domingo, 7 de marzo de 2021

SAN JOSÉ, PATRÓN ESPECIAL DE LOS OBREROS. (21) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

SAN JOSÉ, PATRÓN ESPECIAL DE LOS OBREROS. (21)

Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

 

Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

MEDITACIÓN

San Enrique de Ossó

SAN JOSÉ, PATRÓN ESPECIAL DE LOS OBREROS

 

Composición de lugar. Imagínate ver a san José con el Niño Jesús trabajando de carpintero en la modesta tienda de Nazaret.

 

Petición. Oh bondadoso san José, haz que ame y glorifique a Dios con mis trabajos en esta vida y gane la eterna.

 

Punto primero. San José, para ser con verdad patrón de los obreros, era conveniente que pasase la vida en el taller trabajando. Así como fue elegido por Pontífice, que interpelase para con nosotros en el cielo, Jesucristo, varón tentado en todo y semejante a nosotros y rodeado de enfermedad sin pecado, para que pudiese condolerse de los que ignoran y yerran, según san Pablo; era asimismo conveniente que el patrón universal de la clase obrera, fuese obrero y estuviese curtido en sus trabajos y necesidades. San José, aunque hijo de cien reyes y a quien de derecho tocaba gobernar la Judea, vino a menor fortuna y ejercía el oficio de carpintero en Egipto, Judea y Nazaret, y ganaba el pan con el sudor de su rostro. Como justo, jamás exigió de los trabajos que hacía un céntimo más de su valor. Con empeño y con toda perfección y ahínco trabajaba el modesto artesano en su modesto taller, dechado de las familias cristianas. San José, en compañía del divino aprendiz, Hijo de Dios, acepillaba, aserraba la madera, y fabricaba con primor y destreza mesas, puertas y ventanas, arados y yugos. No defraudaba del jornal ni trabajaba menos de lo convenido. Con todo, el Señor permitía a veces que se hallase sin jornal y sin trabajo, para que sirviera de modelo y edificación a los obreros en este punto por su resignación. “Siempre y cuando nos veíamos en aprietos (reveló a santa Brígida la Virgen), dificultades y pobreza, sin darnos Jesús oro ni plata, exhortábanos a la paciencia, y nos guardaba de ambicionar felicidades de otros. Las cosas necesarias nos venían a veces por manos de personas piadosas, y otras de nuestro trabajo, de manera que tuviéramos lo necesario para el sustento, y no lo superfluo”. ¡Qué hermoso modelo para los que trabajan y sufren! ¿No querrás tú imitarlo, devoto josefino?

 

Punto segundo. San José, modelo y protector de los obreros y de cuantos se hallan en inferior condición. –Oigamos con gran reverencia y grabemos en nuestro corazón las enseñanzas de nuestro santísimo padre, el sapientísimo León XIII. Dice así: “San José, de sangre real, unido en matrimonio a la mayor y mas santa de todas las mujeres, padre en la opinión de los hombres, del Hijo de Dios, a pesar de todo esto pasa su vida trabajando, y con el trabajo de sus manos y el ejercicio de su arte procura cuanto es necesario a la sustentación de los suyos. No es, por lo tanto, si se busca la verdad, abyecta la condición de los más pobres, y no solamente no hay en los trabajos de los obreros deshonor alguno, sino que puede, cuando se le junta la virtud, grandemente ennoblecerse. José, contento con lo suyo, aunque poco, sufrió con ánimo igual y levantó las estrecheces que van necesariamente unidas a aquella escasez de los medios de sustentarse, es decir, que siguió el ejemplo de su Hijo, el cual habiendo tomado la forma de siervo, con ser Señor de todas las cosas, abrazó de voluntad la mayor pobreza e indigencia”. Hasta aquí el sapientísimo León XIII. ¿No es verdad que convencen estas razones y presentan a san José como el más acabado modelo de todos los obreros y de todos los que sufren la pobreza? Imitémosle, y como el Santo seremos felices en el tiempo y por toda la eternidad.

 

Punto tercero. “En el pensamiento de estas cosas, prosigue el inmortal pontífice, deben levantar sus ánimos y rectamente pensar los pobres y cuantos van sustentando su vida con el salario de sus manos; a los cuales si es concedido sin faltar a su justicia, hacer esfuerzos para salir de la pobreza y alcanzar un estado mejor; sin embargo trastornar el orden por la providencia de Dios establecido, ni la razón, ni la justicia se lo permiten. Y aún más, echar mano de la fuerza, y por medio de la sedición y de los alborotos acometer en esta materia cualquier cosa, necio consejo es, y que la mayor parte de las veces hace mas graves aquellos mismos males por cuyo alivio se tomó. No confíen, pues, los pobres, si son cuerdos, en las promesas de hombres sediciosos, sino en los ejemplos y patrocinio del bienaventurado san José, y asimismo en la maternal caridad de la Iglesia, que en verdad, cada día va teniendo de ellos mayor cuidado”. ¡Oh hermanos! ¡Oh obreros de cualquier condición que seáis!, oíd tan hermosas palabras, tan verdaderas y celestiales enseñanzas, y mejorará vuestra condición, y aprenderéis a amar y temer a Dios, y a ser felices acá y en la eternidad por la intercesión y patrocinio de san José. Es esta la voz del más sabio de los reyes y del más amoroso de los padres, y que más se interesa por vuestra verdadera felicidad. Oídle, e imitad a san José, modelo el más perfecto del obrero católico.

 

Obsequio. Procuraré conformarme con la voluntad de Dios en el estado y condición en que me hallare.

 

Jaculatoria. Bondadoso san José, en unión de vuestros trabajos con Jesús os ofrezco este trabajo a la mayor gloria de Dios.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.