lunes, 2 de enero de 2023

3 de enero. DE LAS OCUPACIONES DEL NIÑO EN EL ESTABLO DE BELÉN. NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

 

3 de enero

DE LAS OCUPACIONES DEL NIÑO

EN EL ESTABLO DE BELÉN

NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

3 de enero

DE LAS OCUPACIONES DEL NIÑO

EN EL ESTABLO DE BELÉN

 

Dos son las principales ocupaciones de un solitario, orar y hacer penitencia. Ved, pues, a Jesús, que en la cueva de Belén nos da ejemplo de ellas.

En el pesebre, elegido por su oratorio en la tierra, no deja de rogar y sin intermisión al Eterno Padre. Allí hace continuamente actos de adoración y de amor y de súplicas. Antes de este tiempo la Majestad divina, si bien había sido adorada de los hombres y de los Ángeles, no obstante, nunca había recibido de estas criaturas aquel honor que le dio Jesús, aún Niño, al adorarla en el establo donde nació.

¡Cuán bellos, pues, y perfectos eran los actos de amor que el Verbo encarnado dirigía al Padre en su oración!

El Señor había intimado a los hombres el precepto de amarle con todo el corazón y con todas las fuerzas, pero este mandato jamás había sido cumplido perfectamente por ningún hombre.

Entre las mujeres, la primera en llenarlo fue María, y entre los varones el primero fue Jesucristo, que lo ejecutó de una manera inmensamente mayor que María. ¡Fríos! podrían decirse los Serafines respecto del amor de este santo Niño.

Aprendamos, pues, del mismo, a amar a nuestro Dios como se debe y supliquémosle que nos comunique una centella de aquel amor purísimo con el cual amaba a su Divino Padre en el establo de Belén.

¡Oh! ¡y que bellos, perfectos y caros eran a Dios los ruegos del infante Jesús! Pedía en todo tiempo y momento al Padre y sus peticiones todas se dirigían en nuestro favor y por cada uno de nosotros. Las gracias que cualquiera ha recibido del Señor, como el ser llamado a la verdadera fe, esperado a penitencia, las luces, el dolor de los pecados, el perdón, los santos deseos, las victorias en las tentaciones y todos los otros actos buenos que hemos hecho y haremos de confianza, de humildad, de acción de gracias, de ofrecimiento y de resignación, todo nos lo ha alcanzado Jesús y todo ha sido efecto de las oraciones de Jesús.

¡Cuánto, pues, le debemos! ¡Cuántas gracias debemos, por ello, darle y cuánto amarle!

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

Amado Redentor mío, ¡cuánto os debo! Si Vos no hubieseis pedido por mí, ¿en qué estado de ruina me hallaría? Os doy gracias, ¡oh, Jesús mío! Vuestras súplicas son las que me han alcanzado el perdón de mis pecados y las mismas espero que me han de alcanzar la perseverancia hasta la muerte. Habéis rogado por mí y os lo agradezco con todo el corazón, pero, os pido que no dejéis de rogar.

Yo sé que Vos seguís también en el cielo siendo nuestro abogado y sé que continuáis en rogar por nosotros. Seguid, pues, pidiendo, pero pedid más particularmente por mí, Jesús mío, que tengo más necesidad de vuestras súplicas.

Yo espero que ya Dios me haya perdonado por vuestros méritos, más así, como tantas veces he caído, así puedo volver a caer. El infierno no deja ni dejará de tentarme para hacerme perder nuevamente vuestra amistad.

¡Ah! Jesús mío, Vos sois mi esperanza, Vos me habéis de dar la fortaleza para resistir, a Vos la pido y de Vos la espero. No me contento solo con la gracia de no recaer, quiero también la gracia de amaros muchísimo. Se acerca mi muerte (Desconozco cuándo será) y si ahora yo muriese esperaría salvarme, sí, pero os amaría poco en el paraíso, porque hasta ahora os he amado poco. Quiero, pues, amaros mucho en la eternidad.

¡Oh, María Madre mía!, Rogad también por mí a Jesús. Vuestras súplicas todo lo pueden para con este Hijo que tanto os ama. Vos tenéis tanto deseo de verle amado, pedidle, pues, que me dé un grande amor hacia su bondad y que este amor sea constante y eterno.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.