jueves, 12 de enero de 2023

13 de enero. LA PÉRDIDA DE JESÚS EN EL TEMPLO. San Alfonso María

13 de enero

DE LA PÉRDIDA DE JESÚS EN EL TEMPLO

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

13 de enero

DE LA PÉRDIDA DE JESÚS EN EL TEMPLO.

 

Refiere san Lucas, capítulo 2, que María y José iban todos los años a Jerusalén en el día de la Pascua y llevaban consigo al niño Jesús.

Era, pues, costumbre (según el venerable Beda) entre los hebreos hacer este viaje al templo (a lo menos a la vuelta), yendo los varones separados de las mujeres; y los niños iban según les parecía en compañía o de los padres o de las madres.

El Redentor, que tenía entonces doce años, se quedó en aquella solemnidad por tres días en Jerusalén, creyendo María que iba el Niño con José y éste que iba con María, existimantes autem illum esse in comitatu (Lc 2, 44). Jesús empleó todo aquel tiempo en honrar a su eterno Padre con ayunos, vigilias y oraciones. Si tomó algún poco de comida, dice San Bernardo, debía procurársela mendigando y, si tomó un poco de reposo, no tuvo otro lecho que la desnuda tierra. Llegada la tarde y reunidos José y María en su casa, no hallaron a Jesús, por lo que afligidos comenzaron a buscarlo entre los parientes y los amigos.

Últimamente, volviendo a Jerusalén, al tercer día le hallan en el templo que disputaba con los doctores; los cuales, pasmados, admiraban las preguntas y respuestas de aquel gran Niño.

Al verlo María le dice: Hijo, ¿por qué lo has hecho así con nosotros? Mira cómo tu Padre y yo angustiados te buscábamos.

No hay en esta tierra pena semejante a la que experimenta un alma que ama a Jesús si teme que se haya alejado de él por cualquier falta suya. Esta fue la pena que tanto afligió a María y a José en aquellos días, temiendo, acaso por su humildad, como dice el devoto Lanspergio, que se hubiesen hecho indignos de guardar un tan gran tesoro. De aquí fue que, al verlo María, para darle a entender su dolor, le dice de aquella manera y Jesús responde: ¿No sabíais que en las cosas que son de mi Padre me conviene estar?

Aprendamos de tal misterio dos documentos. El primero, que debemos dejar a todos, amigos y parientes, cuando se trata de procurar la gloria de Dios. El segundo, que Dios se hace hallar de quien le busca, conforme aquellas palabras de Jeremías: Bueno es el Señor para el alma que le busca (Jeremías 14, 22).

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

¡Oh, María! Vos lloráis porque habéis perdido unos pocos días a vuestro Hijo. Él se ha alejado de vuestra vista, pero no de vuestro corazón. Señora ¿No conocéis que aquel puro amor con el cual le amáis le tiene ciertamente unido y estrechado con Vos? ¿Y sabéis, también, que el que ama a Dios no puede dejar de ser amado del mismo que dice yo amo a los que me aman? ¿Qué teméis, pues? ¿Por qué lloráis? Dejad que llore yo, habiendo perdido a Dios tantas veces por mi culpa desechándolo de mi alma. ¡Ah, Jesús mío! ¿Cómo he podido ofenderos a ojos abiertos, sabiendo que os perdía con el pecado? Pero, Vos no queréis que desespere, sino que, alegre el corazón, os busque.

Si en el tiempo pasado os he dejado, amor mío, ahora os busco. No quiero a otro que a Vos. Y para que posea vuestra gracia, renuncio a todos los bienes y gustos de la tierra, renuncio, también, a mi vida. Vos habéis dicho que amáis a los que os aman. Yo os amo, pues. Amadme Vos. Aprecio más vuestro amor que el ser dueño de todo el mundo. Jesús mío, yo no quiero perderos más, pero no puedo fiarme de mí. En Vos confío. Ea, pues, estrechadme con Vos y no permitáis que me haya de separar más de Vos.

¡Oh María, Vos me habéis hecho hallar a Dios, a quien perdí algún tiempo! Alcanzadme, asimismo, la santa perseverancia, para lo cual también os digo con san Buenaventura: En ti, Señor, esperé, jamás seré confundido. In te, Domine, speravi, non confundar in aeternum.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.