jueves, 8 de febrero de 2024

DÍA 8. NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES


 

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

 
En el nombre del Padre, y del Hijo
, y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, Redentor amoroso de las almas, que te dignaste enviar a la tierra a tu Madre Inmaculada para que fuese la mensajera de tu misericordia, anunciando a los hombres la penitencia, me postro humilde a tus pies, e imploro con profundo arrepentimiento el perdón de mis innumerables culpas. Para comprender el precio de la gracia y el amor que te inspira un alma sin mancha, me basta contemplar la incomparable hermosura de la cual te dignaste revestir a tu Madre purísima. Por lo mucho que el pecado ofende a tu bondad infinita y por lo mucho que deseo amarte, me pesa, pues, de corazón por haberte ofendido y manchado mi alma creada a tu imagen y semejanza. Derrama, Señor, sobre mí tu misericordia; yo, ayudado con tu gracia, haré la penitencia que, en tu nombre, me pide tu Santísima Madre; me haré digno de tu perdón y mereceré la perseverancia en tu santo amor y servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS

Al presentarme ante tu imagen sagrada, ¡oh Inmaculada y bondadosa Madre!, para honrarte en esta novena, bajo el nombre bendito de Virgen de Lourdes, cumplo con el deseo que manifestaste a todos tus hijos por medio de Bernardita, la hija predilecta de tu amor. Quisiste ver a las muchedumbres postradas a tus plantas y para atraerlas más eficazmente, nos hiciste entrever los esplendores del Cielo, mostrándote en toda la hermosura de tu eterna juventud. Como la paloma del Cantar de los Cantares, te asomaste a las aberturas de la piedra, a la Gruta de la montaña, y el mundo contempló admirado los reflejos de tu resplandeciente rostro y oyó los ecos de tu voz dulcísima. Confirmando con tu palabra venida del Cielo la palabra del Pontífice Supremo que acababa de proclamarte, a la faz de la tierra, Inmaculada en tu Concepción, llenaste su corazón de consuelo y al mundo Católico de júbilo. Las lágrimas y los gemidos de tus hijos, agobiados bajo el peso de sus miserias, llegaron hasta el trono de tu misericordia, y llevada de tu inmensa compasión, acudiste presurosa para sanar sus cuerpos y sus almas. Mandaste, y luego de la tierra dócil salió el agua benéfica y cristalina, cuya misteriosa virtud devuelve vista al ciego y palabra al mudo, vida a los miembros muertos, imagen sensible de la gracia que, pasando por tu Corazón, transforma y resucita a las almas.  
A tus pies vengo, pues, ¡oh Madre amante!, para escuchar tu voz, exponer mis necesidades y solicitar tus maternales favores. Bernardita era pura cuando se acercaba a la Gruta donde tú la atraías: yo, que soy criatura tan culpable, ¿me atreveré a acercarme al trono de la pureza que rodean los ángeles del Cielo? Tu bondad para con los pecadores me alienta, ¡oh María! Dadme luz, ¡oh Reina de la Sabiduría!, cúbreme con el manto de tu maternal protección, para que en esta novena comprenda tus enseñanzas, me someta a tus consejos, los practique con amor, aleje de mi alma la ira de Dios y merezca en cambio su gracia y su amor. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO – 9 DE FEBRERO

MEDITACIÓN:

LA FUENTE DE LA GRUTA,

SEÑAL DE LA CONFESIÓN

El cura de Lourdes había pedido a Bernardita como prueba de la veracidad de las apariciones que floreciese el agavanzo del peñasco. ¡Pobre inteligencia humana! ¡Cuánto más profundas son las miras de María! El hombre, aun cuando sea para asegurar su fe, pide un milagro que al fin solo satisfará su curiosidad, y María le va a abrir los tesoros de su misericordia, descubriéndole un venero de gracias inagotables que a través de los siglos manarán en provecho de la pobre humanidad. Era el 25 de febrero, al llegar la niña a la Gruta, la Virgen María le dijo: “Quiero confiarte, sólo para ti, el último secreto” (ya le había revelado otros dos). Y tras un corto instante añadió: “Ahora ve a beber y a lavarte en la fuente, y come la hierba que hay allí”.

Atónita la niña, mira alrededor, pues nunca hubo fuente en la Gruta. Bernardita quiere dirigirse hacia el torrente, mas la visión la detiene con un ademán y le dice: “No te he dicho que vayas al arroyo; ve a la fuente que está aquí”. Buscaba la niña, pero nada veía. Con otro ademán, la visión le indicó el lugar, y la niña empezó a escarbar con sus manos la arena.

De repente el hoyo hecho por la niña se humedeció, y bajó la mano de ésta, apareció un agua misteriosa que pronto llenó el hoyo. Como estaba mezclada con lodo, y de consiguiente turbia, la niña no se animaba a beberla. Mas al fin, al ver la sonrisa de la visión que la miraba sin cesar, venció su repugnancia, la bebió y se lavó con ella el rostro. Los concurrentes nada comprendían y pensaban que la niña estaba loca. El manantial casi imperceptible al principio siguió creciendo hasta alcanzar el chorro el grueso del brazo de un niño, y desde entonces ni creció ni disminuyó. 

Vete a lavar en la piscina”, dijo Jesús al ciego de Siloé. María repite la misma palabra, no sólo a Bernardita, sino a todos aquellos que van a implorar su protección, y como Jesús, María hace de las aguas de la fuente milagrosa el instrumento de sus innumerables prodigios y de sus maternas misericordias, y no hay casi milagro, en Lourdes, que no tenga o su principio o su conclusión en las benditas aguas, de las cuales parecen manar raudales de salud corporal. Mas, si María sana los cuerpos en las aguas benditas es para manifestarnos que también las almas tienen su baño divino en el cual se deben lavar para sanar. En efecto, las aguas de Lourdes, como las de Siloé, son la imagen de las aguas de la gracia cuyos canales son los Sacramentos y muy en particular el de la penitencia. “Ve y lávate en la fuente”. Almas cristianas, maculadas con la mancha del pecado, ¿queréis limpiaros para ser dignas de comparecer delante de vuestra Madre? Id a lavaros en la fuente. Almas enfermas de la lepra espiritual, ¿queréis recobrar la salud de vuestra alma? Id a lavaros a la fuente, acudid al Sacramento de la Penitencia, purificaos en él de todas vuestras culpas, y vuestra alma será sana y salva. El Sacramento de la penitencia purifica, fortalece, sana, resucita. En él nuestra alma recobrará la verdadera salud que nos hará seguir el camino del deber y nos introducirá después en la celestial mansión.

 

Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales: La Santa Iglesia, la Patria, los gobernadores eclesiásticos y civiles, la enseñanza católica, la salud de los enfermos, y la conversión de los pecadores.

 

v NUESTRA SEÑORA DE LOURDES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)

v SALUD DE LOS ENFERMOS: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)

v REFUGIO DE LOS PECADORES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Gloria.

   
Oración del día octavo

Nuestra Señora de Lourdes, Vos que nada rehusáis a la fe de vuestros hijos, haced descender sobre nosotros la fe misma; no sólo la fe que consiste en creer las verdades que la Iglesia enseña, sino también la fe particular, esa fe viva y filial plena y ardiente que tanto agrada al corazón de Dios; esa fe poderosa y sin vacilaciones que recompensa en la tierra concediéndole todo lo que pide y haciendo por ella los mayores milagros. Dadnos la fe de esas almas rectas y sencillas que os han invocado en Lourdes y lejos de Lourdes, y que han obtenido de vuestra inmensa bondad esas extraordinarias curaciones que asombran al mundo. Ciertamente, ¡oh María!, nosotros creemos y con el socorro de la gracia sabríamos morir por nuestra fe, mas a pesar de todo, esta fe es tímida, vacilante y tiembla a cada paso en medio de las tinieblas. Hacedla valiente, firme y luminosa. ¡Oh María!, en Vos ponemos nuestra confianza.

¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros!

 

PRÁCTICA: Hacer la Comunión sacramental, y en caso de que no se pueda la comunión espiritual.

 

GOZOS EN HONOR

A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
   
Virgen Santa Inmaculada,
De la Gruta misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Allá en las verdes riberas
Donde sus aguas de plata
El manso Gave desata
Dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques
La humilde Lourdes reposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
De verduras tapizadas
Se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas,
Con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta
Que cubre silvestre roca.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Hacia las faldas del monte
Subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita
Por sus gracias y candor,
A formar haces de leña
Que diera fuego a su choza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Súbitamente a la Gruta
De luz un rayo ilumina,
Y en una aureola divina
Más esplendida que el sol,
La reina del Cielo y tierra
Su planta en la roca posa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
“No temas, hija querida,
Levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada,
Soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio
De mi mano portentosa”.

Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Dijo la Virgen, y envuelta
Por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo sube
Que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida,
De placer su alma rebosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Al pie de esta misma Gruta,
Diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana
La vista recibió,
Otras tantas desafiando
Al malvado victoriosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Sellar quiso sus bondades
La Señora eternamente,
Con una límpida fuente
Que entre las rocas brotó,
Al contacto repentino
De la niña candorosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
En esas aguas del cielo
El hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada,
Calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María
La Iglesia Santa se goza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
El lejano peregrino
Va a postrarse ante esa roca
Donde el mundo entero invoca
Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.

Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Virgen Santa Inmaculada
De la Gruta Misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Acabo de recibir de tus labios divinos, ¡oh piadosa Madre!, las lecciones que das a la tierra por medio de tu gloriosa y misericordiosa aparición. Para probar tu misión divina a la tierra has multiplicado, como lo hizo tu hijo Jesús, los milagros a favor de los hombres, dando la vista a los ciegos, oído a los sordos; habla a los mudos y salud completa a los enfermos agobiados por toda clase de dolor.

En estos enfermos, ¡oh Madre piadosa!, reconozco las dolencias de mi alma que tú has venido a sanar. En su ceguedad, ¡oh María!, mi alma se ha extraviado del camino del bien. En su sordera, ha desentendido la voz de Dios que la llamaba atrayéndola con las caricias de su gracia. En su mudez, ha dejado de alabar a Dios por sus grandezas y beneficios y agobiada por sus múltiples enfermedades, ha dejado de practicar el bien y la virtud. ¡Oh María, refugio de los pecadores y salud de los enfermos!, sana mi alma de las enfermedades que la aquejan. Guíame sin cesar por el camino del bien, haz que mi alma oiga siempre la voz de Dios y no la desatienda jamás, y que cante siempre sus alabanzas; líbrala de todas las enfermedades que la agobian, para que libre del peso de la tentación y del pecado, siga tus huellas, imite tus virtudes y te acompañe en tu vuelo hacia la patria feliz. Así sea.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.