lunes, 5 de febrero de 2024

DÍA 5. NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

 


NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

 
En el nombre del Padre, y del Hijo
, y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, Redentor amoroso de las almas, que te dignaste enviar a la tierra a tu Madre Inmaculada para que fuese la mensajera de tu misericordia, anunciando a los hombres la penitencia, me postro humilde a tus pies, e imploro con profundo arrepentimiento el perdón de mis innumerables culpas. Para comprender el precio de la gracia y el amor que te inspira un alma sin mancha, me basta contemplar la incomparable hermosura de la cual te dignaste revestir a tu Madre purísima. Por lo mucho que el pecado ofende a tu bondad infinita y por lo mucho que deseo amarte, me pesa, pues, de corazón por haberte ofendido y manchado mi alma creada a tu imagen y semejanza. Derrama, Señor, sobre mí tu misericordia; yo, ayudado con tu gracia, haré la penitencia que, en tu nombre, me pide tu Santísima Madre; me haré digno de tu perdón y mereceré la perseverancia en tu santo amor y servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS

Al presentarme ante tu imagen sagrada, ¡oh Inmaculada y bondadosa Madre!, para honrarte en esta novena, bajo el nombre bendito de Virgen de Lourdes, cumplo con el deseo que manifestaste a todos tus hijos por medio de Bernardita, la hija predilecta de tu amor. Quisiste ver a las muchedumbres postradas a tus plantas y para atraerlas más eficazmente, nos hiciste entrever los esplendores del Cielo, mostrándote en toda la hermosura de tu eterna juventud. Como la paloma del Cantar de los Cantares, te asomaste a las aberturas de la piedra, a la Gruta de la montaña, y el mundo contempló admirado los reflejos de tu resplandeciente rostro y oyó los ecos de tu voz dulcísima. Confirmando con tu palabra venida del Cielo la palabra del Pontífice Supremo que acababa de proclamarte, a la faz de la tierra, Inmaculada en tu Concepción, llenaste su corazón de consuelo y al mundo Católico de júbilo. Las lágrimas y los gemidos de tus hijos, agobiados bajo el peso de sus miserias, llegaron hasta el trono de tu misericordia, y llevada de tu inmensa compasión, acudiste presurosa para sanar sus cuerpos y sus almas. Mandaste, y luego de la tierra dócil salió el agua benéfica y cristalina, cuya misteriosa virtud devuelve vista al ciego y palabra al mudo, vida a los miembros muertos, imagen sensible de la gracia que, pasando por tu Corazón, transforma y resucita a las almas.  
A tus pies vengo, pues, ¡oh Madre amante!, para escuchar tu voz, exponer mis necesidades y solicitar tus maternales favores. Bernardita era pura cuando se acercaba a la Gruta donde tú la atraías: yo, que soy criatura tan culpable, ¿me atreveré a acercarme al trono de la pureza que rodean los ángeles del Cielo? Tu bondad para con los pecadores me alienta, ¡oh María! Dadme luz, ¡oh Reina de la Sabiduría!, cúbreme con el manto de tu maternal protección, para que en esta novena comprenda tus enseñanzas, me someta a tus consejos, los practique con amor, aleje de mi alma la ira de Dios y merezca en cambio su gracia y su amor. Amén.

 

 

DÍA QUINTO – 6 DE FEBRERO

MEDITACIÓN:

ROGAR POR LA CONVERSIÓN

DE LOS PECADORES

 

Bernardita sigue cumpliendo la promesa hecha a la visión de ir durante quince días a la gruta. El 21 de febrero, al terminar la niña su Rosario, la Virgen se le apareció, con el mismo traje, el mismo rosario y rodeada de la misma gloria. De repente el rostro de la Señora se puso triste.

-“¿Qué tenéis, Señora? ¿Qué debo hacer?”, preguntó la niña.

-“Rogad por los pecadores”, contestó la Madre de la Misericordia. Y los circunstantes vieron dos gruesas lágrimas surcar las mejillas de Bernardita.

¡Rogar! ¡Rogar por los pecadores! He aquí el gran empeño del corazón de la Santísima Virgen, porque es también el grande, el único deseo de Dios: “No quiero, ha dicho Dios, no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Mas ¡ay!, contra esta conversión hay muchos impedimentos. El pecador está voluntariamente encadenado a su pecado. La justicia de Dios irritada quiere castigar al culpable. El hombre no puede convertirse de por sí, sin una gracia especialísima de Dios, y esta gracia no se la puede dar porque él no la merece. ¿Qué hacer para aplacar la ira de Dios; hacer que el pecador aborrezca su pecado y se haga digno de la gracia de la conversión? La Virgen nos lo indica. Rogar por los pecadores.

La oración asidua del justo, dicen los libros santos, penetra los cielos”. ¡Cuántas veces Dios, irritado contra la maldad de un pecador, se deja mover por la oración de un alma justa, y le manda la gracia de la conversión, junto con el perdón! Y, ¡qué acto de caridad tan sublime aquel que consiste en librar de la muerte eterna al alma de su hermano! Pues que Dios en vista de nuestros ruegos se apiade de los pecadores, porque nada desea más que verlos convertidos, démosle este consuelo. Suban hasta Él nuestras caritativas plegarias y merezcan a estos desgraciados misericordia y perdón.

 

Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales: La Santa Iglesia, la Patria, los gobernadores eclesiásticos y civiles, la enseñanza católica, la salud de los enfermos, y la conversión de los pecadores.

 

v NUESTRA SEÑORA DE LOURDES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)

v SALUD DE LOS ENFERMOS: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)

v REFUGIO DE LOS PECADORES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Gloria.

     
Oración del día quinto

Nuestra Señora de Lourdes, antes de decir vuestro nombre y de comenzar en el desierto lugar donde os aparecisteis la maravillosa serie de milagros que deben extenderse por todo el universo, habéis querido recordar a la tierra la gran Palabra que el Precursor de vuestro Hijo predicaba en las riberas del Jordán: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. Habéis querido hacer comprender a nuestro empedernido sensualismo, que el arrepentimiento, la reparación y la expiación de las faltas cometidas son las más urgentes necesidades de nuestro culpable siglo, y la más saludable preparación para las gracias y beneficios del Cielo.

A quien fuera de la estación os pida la flor perfumada del rosal, vos le responderéis, ¡oh María!, recordándole la necesidad de las espinas.

Obtenednos, omnipotente Madre de Dios, el espíritu de penitencia, el espíritu que consiste en morir a sí mismo para resucitar en la vida nueva, en la misma vida de Nuestro Señor Jesucristo. Y haciendo esto, ¡oh Nuestra Señora de Lourdes!, Vos nos daréis en el invierno de este mundo la flor anticipada de la eterna primavera.

Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros. Amén.
  
PRÁCTICA: Ofrecer alguna mortificación por la conversión de los pecadores y en especial, besar la tierra con este fin, puesto que la Virgen nos lo pide.

 

GOZOS EN HONOR

A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
   
Virgen Santa Inmaculada,
De la Gruta misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Allá en las verdes riberas
Donde sus aguas de plata
El manso Gave desata
Dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques
La humilde Lourdes reposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
De verduras tapizadas
Se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas,
Con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta
Que cubre silvestre roca.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Hacia las faldas del monte
Subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita
Por sus gracias y candor,
A formar haces de leña
Que diera fuego a su choza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Súbitamente a la Gruta
De luz un rayo ilumina,
Y en una aureola divina
Más esplendida que el sol,
La reina del Cielo y tierra
Su planta en la roca posa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
“No temas, hija querida,
Levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada,
Soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio
De mi mano portentosa”.

Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Dijo la Virgen, y envuelta
Por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo sube
Que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida,
De placer su alma rebosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Al pie de esta misma Gruta,
Diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana
La vista recibió,
Otras tantas desafiando
Al malvado victoriosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Sellar quiso sus bondades
La Señora eternamente,
Con una límpida fuente
Que entre las rocas brotó,
Al contacto repentino
De la niña candorosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
En esas aguas del cielo
El hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada,
Calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María
La Iglesia Santa se goza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
El lejano peregrino
Va a postrarse ante esa roca
Donde el mundo entero invoca
Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.

Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Virgen Santa Inmaculada
De la Gruta Misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Acabo de recibir de tus labios divinos, ¡oh piadosa Madre!, las lecciones que das a la tierra por medio de tu gloriosa y misericordiosa aparición. Para probar tu misión divina a la tierra has multiplicado, como lo hizo tu hijo Jesús, los milagros a favor de los hombres, dando la vista a los ciegos, oído a los sordos; habla a los mudos y salud completa a los enfermos agobiados por toda clase de dolor.

En estos enfermos, ¡oh Madre piadosa!, reconozco las dolencias de mi alma que tú has venido a sanar. En su ceguedad, ¡oh María!, mi alma se ha extraviado del camino del bien. En su sordera, ha desentendido la voz de Dios que la llamaba atrayéndola con las caricias de su gracia. En su mudez, ha dejado de alabar a Dios por sus grandezas y beneficios y agobiada por sus múltiples enfermedades, ha dejado de practicar el bien y la virtud. ¡Oh María, refugio de los pecadores y salud de los enfermos!, sana mi alma de las enfermedades que la aquejan. Guíame sin cesar por el camino del bien, haz que mi alma oiga siempre la voz de Dios y no la desatienda jamás, y que cante siempre sus alabanzas; líbrala de todas las enfermedades que la agobian, para que libre del peso de la tentación y del pecado, siga tus huellas, imite tus virtudes y te acompañe en tu vuelo hacia la patria feliz. Así sea.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.