lunes, 9 de enero de 2023

10 de enero. LA VUELTA DE JESÚS DE EGIPTO. San Alfonso María

 

10 de enero

DE LA VUELTA DE JESÚS DE EGIPTO

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

10 de enero

DE LA VUELTA DE JESÚS DE EGIPTO

 

Muerto Herodes y, después del destierro de siete años (según la opinión común de los Doctores), en los que habitó Jesús el Egipto, apareció de nuevo el Ángel a San José y le mandó que tomase el santo Niño y la Madre y volviese a la Palestina.

Consolado san José con este aviso, fue a participarlo a María. Más, antes que partiesen los santos Esposos, corteses como eran, se despidieron de los que, en aquel país, se habían honrado con su amistad. Después José recoge los pocos instrumentos de oficio, María su aradito de pañales y, tomando de la mano al Divino Niño, emprenden el regreso, llevándolo en medio de los dos.

Considera san Buenaventura que este viaje fue más fatigosos a Jesús que el de su huida, pues que ahora había ya crecido y no podían llevarlo José y María en brazos a largos trechos. Por otra parte, el santo Niño en aquella edad, no era aún apto para andar grandes distancias, así que, fue necesario, en tal viaje, que Jesús se parase a menudo y reposase por el cansancio.

Pero José y María, bien anduviesen, bien descansasen, siempre tenían puestos los ojos y el pensamiento en el amado Niño que era todo el objeto de su amor.

¡Oh, cómo marcha recogida en esta vida aquella alma feliz que tiene delante de su vista el amor y los ejemplos de Jesucristo! Los santos viajeros interrumpen, de cuando en cuando, el silencio con algún santo razonamiento, pero ¿con quién hablan? y ¿de qué hablan? No hablan, sino con Jesús y de Jesús. Quien tiene a Jesús en el corazón, no habla más que con Jesús y de Jesús.

Considera también la pena que debería padecer nuestro pequeñito Salvador en las noches de este viaje, en el cual no tuvo por lecho el regazo de María, como sucedió a la ida, sino la desnuda tierra y, por comida, no tuvo ya la leche, sino un poco de pan demasiado duro a su tierna edad.

Fue, también, visiblemente afligido de la sed en aquel desierto, en el cual los hebreos habían tenido tanta necesidad de agua que fue preciso un milagro para socorrerlos. Contemplemos, pues, y adoremos con amor todos estos padecimientos de Jesús niño.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

Amado y adorado Niño, Vos volvéis a vuestra patria, pero ¿a dónde? ¡Oh, Dios! ¿A dónde regresáis? ¿A dónde venís? Venís a aquel lugar en el que vuestros paisanos os preparan desprecios en vida y después azotes, espinas, ignominias y cruz en la muerte.

Todo estaba ya presente, ¡oh, Jesús mío!, a vuestros Divinos ojos y Vos venís voluntariamente a encontrar aquella pasión que os predisponen los hombres.

Pero, Redentor mío, si Vos no hubieseis venido a morir por mí, no podría yo ir a amaros en el paraíso, debiendo estar para siempre alejado de Vos.

Vuestra muerte ha sido mi salvación. Mas ¿cómo es que yo, aún después de vuestra muerte, despreciando la gracia que con ella me adquiristeis, me he condenado de nuevo al infierno? ¡Ah! Conozco ser poco un infierno para mí. Pero Vos me habéis esperado para perdonarme y ya, arrepentido, detesto todos los disgustos que os he dado.

Ea pues, Señor, libradme de las penas eternas. ¡Ah, Miserable de mí si otra vez me condenase! ¡qué tormento tan grande sería el remordimiento de haber considerado ya, y gustado en mi vida, el amor que me habéis tenido! No tanto el fuego del infierno, cuanto el recuerdo de vuestro amor, ¡oh, mi Jesús! Sería mi pena.

Vos habéis venido al mundo a fin de encender el fuego vuestro santo amor. De este fuego quiero ser abrasado y no de aquel que me tendría para siempre separado de Vos.

Repito, pues, Jesús mío, libradme del infierno, porque en él no os puedo amar.

O María, Madre mía, por todas partes oigo decir y predicar que aquellos que os aman y confían en Vos no se condenan, si quieren enmendarse. Yo os amo, Señora mía y en Vos confío. Quiero enmendarme. ¡Oh, María! Pensad en librarme del infierno.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.