miércoles, 3 de marzo de 2021

SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA INFANCIA. (17) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA INFANCIA. (17)

Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

 

Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

MEDITACIÓN

San Enrique de Ossó

SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA INFANCIA

 

Composición de lugar. Mira a san José fugitivo a Egipto con el Niño Jesús cubierto con su pobrecita capa.

 

Petición. Poderoso san José, guardad a la tierna infancia de todo mal y peligro de alma y cuerpo.

 

Punto primero. Necesidad de protección. –No hay edad más necesitada de socorro que la infancia. En ella el hombre, de peor condición que muchas bestias, no puede valerse, y sin el socorro de una mano poderosa y amorosa no viviría. Miles de enemigos le cercan. El hambre, el calor, el frío, sobre todo su impotencia absoluta, le imposibilitan de defenderse contra tantos enemigos y hacerse a ellos superior. Donde no hay una madre amorosa que proteja la debilidad de la infancia, muere; donde no hay almas caritativas que reemplacen a las madres naturales crueles, deja de existir. Testigos: la China y otros países en donde tantos miles de infantes perecen todos los días comidos por los perros o cerdos, o ahogados, o muertos violentamente. ¿A quién acudir en demanda de socorro para tantos infelices? ¡Oh, no hay otro mejor protector que el glorioso san José!

 

Punto segundo. San José protege la infancia del Niño Jesús y de los niños que a él se consagran. –Nada hay más tierno y consolador que el contemplar la providencia de Dios nuestro Señor, que a cada necesidad provee del conveniente remedio. Si el Niño Jesús, a pesar de ser Hijo de Dios, aparece rodeado de todas las miserias y debilidades de un tierno infante, menos el pecado, provee en san José un ayo y protector que le defenderá de ellas. Sí, san José aparece siempre como el ángel tutelar, el padre amorosísimo del Infante Jesús. Búscale abrigo en Belén, y al verse repelido por aquellos duros habitantes, búscale una cuevecita, y allí le adora, le calienta, le acalla, le protege de las inclemencias del tiempo. Un rey inhumano y cruel trata de dar muerte al infante Jesús, y envía satélites por todas partes, y mata a miles de infantes; mas san José salva al Salvador del mundo con su precipitada fuga a Egipto. ¡Oh, contempla, devoto josefino, en esta huida, al Santo cómo cubre con su manto al tierno Infante en aquel largo y penoso viaje, para guarecerlo contra las inclemencias del tiempo! ¡Cómo le envuelve con su pobre capa, y le estrecha contra su pecho para calentarle! ¡Cómo le lleva en los brazos, cómo le da de comer y le mece y le acaricia y le regala! Providencia de Dios Padre era san José para con su Hijo Jesús en este mundo, y como tal cuidábale amoroso, protegíale cuidadoso, y proveíale de todo lo que había menester. Y el infante Jesús en brazos de san José lo tenía ya todo: nada temía, de nada cuidaba. A ti me ha confiado mi Padre celestial, decíale el pobre Jesús; tú serás mi ayuda y sostén en mi infancia. ¡Oh Santo bendito!, verdaderamente no puede hallarse otro patrón mejor que tú para proteger a la infancia desvalida, porque protegiste al mejor infante, Cristo Jesús. ¡Benditos infantes que desde su concepción en el seno materno están consagrados a ti, y están puestos bajo tu patrocinio, tu protección soberana! ¡Qué felices pasarán los azares de la vida! Madres de familia, poned vuestros hijos bajo la protección especial de san José, y los veréis crecer en edad, sabiduría y gracia, como crecía Jesús.

 

Punto tercero. ¿Qué hacemos nosotros para proteger a la infancia? No hablemos de la obra de la Santa Infancia destinada a salvar miles de niños abandonados entre los infieles, obra que recomendamos a todos los devotos del Santo sobremanera, y pedimos para ella sus limosnas; hay otros infantes entre nosotros que reclaman asimismo toda nuestra protección. Unos abandonados por madres mercenarias o pecadoras, o que les procuran la muerte antes que vengan al mundo; otros expuestos al vicio y a la prostitución antes que sepan casi darse razón de lo que es malo; y todos o la mayor parte en peligro de perder sus almas (que es lo que más vale de este mundo), por los escándalos de palabras, de escritos, de láminas, etc., etc., o porque corrompen su inteligencia con el error que se les comunica en las escuelas laicas, de perdición y sin Dios. Contra todos estos y otros innumerables e inminentes males que amenazan a la débil infancia, aprovechemos el patrocinio de san José, pongamos todas estas obras bajo su protección, presentemos nuestras oraciones a Jesús y a María por manos del Santo, y la suerte de la infancia se mejorará. ¡Oh Santo protector de la infancia, que libraste a Jesús de las celadas y persecución de Herodes que quería darle muerte! Libra a la infancia desvalida de las asechanzas del herodes infernal que quiere matar sus almas, robarles su inocencia y su gracia, para que, libres de sus garras, alcancen la salvación eterna. Amén.

 

Obsequio. Procurar la fundación o sostenimiento de escuelas católicas, especialmente de párvulos, para que en ellas se eduque cristianamente la infancia.

 

Jaculatoria. Glorioso san José, ayo y pedagogo del Niño Jesús, guardad la infancia y niñez cristianas en el santo amor y temor de Dios.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.