jueves, 20 de enero de 2022

Vida de Unión Con Dios (II) San Pedro Julián Eymard

 

Vida de Unión Con Dios (II)... by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

 

VIDA DE UNIÓN CON DIOS (II)

CONSEJOS DE VIDA ESPIRITUAL

 

La vida en Dios, con Dios

Os quejáis de vuestras dificultades en la adquisición del recogimiento; es que el recogimiento es el comienzo del paraíso. Así como nadie entra en el Cielo sino después de haber sufrido, de la misma manera acaece con el recogimiento, ya que éste se define: la vida en Dios, con Dios. ¿Qué más es el cielo?

Guardad el recogimiento de la intención y del afecto; recogeos cuanto podáis en el pensamiento habitual de la presencia de Dios.

¡Ah! Si viéramos en todas las cosas a Dios, si le consultáramos como los ángeles, ¡cuán de otra manera obraríamos! Seríamos dueños de nosotros mismos en todo, porque Él sería nuestro amable compañero.

He aquí nuestro programa: comenzad por vuestras oraciones; echad fuera del lugar santo las moscas de las distracciones; ocupaos tan sólo de Dios y de vosotros mismos, y poco a poco seréis dueños de vosotros.

Estad en guardia contra la disipación de vuestro espíritu.

¡Cuanto mal hace al corazón! El espíritu divagando por doquiera, ocupándose de mil naderías, deja seco al corazón y no lo alimenta ya con buenos pensamientos; la memoria no le recuerda ya más la presencia de Dios; la imaginación se divierte y entretiene al espíritu con sus necias invenciones.

Y entonces nuestro pobre corazón queda obligado a una mera sensiblería en la piedad y reducido el beneplácito de la gracia; pero como todavía no ha echado hondas raíces en Dios, ni está lleno de su amor, ni vive del Espíritu Santo, se agota y desfallece al poco tiempo.

Trabajad a toda costa en la práctica del santo recogimiento, viviendo de la ley de Dios, de su verdad, de los dones de su bondad, de los testimonios incesantes de su amor. Fijad vuestro centro de vida y el lugar de vuestro descanso en Dios para que el espíritu de nuestro Señor sustituya a vuestro pobre espíritu y sea la luz, la alegría y la vida de vuestro corazón.

Recogeos más bien en el corazón que en el espíritu. Tratad a Jesús como lo hacéis con un huésped amigo, amado y regio. No lo dejéis solo por largo tiempo; dirigidle un saludo en medio de vuestras ocupaciones; llevadle de vez en cuando algún pequeño ramillete de amor; no permitáis que se amortigüe el fuego del divino amor; conservad cuidadosamente este fuego por la unión con Dios, por el ofrecimiento habitual de cuanto hacéis y, sobre todo, de los pequeños sacrificios que se os presenten cada día; entregaos generosamente a vuestras obligaciones de estado, a todo cuanto exija vuestra posición: la gotita de agua muchas veces repetida llega a llenar un vaso, a dar origen a un riachuelo y formar un caudaloso río. Alimentad el fuego del amor con todos los actos de vuestra vida. “Para los que aman a Dios –dice el Apóstol– todo se torna en bien”.

¡Qué gozo experimentará Jesús, vuestro buen maestro, y con qué alegría os esperará!

 

La raíz da la vida al árbol

No os dejéis engañar, so capa de celo, pensando que al daros a los demás no perdéis nada vosotros, y con ello creéis que podéis despreocuparos de vosotros mismos.

Creedme: no ejercitéis el celo más que por deber; pero aspirad a la vida interior, atraídos por el amor divino.

Habéis de respirar en Dios a todo pulmón, vivir de Él. Después de todo, no hay vida más verdadera que la interior; la vida exterior es para nosotros un desgaste de nuestra débil virtud.

Es evidente que la raíz da la vida y la pujanza al árbol; pero se halla oculta bajo tierra, porque le es preciso trabajar oculta y sosegadamente.

Algo semejante ocurre en la vida espiritual: la caridad, las virtudes, las obras exteriores, la misma oración vocal, no son ni deben ser más que ramas; la vida de esas obras radica toda en el recogimiento, en la unión del alma con Dios; es su alimento, su vida y su fuerza. He aquí la razón por la cual habéis de uniros con Dios en la oración, escucharle más bien que hablarle; acogeros humildes a su corazón más bien que ejercitaros en actos de entrega, en que el alma de ordinario pierde su recogimiento y se desvanece en sentimientos extraños a su naturaleza.

Cuanto más os gastéis en vuestro trabajo exterior, tanto más  debéis tonificar y llenar de Jesús vuestro interior.

 

La verdadera actividad espiritual

La actividad del alma: ése es nuestro gran enemigo.

Se diría que nos enciende en la piedad; pero este ardor es a menudo ficticio y debilitante.

La verdadera actividad espiritual es aquella que se ejercita en Dios o en torno de Dios, ya que el alma se une por la caridad a su fin y a su gracia inmediata.

Esta es la razón por la cual nada hay más activo que el verdadero amor de Dios, porque entonces la llama actúa bajo el influjo inmediato del fuego.

Trabajad con todo interés por ser interiores; es decir, por trabajar a una con Él y por ser felices con Él. Sabed alimentaros a cada instante de su divina providencia, natural y sobrenatural; uníos tiernamente a Él por un sentimiento sencillo de corazón y de deseo, siempre que no sintáis ningún estimulante de vuestro amor y muy especialmente cuando recibáis alguna consoladora visita interior.

Su luz inspirará y motivará vuestro pensamiento y regulará vuestras ideas. El fuego se sostiene por sí mismo cuando se le alimenta con buen combustible: es verdad que la actividad es su elemento, mas la verdadera actividad del amor es interior.

En el momento en que Dios quiera expansionar exteriormente esta llama y volverla incendiaria, un ligero soplo la llevará presto a la selva que la rodea; y cuando este viento sople en vosotros, dejad que lo devore todo: Dios lo dirige.

 

Continúa…