
principio, no sea que muráis en vuestros pecados; porque el principio es inmutable,
subsiste por sí, y renueva todas las cosas. Y además parece que es un absurdo
llamar principio al Hijo y no al Padre; no puede haber dos principios, como no
hay dos dioses. El Espíritu Santo es espíritu del Padre y del Hijo, y no es ni
el Padre ni el Hijo. Sin embargo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son un
solo Dios, una sola luz, un solo principio. Y añade el Salvador: "El mismo
que os hablo", porque habiéndome humillado por vosotros, he descendido a
hablar en estos términos. Por tanto, creed que soy el principio. Porque para
que creáis esto no sólo soy el principio, sino quien hablo con vosotros. Porque
si el principio, tal y como es, permaneciese con el Padre y no hubiera tomado
la forma de siervo, ¿cómo le habían de creer, siendo así que las almas débiles
no pueden percibir la palabra, sin el eco sensible de la voz?
Beda
Y en verdad
que se encuentra escrito en algunos ejemplares: "Y el que os hablo".
Pero es más conveniente leer de otro modo, para que sea éste el sentido:
"creed que yo soy el principio, y que por vosotros he descendido a hablar
en esta forma".
Crisóstomo, in Ioannem, hom.59
Pero debe
verse aún la necedad de los judíos, quienes, después de tanto tiempo, tantos
milagros y tanta predicación, aun preguntan: "¿Tú quién eres?" ¿Y qué
les contestó el Salvador? "Desde el principio os lo vengo diciendo",
como si dijera: "No sois dignos de escuchar mis palabras; ¿merecéis,
acaso, que os diga quién soy? Vosotros todo lo decís con el fin de tentarme, y
yo podría argüiros sobre ello y castigaros". Por esto sigue: "Muchas
cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar".
San Agustín, in Joannem, tract. 39
Antes había
dicho el Salvador que El no juzgaba a nadie. Así aparece cierta contradicción
entre "no juzgo" y "tengo que juzgar". "No
juzgo", lo dice refiriéndose al tiempo presente, y cuando dice que tiene
que juzgar se refiere al porvenir. Que es como si dijera: "seré verdadero
en el juicio, porque como soy hijo del que es veraz, soy la misma verdad".
Por esto sigue: "Mas el que me envió es verdadero". El Padre es
veraz, no por participación, sino engendrando la verdad. ¿Acaso podemos decir,
más es la verdad que el que es veraz? Si dijéramos esto, empezaríamos por decir
que el Hijo era mayor que el Padre.
Crisóstomo, ut sup
Y dice esto,
para que no crean que a pesar de oír tantas cosas Nuestro Señor, no castiga
porque no puede o porque no conoce las intenciones y los insultos que contra El
se dirigen.
Teofilacto
Como había
dicho Jesús: "Muchas cosas tengo que decir de vosotros y que juzgar",
da a entender que se reserva su juicio para la otra vida, por lo que añade:
"Mas el que me envió, es veraz", como diciendo: "Y si vosotros
sois infieles, mi Padre es verdadero y tiene prefijado el día en que os dará lo
merecido".
Crisóstomo, ut sup
Me ha
enviado el Padre no a que juzgue al mundo, sino a que salve al mundo. El Padre
es veraz, por esto no juzgo ahora a ninguno, mas digo lo que afecta a vuestra
salvación, y no lo que puede influir en vuestra condenación. Por esto sigue:
"Y yo, lo que oí de El, eso hablo en el mundo".
Alcuino
Haber oído
del Padre es tanto como ser del Padre; ha oído a Aquél de quien ha recibido la
esencia.
San Agustín, ut sup
El Hijo,
siendo igual al Padre, le da gloria, como lo insinúa cuando da a entender que
da gloria a Aquél de quien es Hijo; ¿cómo tú te ensoberbeces contra Aquél de
quien eres siervo?
Alcuino
Cuando los judíos le oyeron decir: "es veraz el que me ha enviado", no comprendieron de quién hablaba. Por esto sigue: "Y no entendieron que llamaba Padre a Dios". Aún no tenían bien abiertos los ojos de su alma, y por ello no podían comprender la igualdad que existe entre el Padre y el Hijo.
28-30 Jesús,
pues, les dijo: "Cuando alzareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis
que yo soy, y que nada hago de mí mismo: mas como mi Padre me mostró, esto
hablo: y el que me envió, conmigo está, y no me ha dejado solo: porque yo hago
siempre lo que a El agrada". Diciendo El estas cosas, muchos creyeron en
El. (vv. 28-30)
San Agustín, in Joannem, tract. 49
Habiendo
dicho el Señor: "El que me envió es verídico", no comprendieron los
judíos que les decía esto refiriéndose a su Padre. Mas veía allí algunos que
habrían de creer después de su pasión, y por esto sigue: "Cuando alzareis
al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy. Recordad aquello del
Exodo: 'Yo soy el que soy' ( Ex 3,14), y comprenderéis lo que quiere decir 'Yo
soy'. Dejo para entonces vuestro conocimiento, para que así pueda realizarse mi
pasión. Según vuestro modo de entender, comprenderéis quién soy yo, cuando
levantéis en alto al Hijo del hombre". Habla de la exaltación de la cruz,
porque en ella fue exaltado cuando pendió de ella. Y convenía que esto se realizase
por manos de aquéllos mismos a quienes ahora dice esto, pero que luego habían
de creer en El. ¿Y por qué, sino para que nadie desesperase por grave que fuese
el delito que cometiese, recordando que el Señor había perdonado a aquéllos el
homicidio que cometieron, matando al mismo Cristo?
Crisóstomo, in Ioannem, hom.52
También
porque como no podía convertirlos a fuerza de tantos milagros y de
predicaciones tan sublimes, les habla de la cruz, diciéndoles: "Cuando
levantéis", etc. Como diciendo: "creéis que os libraréis de mí
particularmente cuando me matéis, y yo digo que entonces conoceréis, tanto por
los milagros cuanto por mi resurrección y por vuestro cautiverio, que yo soy el
Cristo Hijo de Dios, y que no soy enemigo de Dios". Por lo que añade:
"Y que nada hago de mí mismo: sino como mi Padre me mostró", etc.,
dando a conocer en esto la igualdad de esencia y que nada decía sin que el
Padre lo supiere. "Porque si yo fuese contrario a Dios, no hubiese
excitado tanto la indignación en contra de los que no creen en mí".
San Agustín, ut sup
Como había
dicho el Salvador: "Entonces conoceréis quién soy yo", y dado que
toda la Trinidad participaba de la misma esencia, para no dar margen al error
de los sabelianos añadió a continuación: "Y nada hago de mí mismo",
como diciendo: "no he nacido de mí mismo; porque el Hijo es del Padre, y
es Dios. Y por esto añade: "Mas lo que mi Padre me mostró, esto
hablo". A ninguno de vosotros se le debe ocurrir la idea de que esto lo
decía según se entiende entre los humanos. No os imaginéis que tenéis a la
vista dos hombres, el Padre y el Hijo, y que el Padre habla al Hijo como haces
tú cuando dices alguna cosa a tu hijo. ¿Y qué palabras podía decir al único
Verbo? Mas si el Señor habla a nuestros corazones sin que se aperciba el eco,
¿cómo hablará a su Hijo? De una manera espiritual habla el Padre al Hijo, como
le había engendrado también de una manera espiritual. Y no le enseñó como si le
hubiera engendrado ignorante, sino que le enseñó del mismo modo que le engendró,
ya sabio. Si es única la naturaleza de la verdad, del mismo modo es propio del
Hijo saberlo todo. Así pues, de la misma manera que el Padre dio la existencia
al Hijo engendrándole, le dio también al engendrarle el poder de que lo supiese
todo.
Crisóstomo, ut sup
Después dio
el Salvador otro giro más humilde a su discurso. Por esto sigue: "Y el que
me envió está conmigo". Y para que no se creyera que cuando dijo: "me
envió" hablaba de que su naturaleza era inferior, dijo: "está conmigo";
porque lo uno indica humildad, lo otro divinidad.
San Agustín, ut sup
Uno y otro
son iguales, y sin embargo uno es el enviado y otro el que envía. Porque la
misión es la Encarnación misma, y la Encarnación es propia del Hijo y no del
Padre. Luego dijo: "El que me envió", esto es, Aquél por cuya
autoridad paterna, me he encarnado. Por tanto, el Padre envió al Hijo, y el
Padre había dicho por boca de Jeremías: "lleno el cielo y la tierra"
( Jer 23,24). Y por qué no le dejó lo explica a continuación: "Porque hago
siempre lo que a El agrada", y no desde cierto principio, sino sin
principio ni fin, porque la generación divina no tiene principio de tiempo.
Crisóstomo, ut sup
Y como siempre estaban diciendo que no procedía de Dios, y que no guardaba el sábado, dijo contra esto: "Porque hago siempre lo que a El agrada", manifestando que lo que ellos entendían por quebrantar el sábado agradaba a Dios. En muchas ocasiones pone toda su intención en manifestar que nada hacía en contra de la voluntad del Padre. Y como dijo esto con más claridad, añade el Evangelista: "Diciendo El estas cosas muchos creyeron en El". Como diciendo: "no os llame la atención oír algunas expresiones que revelen humildad, cuando habla Jesucristo, porque los que no se convencieron después de tanta predicación, escuchan palabras más humildes, y se persuaden". Luego creyeron algunos, pero no como debían, sino sencillamente como alegrándose y descansando en la humildad de las palabras. Y esto es lo que demuestra el Evangelista en las palabras siguientes, en que se refiere que le injuriaban otra vez.