sábado, 7 de enero de 2023

8 de enero. LA HUIDA DE JESÚS A EGIPTO. San Alfonso María

8 de enero

DE LA HUIDA DE JESÚS A EGIPTO

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

 

8 de enero

DE LA HUIDA DE JESÚS A EGIPTO

 

Aparece el Ángel a José en sueños y le da a saber que Herodes andaba buscando a Jesús para quitarle la vida, por lo que le dice: Levántate y toma el Niño y a su Madre, y huye a Egipto (Mt 2, 13).

He aquí, pues, que, apenas ha nacido Jesús, es perseguido ya de muerte. Herodes es figura de aquellos miserables pecadores, que tan luego, como ven renacido en su alma a Jesucristo por el perdón, le persiguen de nuevo a muerte volviendo al pecado: Buscan al Niño para perderle. José obedece prontamente a la voz del Ángel y avisa de ello a la santa Esposa. Toma los pocos instrumentos de su oficio que podía llevar y que habían de servirle para procurar en Egipto el sustento a su pobre familia. María, a la vez, reúne un pequeñito arado de pañales para el uso del santo Niño y, después, se dirige al aposento, se arrodilla ante todas cosas, delante de su tierno Infante, le besa los pies y, después, con lágrimas de ternura, le dice: ¡Oh, Hijo mío! apenas habéis nacido y venido al mundo para salvar a los hombres y, éstos mismos, os buscan para quitarlos la vida. Dicho esto, lo toma y siguiendo ambos Esposos en llorar, cierran la puerta y, en la misma noche, se ponen en camino. Ve considerando las ocupaciones de estos santos peregrinos en tal viaje. Todas las conversaciones son de su amado Jesús, de su paciencia y de su amor, aliviándose de esta manera en las penas e incomodidades de tan largo camino.

¡Oh, cuán dulce es padecer a vista de Jesús que padece!

Acompáñate también tú, alma mía, dice san Buenaventura, con estos tres santos y pobres desterrados y compadécelos en esta peregrinación que hacen tan fatigosa, larga y sin comodidad. Ruega a María que te conceda llevar en tu corazón a su Hijo Divino.

Considera cuánto debería padecer, especialmente en aquellas noches que había de pasar en el desierto de Egipto. La desnuda tierra les serviría de lecho al aire libre y frío. Llora el Niño por dolor. Lloran María y José por compasión. ¡Oh, fe santa! y ¿quién no llorará al ver un Hijo de Dios, que, hecho chiquito, pobre y abandonado, huye por un desierto para librarse de la muerte?

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

Mi amado Jesús, Vos sois el Rey del cielo, más ahora os veo Niño, andando errante sobre la tierra; decidme ¿qué andáis buscando? Yo os compadezco cuando os miro tan pobre y humillado, pero más, al vero tratado con tanta ingratitud por aquellos mismos a quienes habéis venido a salvar.

Vos lloráis, pero lloro también yo por haber sido uno de tantos que, en el tiempo pasado, os han despreciado y perseguido. Pero, sabed que ahora aprecio más vuestra gracia que todos los reinos del mundo; perdonadme, Jesús mío, todos los malos tratamientos que os he hecho y permitid que, así como María os llevaba en brazos cuando huía a Egipto, del mismo modo os lleve yo siempre en el corazón durante el viaje de mi vida presente a la eternidad. Amado Redentor mío, muchas veces os he desechado de mi alma, pero ahora espero que hayáis vuelto a poseerla.

¡Ah! Estrechadla, pues, a Vos, con las dulces cadenas de vuestro amor. Yo no quiero apartaros más de mí, pero temo. ¡Quién sabe, si tendré que abandonaros de nuevo, como lo he hecho anteriormente! ¡Oh, mi Señor! Hacedme primero morir que yo haya de usar esta nueva y horrenda ingratitud.

Os amo, bondad infinita y así quiero siempre repetir: ¡Yo os amo, yo os amo, yo os amo! Y, de esta manera, diciendo siempre esto, espero también morir.

¡Ah, Jesús mío! Vos sois muy bueno, muy digno de ser amado. Haceos, pues, amar. Haceos, pues, amar de tantos pecadores que os persiguen. Dadles luz, hacedles conocer el amor que les habéis tenido y el amor que os merecéis, pues que andáis prófugo por la tierra, Niño tierno y pobre, llorando, temblando de frío y buscando almas que quieran amaros.

¡Oh, María! ¡Oh, santa Virgen! ¡Oh, Madre amada y compañera de los padecimientos de Jesús! Ayudadme Vos a llevar y conservar siempre en mi corazón a vuestro Hijo en la vida y en la muerte.

 

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.