SAN JOSÉ, PATRÓN ESPECIAL DE LOS MORIBUNDOS. (22)
Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.
Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:
Oración a san José
Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
MEDITACIÓN
San Enrique de Ossó
SAN JOSÉ, PATRÓN ESPECIAL DE LOS MORIBUNDOS
Composición de lugar. Contempla al bendito Santo agonizando en brazos de Jesús y María.
Petición. Muera como vos, ¡oh dulce protector mío san José!, la muerte de los justos.
Punto primero. Hay un instante en la vida, y que ha de llegar infaliblemente, único temible y deseable. Poco importa al fin que todo haya andado mal, si este instante es bueno. Es el momento decisivo del que pende la eternidad feliz o desdichada. Todas las otras cosas son nada en comparación de él, porque un momento nos hace ganar o perder a Dios por toda la eternidad. Este instante, el más solemne de nuestra vida, es a la vez el más angustioso, porque las enfermedades, dolores, tormentos y males que le anteceden y le acompañan son los mayores y más terribles de la vida. Es verdad que todo ese cortejo de miserias no trasciende los umbrales de la eternidad, pero acompáñanle hasta allí. Asoman la cabeza, saludan desde las riberas de la vida a la eternidad, pero se vuelven otra vez o se detienen. San José bendito, porque probó este amarguísimo instante más que todos, fue constituido patrón de los moribundos, porque para él el morir fue inmensamente más doloroso que a todos los otros santos, ya porque le privaba de la presencia corporal de Jesús y de María, ya porque se iba al seno de Abraham después de haber gustado por treinta años de las delicias de su presencia y conversación y trato familiar… Murió san José en brazos de Jesús y de María plácidamente invocando sus santísimos nombres. ¿Qué más podía desear? ¡Oh feliz muerte!, ¡quién te pudiese alcanzar!
Punto segundo. Si la muerte es el eco de la vida, ¿cómo moriremos nosotros? Si ahora fuese, ¿cómo moriríamos? De temer es que una floja vida tenga una triste muerte, que una vida mala tenga una muerte pésima. Una vida santa trae una santa muerte. ¿Cómo, pues, presumimos alcanzar lo que más nos importa no haciendo cosa conveniente para lograrlo? No todos saben vivir bien, o mejor no quieren vivir bien; y no obstante todos queremos bien morir. No dejemos, pues, lo que más nos importa para última hora, que no sabemos si estará a nuestra mano. ¿Cuántos hay que mueren de repente? ¿Cuántos sin estar prevenidos? ¿Quisiéramos morir como hemos vivido hasta aquí? Si la muerte es el eco de la vida, no tiene derecho a esperar una buena y santa muerte quien llevó vida pecadora, vida estéril, vida de escándalo. Ahora es tiempo de reparar las quiebras del tiempo perdido, que en aquella última agonía no podrá el alma ocuparse seriamente en el negocio que más le importa. Haz ahora una confesión general, devoto josefino, si no la has hecho bien, o no la has hecho en toda la vida; examina tu conciencia, procura ponerte en gracia de Dios, y no dejes para última hora lo que has de hacer ante todo y primeramente que todo. Oye a quien bien te quiere, y no te pesará en el último momento.
Punto tercero. ¿Qué medios hemos de poner para merecer el patrocinio de san José en aquella hora? Vivamos como san José, y moriremos como san José, asistidos de san José, protegidos por san José, en brazos de san José. ¡Oh, qué dulce será morir en brazos de quien tanto nos ama! ¡Quién lo pudiese alcanzar!... Pues vive como san José. Date a la oración, al cumplimiento de tus deberes, al trato familiar con Jesús y María. Guarda castidad, huye de los peligros y ocasiones de pecar, en una palabra, apártate del pecado y practica la virtud como san José, y el santo bendito te asistirá, te consolará, te protegerá, porque es especial abogado y protector de los moribundos. Ningún devoto de san José ha tenido mala muerte. Por experiencia lo podemos asegurar. Obliga al Santo bendito a que te sea abogado y protector en aquella hora, y exclamarás lleno de gozo: ¡Oh, nunca hubiera creído fuese tan dulce morir, y morir en brazos de san José!
Obsequio. Todos los días repetiré por los agonizantes muchas veces: Corazón de Jesús puesto en agonía, apiadaos de los que mueren en este día. (100 días de indulgencia).
Jaculatoria. Jesús, José y María, expire en paz con vos el alma mía. (100 días de indulgencia).
Oración final para todos los días
Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.