Miércoles de la II semana de Cuaresma
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Mateo 20, 17-19
Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce
discípulos, y les dijo: "Ved que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre
será entregado a los príncipes de los sacerdotes, y a los escribas, y le
condenarán a muerte. Y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, y
azoten y crucifiquen; mas al tercero día resucitará". (vv. 17-19)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1
El Señor no
subió inmediatamente a Jerusalén después de su vuelta de Galilea, sino que
antes hizo milagros, refutó a los fariseos e instruyó a sus discípulos en la
perfección de la vida y sobre su recompensa. Pero ahora, al entrar en
Jerusalén, les vuelve a hablar sobre su pasión y por eso se dice: "Y
subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce", etc.
Orígenes, homilia 11 in Matthaeum
Aún estaba
Judas entre esos doce, porque probablemente aún era digno de oír lo que había
de padecer el Maestro.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
La salvación
del género humano pendía de la muerte de Cristo y por ninguna otra cosa debemos
dar tantas gracias a Dios como por la muerte del Señor. El anuncia aparte a sus
discípulos el misterio de su muerte, porque siempre el mejor tesoro se encierra
en los mejores vasos. Si otros hubieran oído hablar de la pasión del Señor,
probablemente se hubieran asustado; si eran hombres, por la debilidad de su fe;
y si eran mujeres, por su condición compasiva hubieran derramado abundantes
lágrimas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1
Ya el Señor
había hablado de este misterio en presencia de muchos, pero de una manera
encubierta, como cuando dijo, por ejemplo: "Destruid este templo"( Jn
2,19) y: "Señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás" ( Mt
12,39). Mas a sus discípulos se lo dijo bien claro en las palabras: "Ved
que subimos a Jerusalén", etc.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
En la
palabra "ved" manifiesta el Señor la intención de que sus discípulos
conservaran en sus corazones el recuerdo de su presencia. Y dice:
"Subimos", que equivale a decir: Ved cómo voy voluntariamente a la
muerte. En consecuencia, cuando me viereis pendientes de la Cruz, reflexionad
que Yo no soy un simple hombre. Porque, aunque la muerte es patrimonio del
hombre, sin embargo, no es propio del hombre el querer morir.
Orígenes, homilia 11 in Matthaeum
De estas
palabras del Señor debemos concluir que, aun cuando conozcamos muchas veces el
ataque de las tentaciones que nos amenazan, no debemos huir, sino salir al
frente de ellas, pero como nos aconseja el Señor: "Si os persiguieren en
una ciudad, id a otra" ( Mt 10,23). Sólo la sabiduría de Cristo conoce el
momento en que debemos huir y el momento en que debemos hacer frente al
peligro.
San Jerónimo
Muchas veces
el Señor había hablado con sus discípulos acerca de su pasión. Pero como era
fácil que entre tantas cuestiones que había tratado no recordaran lo que habían
oído sobre este punto, al ir a Jerusalén y llevando en su compañía a los
apóstoles, los prepara para la tentación, a fin de que no se escandalicen
cuando llegue la persecución y vean la ignominia de la cruz.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Porque nos
es más ligera la tribulación cuando nos sobreviene después de esperarla, que
cuando nos acomete de improviso.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1
Y el Señor
les anuncia su pasión para que estén persuadidos de que El ya la sabía de
antemano y que la aceptaba voluntariamente. Al principio sólo les predice su
muerte y cuando los vio suficientemente preparados, les manifiesta que será
entregado a los gentiles.
Rábano
Porque Judas
entregó al Señor a los judíos y éstos le entregaron a los gentiles, es decir, a
Pilatos y al poder romano. El Señor no aceptó las riquezas del mundo, sino sus
tormentos, a fin de enseñarnos que los que hemos caído por el placer, debemos
volver a levantarnos mediante el dolor. 1 Por eso sigue: "Para que le escarnezcan, le
azoten y le crucifiquen".
San Agustín, de civitate Dei, 18,43
El Señor nos manifiesta por su pasión lo que debemos
sufrir por la verdad y por su resurrección lo que debemos esperar en la
eternidad. Por eso dice: "El tercero día resucitará".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1
¿Dijo el Señor estas palabras para suavizar la
tristeza con la esperanza de la resurrección? Por lo cual añade: "El
tercero día resucitará".
San Agustín, de Trinitate, 4,3
Porque una sola muerte, esto es, la del Salvador,
según el cuerpo, fue nuestra salvación con respecto a nuestra doble muerte, es
decir, en cuanto a la muerte de nuestra alma y en cuanto a la de nuestro
cuerpo; y una sola resurrección nos proporcionó a nosotros dos resurrecciones 2. Esta relación del uno al dos nace
del misterio tres, que está compuesto de uno y de dos.
Orígenes, homilia 11 in Matthaeum
Al oír las cosas tristes que había de sufrir Cristo,
los discípulos que recordaban lo que el Señor dijo a Pedro, no dijeron ni
hicieron nada para que no se les contestara con palabras parecidas o peores.
También ahora los escribas que creen conocer las Sagradas Escrituras condenan a
muerte a Jesús, lo azotan con sus palabras y lo crucifican en el mismo hecho de
querer que su doctrina desaparezca. Pero El, después de haber desaparecido un
momento, se levanta y se aparece a aquellos que recibieron el don de poderle
distinguir.
Notas
1. La vida cristiana no es sólo sufrimientos y pesares, sino asumir el valor redentor del sufrimiento y de la cruz como camino ineludible para el cristiano.
2. Quien resucita es el ser humano en su unidad integral.
20-23
Entonces se acercó a El la madre de los hijos del
Zebedeo con sus hijos, adorándole y pidiéndole alguna cosa. El le dijo:
"¿Qué quieres?" Ella le dijo: "Di que estos mis dos hijos se
sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". Y
respondiendo Jesús, dijo: "No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz
que Yo he de beber?" Dícenle: "Podemos". Díjoles: "En
verdad beberéis mi cáliz: mas el estar sentados a mi derecha o a mi izquierda,
no me pertenece a Mí el darlo a vosotros, sino a los que está preparado por mi
Padre". (vv. 20-23)
San Jerónimo
Como había dicho el Señor que
"El resucitaría al tercero día", creyó una mujer que el Señor
reinaría después de resucitado y con la curiosidad propia de su sexo, desea,
sin acordarse de lo que había de realizarse después, lo que ella ve como
presente. Por eso dice: "Entonces se acercó a El", etc.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Esta mujer es Salomé, la madre de
los hijos del Zebedeo; así es llamada por otro evangelista y su nombre
significa pacífica y realmente lo era, porque fue madre de los hijos de la paz.
Lo que realza más a esta mujer es que no solamente sus hijos abandonaron a su
padre, sino que ella misma dejó a su esposo y siguió a Cristo. Su marido podía
vivir sin ella, pero ella no podía salvarse sin Cristo. También se puede decir
que Zebedeo había muerto en el tiempo que media entre la vocación de los
apóstoles y la pasión del Señor. Ella, a pesar de su sexo débil y de una edad
en que ya no tenía fuerzas, seguía a Cristo, porque la fe no envejece, ni la religión
se fatiga. Su naturaleza la hizo atrevida para pedir y por eso dice:
"Adorándole y pidiéndole alguna cosa"; es decir, que ella pide con el
respeto debido que se le dé lo que pide. Sigue: "El la dijo: ¿Qué
quieres?" Pregunta el Señor, no porque ignore lo que ella quiere, sino a
fin de convencerla, exponiendo ella su petición, de la imposibilidad de su
demanda. Por eso se añade: "Ella dijo: Di que estos mis dos hijos se
sienten", etc.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,64
Marcos pone en boca de los hijos del
Zebedeo lo que San Mateo presenta como cosa dicha por la madre, no habiendo
hecho ésta más que trasmitir los deseos de sus hijos al Señor. De aquí resulta
que San Marcos, para abreviar, puso en boca de los hijos las palabras de la madre
( Mc 10).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
Ellos se veían más honrados que
otros y habían oído aquellas palabras: "Os sentaréis sobre doce
tronos". Por eso exigían el trono más elevado y creían que eran superiores
en dignidad para con Cristo a los otros. Sin embargo, temían la preferencia de
Pedro; por esta razón dice otro evangelista que ellos imaginaban, cuando
estaban cerca de Jerusalén, que ya estaban a las puertas del Reino de Dios, es
decir, que el Reino era una cosa sensible. De esto debemos concluir que ellos
no pedían ninguna cosa espiritual ni se elevaban hasta la contemplación de un
reino superior.
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
Así como en los reinos del mundo se
tienen por más honrados los que se sientan junto al rey, no es de admirar que
una mujer, en su natural sencillez e inexperiencia, creyera que estaba en el
deber de hacer esa petición al Señor. Hasta los mismos hermanos, por su
imperfección, no tenían ideas más elevadas sobre el Reino de Cristo y abrigaban
los mismos sentimientos con respecto a los que se sentarán con Jesús.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
O de otra manera, no aplaudimos la
petición de esta mujer; pero sí decimos que no deseaba para sus hijos los
bienes terrenales, sino los celestiales. Porque no eran sus sentimientos como
el de las demás madres, que aman los cuerpos de sus hijos y desprecian sus
almas, desean que sean apreciados en este mundo y no se cuidan de lo que puedan
sufrir en el otro, dando a entender con este proceder que son madres de cuerpos
y no de almas. Y yo creo que estos mismos hermanos, cuando oyeron al Señor
hablar sobre su pasión y resurrección, comenzaron a decir en su interior,
puesto que eran fieles. Ved cómo el Rey del cielo baja a los reinos de los
infiernos para destruir el reino de la muerte. Pero después de terminada su
victoria, ¿qué le queda por hacer si no el recibir la gloria de su Reino?
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
Después de haber destruido Cristo el
pecado que reinaba en nuestros cuerpos mortales y todo el poder de los
espíritus infernales, recibe en medio de los hombres la corona de su Reino, que
para El equivale a sentarse en el trono de su gloria. Porque el obrar El con
todo su poder a derecha y a izquierda, no es otra cosa que destruir todo el mal
que ante El se presenta y es indudable que entre los que se aproximan a Cristo,
aquellos que más sobresalen son los que están a su derecha y los que menos a su
izquierda. La derecha de Cristo, ved si lo podéis comprender, es toda criatura
invisible y la izquierda la visible y corporal. Entre los que se aproximan a
Cristo hay algunos que se colocan a su derecha, como son las cosas inteligibles
y otros a su izquierda, como son las sensibles.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
¿Cómo aquel que se entregó a sí
mismo a los hombres, no hará partícipes de su Reino a los hombres? Es
reprensible la negligencia en pedir cuando no hay duda de la misericordia del
que da. Si pedimos al Maestro, probablemente moveremos los corazones de los
demás hermanos. Porque, aunque no los pueda vencer el placer carnal, puesto que
ya están como regenerados por el espíritu, pueden, sin embargo, conmoverse dado
que aún tienen sentimientos carnales. Luego pongamos en nuestro lugar a nuestra
madre, para que en su nombre pida por nosotros. Porque si ella es reprensible,
fácilmente será perdonada. Su mismo sexo la excusa de todo error y si ella no
fuere importuna, alcanzará con más facilidad cuanto pida para sus hijos. Porque
el Señor, que ha llenado el corazón maternal de cariño para con sus hijos,
escuchará con más facilidad los sentimientos de la madre. Entonces el Señor,
que conoce las cosas que están ocultas, no contesta a las palabras de la madre
sino a la intención de los hijos que inspiraron esa súplica. El deseo de ellos
era efectivamente bueno, pero su petición inconsiderada. De ahí es que, aunque
no debían obtener nada, sin embargo no merecían ser reprendidos por su sencilla
petición nacida del amor que tenían al Señor. Por esto el Señor solamente les
reprende su ignorancia: "Y respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que
pedís".
San Jerónimo
No es extraño que el Señor reprenda
su ignorancia, habiendo dicho de Pedro ( Lc 9,33): "No sabía lo que
decía".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Porque el Señor permite con
frecuencia que los discípulos digan o piensen algunas cosas inconvenientes con
el objeto de tener en ello una ocasión para enseñarles alguna regla de piedad,
comprendiendo que en su presencia no podía traer ningún mal resultado el error
que ellos cometían y que la doctrina que con este motivo les exponía edificaba,
no sólo para el presente, sino también para el porvenir.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
El Señor les responde de esa manera,
o bien para manifestarles que lo que pedían no era un bien espiritual, o bien
para hacerles ver que si ellos hubieran comprendido lo que pedían, jamás se
hubieran atrevido a hacer una petición cuya realización excede a las más
elevadas virtudes.
San Hilario, in Matthaeum, 20
Tampoco saben lo que piden porque no
podía ser objeto de duda alguna la gloria de los apóstoles. Y las palabras que
preceden indican de un modo terminante que serán ellos los jueces del mundo ( Hch
19).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
O también: "No sabéis lo que
pedís", que equivale a decir: Yo os he llamado desde el lado izquierdo a
mi derecha y vosotros, por elección vuestra, queréis volver a pasar a la
izquierda y quizás la mujer fuera la causa de esta elección. El diablo puso en
juego sus acostumbradas armas: la mujer; y así como por una mujer despojó a
Adán, así también quiso separar a los discípulos por sugestión de una madre.
Pero desde que la salvación del mundo vino de una mujer, ya no podía perder a
los santos por una mujer. O también dice: "No sabéis lo que pedís".
Porque no solamente debemos pensar en la gloria que podemos conseguir sino
también en el modo de evitar las consecuencias del pecado. Porque en las
batallas del mundo difícilmente vence el que no piensa más que en el botín de
la victoria. Por eso debieron ellos haber hecho esta petición: "Danos el
auxilio de tu gracia para que triunfemos de todo mal".
Rábano
No sabían lo que pedían aquellos que
pretendían del Señor el trono de una gloria que aún no merecían. Se complacen
ante la perspectiva de la cumbre del honor pero les falta ejercitarse antes en
el camino del trabajo. Por eso añade: "Podéis beber el cáliz".
San Jerónimo
Por cáliz se entiende en la
Escritura Santa la pasión, como en el Salmo: "Tomaré el cáliz de la
salud" ( Sal 115,13) y a continuación dice lo que es este cáliz: "La
muerte de los santos es preciosa en la presencia del Señor" ( Sal 115,14).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
El Señor sabía que los discípulos
podían imitar su pasión pero les hace esa pregunta con el objeto de que sepamos
que nadie puede reinar con Cristo si no lo imita en la pasión pues una cosa
preciosa no se adquiere a bajo precio. Entendemos por pasión del Señor, no
solamente la persecución de los gentiles, sino también todo lo que tengamos que
sufrir en nuestras luchas con el pecado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
Dice, pues: "Podéis
beber", etc., como si dijera: Vosotros me habláis de honor y de coronas y
yo os hablo de combates y esfuerzos, porque éste no es aún el tiempo de las
recompensas. La pregunta del Señor atrae a sus discípulos, porque no les dijo:
Podéis derramar vuestra sangre, sino, "¿Podéis beber el cáliz que Yo he de
beber?"
Remigio
Esto con el objeto de unirlos más a
El mediante el lazo de la pasión. Aquellos que poseían la libertad y la
constancia del martirio prometen que lo beberían. Por eso sigue: "Dícenle:
Podemos".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
O también dicen esto, no tanto por
la confianza que les inspiraba su fortaleza, sino por la ignorancia de su
fragilidad; porque para ellos, que no tenían experiencia, era cosa ligera la
pasión y la muerte.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
O también prometen eso por efecto de su buen deseo. Porque jamás se hubieran comprometido de ese modo si no hubieran esperado obtener lo mismo que pedían. El Señor les profetiza grandes bienes, es decir, hacerlos dignos del martirio.
Sigue: "Díjoles: En verdad
beberéis mi cáliz".
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
No les contestó el Señor: Podéis
beber mi cáliz, sino que, mirando a su futura perfección, les dijo: "En
verdad beberéis mi cáliz".
San Jerónimo
Se pregunta cómo los hijos del
Zebedeo (a saber, Santiago y Juan) han bebido el cáliz del martirio, siendo así
que, según la Escritura, Santiago fue decapitado por Herodes ( Hch 12) y Juan
murió de muerte natural; pero leemos en la historia eclesiástica que Juan fue
arrojado a una caldera de aceite hirviendo y desterrado a la isla de Patmos.
Por consiguiente, nada le faltó para lo esencial del martirio y para beber el
cáliz de confesor; cáliz que bebieron los tres jóvenes echados al horno de
fuego, aunque su perseguidor no derramó la sangre de ellos. 1
San Hilario, in Matthaeum, 20
Aplaudiendo el Señor la fe de los discípulos,
les dijo que en verdad podían sufrir con El el martirio, pero el sentarse a su
derecha o izquierda era cosa reservada a otros por su Padre. Por eso sigue:
"Mas el estar sentados a mi derecha o a mi izquierda", etc. Y
efectivamente opinamos que de tal manera está reservado a otros ese honor, que
no serán extraños a él los apóstoles, los cuales juzgarán a Israel sentados en
los doce tronos de los patriarcas. Y Moisés y Elías -de quienes el Señor
apareció rodeado en la montaña con todo el brillo de su gloria- estarán
sentados en el Reino de los Cielos, en cuanto es posible concluirlo de lo que
dicen los mismos Evangelios.
San Jerónimo
Mas yo opino de otra manera. Los
nombres de los que estarán sentados en el Reino de los Cielos no se dicen aquí,
a fin de que la designación especial de algunos no parezca la exclusión de
otros. Porque el Reino de los Cielos no está tanto a la disposición del que lo
da como del que lo recibe. Para Dios no hay distinción de personas y aquel que
se presentare digno del Reino de los Cielos, recibirá el reino que está
preparado, no para tal persona, sino para tal conducta. De donde resulta que si
vosotros os portáis de tal manera que merecéis el Reino de los Cielos (que mi
Padre ha preparado a los victoriosos), vosotros lo recibiréis también. Y no
dijo el Señor "no os sentaréis", a fin de no cubrir de confusión a
los dos hermanos, ni tampoco "os sentaréis", para no irritar a los
demás.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3
O de otro modo, este primer lugar
parece imposible a todos, no sólo a los hombres, sino a los ángeles, porque el
apóstol San Pablo nos dice en estos términos, que tal es el principal puesto
del Hijo único de Dios ( Heb 1,13.): "¿A cuál de los ángeles dijo alguna
vez: "Siéntate a mi derecha?" Contesta el Señor por condescender con
los que le preguntaban, mas no con el fin de designar quiénes de los presentes
debían sentarse a su lado. Porque el único objeto que efectivamente se
proponían los dos discípulos en su petición era el estar sentados
inmediatamente después de El y delante de los demás. Pero el Señor responde:
Efectivamente moriréis por causa mía pero esto no es suficiente para que
obtengáis el primer puesto. Porque si se presentara algún otro con mayor virtud
además del martirio, no le quitaré a él el primer puesto y os lo daré a
vosotros por el amor que os tengo. Y para que viéramos que no cabía en El esa
debilidad, no dijo simplemente: No es cosa mía el dar, sino no es cosa mía el
darlo a vosotros, sino a aquéllos para quienes ha sido preparado, es decir, a
aquellos que se pueden distinguir por sus obras.
Remigio
O de otro modo: no es cosa mía el
darlo a vosotros, esto es, a los que son tan soberbios como vosotros, sino a
los humildes de corazón, para quienes lo ha preparado mi Padre.
San Agustín, de Trinitate, 1,12,24-25
O también de otro modo, la respuesta
del Señor: "Mas el estar sentado a mi derecha no me pertenece a Mí el
darlo", fue dada según la forma de siervo de que estaba revestido. Mas lo
que está preparado por el Padre, preparado está también por el mismo Hijo.
Porque el Padre y el Hijo son una sola cosa.
Notas
1. Ver Dan 3.
24-28
Y cuando los diez oyeron esto, se indignaron contra los
dos hermanos; mas Jesús los llamó a sí, y dijo: "Sabéis que los príncipes
de las gentes avasallan a sus pueblos, y que los que son mayores ejercen
potestad sobre ellos. No será así entre vosotros; mas entre vosotros, todo el
que quiera ser mayor, sea vuestro criado: y el que entre vosotros quiera ser
primero, sea vuestro siervo. Así como el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir y para dar su vida en redención por muchos".
(vv. 24-28)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3
Mientras que Cristo no hizo más que formular su sentencia, no se entristecieron los otros discípulos; pero cuando los reprendió, entonces se llenaron de dolor. Por eso sigue: "Y cuando los diez oyeron", etc.
San Jerónimo
No era la
indignación de los diez apóstoles contra la atrevida exigencia de la madre,
sino que iba directamente contra los hijos, que desconociendo su capacidad,
ardían en deseos ambiciosos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3
Comprendieron
los otros discípulos el alcance de la petición de los dos hermanos cuando los
reprendió el Señor; pero cuando los vieron honrados de una manera tan especial
por el Señor en la transfiguración, aunque lo sintieron en su interior, no se
atrevieron a manifestar su resentimiento por respeto al Maestro.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Tan carnal
fue la petición de los dos hermanos, como la indignación de los diez apóstoles.
Porque si es vituperable el querer elevarse sobre los demás, no menos glorioso
es el sufrir a otro sobre sí.
San Jerónimo
Mas el
humilde y dulce Maestro ni arguye a los dos hermanos por su ambición, ni
reprende a los otros discípulos por su indignación y envidia. Por eso sigue:
"Mas Jesús los llamó a sí", etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,4
Como el
Señor los vio tristes, les consulta llamándolos y hablándoles de cosas que se
habían de realizar pronto. Porque estando los dos separados de la compañía de
los diez, estaban más próximos al Señor y le hablaban en particular; sin
embargo, no los consuela el Señor como antes, poniéndoles a su vista el ejemplo
de los niños, sino proponiéndoles otro contrario; así les dice: "¿Sabéis
que los príncipes de las gentes avasallan a sus pueblos", etc.
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
Es decir, no
se contentan con gobernar a sus súbditos, sino que se proponen dominarlos
empleando la violencia. Pero no será así entre vosotros, que sois míos, porque
así como las cosas materiales pueden ser cohibidas por la coacción y no las
espirituales porque dependen de la voluntad, así también la soberanía de los
príncipes debe ejercerse con amor y no con amenazas corporales.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,4
Manifiesta
el Señor en este pasaje que es propio de los gentiles el ambicionar los
primeros puestos y con esta comparación de los gentiles convierte las
encendidas almas de sus discípulos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Es
efectivamente laudable el desear trabajar, porque esto es natural en nosotros y
nuestra mayor recompensa; pero el ambicionar los honores del poder es una
vanidad porque la adquisición de esos honores depende de los altos juicios de
Dios y aun cuando los tengamos, no por eso merecemos ni tenemos derecho a la
corona de justicia. Porque no será honrado por Dios el apóstol por ser apóstol
sino porque cumplió bien los deberes que impone el apostolado. Tampoco el
apóstol fue condecorado con el honor de apóstol por sus méritos anteriores, sino
que por las inclinaciones y la disposición de su alma fue juzgado apto para el
apostolado. Los primeros puestos buscan siempre al que no los quiere y huyen
del que los desea. Debemos, por consiguiente, desear, no los puestos más
elevados, sino la vida mejor. De ahí es que, deseando el Señor matar la
ambición de los dos hermanos y la indignación de los otros apóstoles, les
propone la diferencia que existe entre los príncipes del mundo y los príncipes
de la Iglesia, haciéndoles ver que el principado en Cristo ni debe ser
apetecido por el que no lo tiene, ni debe ser envidiado cuando lo tiene otro.
Los príncipes del mundo se dedican a dominar a sus inferiores, a reducirlos a
la servidumbre, a servirse de ellos hasta perder sus vidas cuando así lo creen
conveniente los príncipes para su propia utilidad o gloria. Los príncipes de la
Iglesia, en cambio, están destinados a servir a sus inferiores, a darles cuanto
recibieron de Cristo, a despreciar sus propios intereses, a cuidar por los de
sus inferiores y a no rehusar la muerte cuando está de por medio la salvación
de los inferiores. Es, pues, injusto y de ninguna utilidad el desear la
primacía de la Iglesia. Porque ningún hombre cuerdo quiere someterse a
semejante tarea y al peligro en que está de perderse por tener que dar cuenta
de toda la Iglesia, a no ser que no tema los juicios de Dios, abuse del poder
eclesiástico y lo convierta en poder temporal.
San Jerónimo
Finalmente,
el mismo Señor se propuso a sí mismo como ejemplo diciendo: "Así como el
Hijo del hombre no vino a ser servido, etc.", a fin de que sus discípulos
quedaran avergonzados con el ejemplo de sus actos.
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
Porque si
bien lo sirvieron Marta y los ángeles, sin embargo, El no vino para ser servido
sino para servir; y llegó en el servicio hasta el punto de que se puede decir
de El: "Y para dar su vida en redención por muchos". Como sólo El
estaba libre en medio de los muertos y era más fuerte que el poder de la muerte
( Sal 87), ofreciendo su alma a la muerte libró de la muerte a todos los que
han querido seguirle. Deben, pues, los príncipes de la Iglesia imitar a Cristo,
que era tan accesible, que hablaba con las mujeres, imponía sus manos a los
niños, lavaba los pies a sus discípulos, con el único objeto de que ellos
hicieran lo mismo con sus hermanos. Pero somos nosotros de tal condición, que
porque no comprendemos, o porque despreciamos el precepto de Cristo, tratamos
de parecer más soberbios que los poderes del mundo y queremos, como los reyes
del mundo, tropas que vayan delante de nosotros y nos manifestamos terribles y
de acceso difícil, sobre todo para con los pobres, a quienes ni tratamos con
afabilidad, ni les permitimos la tengan ellos con nosotros.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,4
Por más que os humillen, jamás llegaréis a descender al punto a que descendió vuestro Señor.