AL LECTOR
Meditar en la Pasión del Señor es un
elemento fundamental en la espiritualidad cristiana.
Los textos que hemos elegido son de la
pasión de Jesús vivida por María Magdalena de Pazzi, edición del Carmelo
de Carpineto Romano de 1998.
Desde su infancia, Santa María Magdalena de Pazzi se sintió atraída por la contemplación de la Pasión de Cristo, siguiendo las Istruzioni et Avvisi
para meditar en la pasión de Cristo del P. Gaspar Loarte (1498-1578). A
partir de ese libro tomamos este pequeño texto que nos prepara bien
para recorrer el camino de la cruz con nuestra Santa.
"Por tanto, cuando medites en la pasión y
muerte de tu Redentor, que sea tu principal fin el enamorarte de aquel
Señor, que tanto te amó y que con tantas pruebas te ha demostrado su
amor. Toma en cuenta que todas esas llagas que contemplas en él son
voces que gritan y dan testimonio de este su gran amor. Míralo en la
cruz y comprenderás con esos signos como te invita y obliga a amarlo.
Esos pies clavados te demuestran que él quiere esperarte. Esos brazos
extendidos significan que desea abrazarte. Esa cabeza clavada de espinas
da señal de que quiere darte el beso de la paz. Aquel lado abierto
manifiesta que quiere darte un lugar en su corazón donde puedas
encontrar reposo y seguridad".
I. María acompaña a Jesús en la Pasión
He aquí el fiel siervo de Abraham que va
en busca de la novia de su hijo Isaac. Él la encuentra en la fuente y
ella le ofrece una bebida...
Este es mi Novio que quiere dar toda la
humanidad a su Padre eterno. Él encuentra a María, que está de acuerdo
en que él sufra la pasión y encuentra en ella a la novia que él trataba
de ofrecer al Padre eterno...
María le dio de beber, porque se
conformó a la voluntad divina que él debía sufrir... ¡Oh, qué dulce
fuente era aquélla que restauró la angustia de la pasión que ya había
comenzado en el Verbo!
II. Jesús en el jardín de la agonía
Oh Padre eterno ¡Tú escuchaste a Moisés
en el desierto! Habías dicho de tu Hijo: Éste es mi Hijo amado, en quien
tengo complacencia. Escuchadlo. Tú ordenas una cosa y no quieres
hacerla. Escuchadlo. ¿Cómo quieres que tu siervo escuche al hijo de un
padre que no quiere escucharlo a él? Escuchadlo...
Oh Cristo mío, también dijiste que todo
lo que pidamos en tu nombre se nos será dado, y ahora pides, y no se te
otorga... Oh Cristo mío, Verbo eterno y novio mío ¿Cómo quieres que
pueda tener confianza en las palabras que tú dijiste: Pedid y se os
dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá, si tú llamas a los
oídos de tu Padre eterno y no te escucha? Sin embargo, no se halló
engaño en su boca... Pedías algo tan justo y sin embargo no se te
escuchó.
III. Jesús es traicionado por Judas
Lo saluda con el beso de la paz. Saludo de paz, pero no para la paz y el amor, sino para traicionarte, Amor mío.
O Amor, lo llamaste amigo, pero si
hubiera sido amigo tuyo no te habría traicionado. Amor, para ti él era
un amigo, pero se convirtió en enemigo de sí mismo.
Amor, si te dejas besar por él, haz que
tu novia e también las otras no se queden atrás. No con el fin de
traicionarte, Amor, sino para amarte y unirnos a ti.
IV. Jesús es arrestado
Oh Amor, te atan con cadena de hierro.
Oh Amor, cuántos amantes te atan, más bien, con una cadena de amor. Atan
esas manos que han hecho todo por ellos y que los ha creado. Amor,
átame a mí y a estas otras; haz que te atemos a ti en nosotras y Tú,
Amor, átanos a nosotras en ti. Ellos te atan por odio, para
atormentarte, para deshonrarte y darte la muerte; nosotras en cambio
queremos atarte para alabarte, honrarte, y para que tú nos des vida, y
tú quieres atarnos a nosotras en ti por amor. Amor, ata y une de nuevo a
ti a aquellos que se han rebelado y se han apartado de ti. Otorga la
luz, Amor, a los que no tienen fe, para que te reconozcan como su
creador. Y a cuantos te esperan, Amor, haz que cada uno de ellos te ame.
V. Jesús es negado por Pedro
Oh Pedro ¿no recuerdas las promesas y
advertencias? No una sola vez, sino tres veces lo negaste. Y también
nosotros lo negamos. ¿Tal vez no negamos su poder cuando nos disculpamos
por no ser capaces de hacer el bien, y con pesar disculpamos también
nuestra fragilidad? ¿Tal vez no negamos su sabiduría cuando nos oponemos
a su obrar? También negamos su grandeza y riqueza cuando nos aferramos
demasiado a las cosas transitorias del mundo... Y cuando el Verbo alza
sus ojos divinos, penetra en lo íntimo y te hace comprender todo... Pero
¡cuántas veces, bondad infinita, permites que tus siervos caigan en
algún defecto simplemente para que luego tengan compasión de los otros!
VI. Jesús es juzgado por Pilato
No sé cómo llamarlo, pero he de decir:
¡maldito respeto humano, a qué conduce al hombre! Oh Pilato ¿qué te hizo
hacer? Por respeto humano condenaste a la muerte al inocente. Sin
embargo, esto ya se daba por descontado; hablamos de los que hoy ofenden
gravemente a Dios con este vicio desagradable. ¿Cuántos, cuántos hay
que se comportan peor que Pilato, en especial algunos superiores que más
bien deberían ser ejemplo para los demás. Amor mío, haz que el respeto
humano sea eliminado por completo de las criaturas para que ya no te
ofendan más. Oh Pilato, a muchos les parece que tú seas perdonable, pero
a mí no me parece, porque el Amor te ha mostrado más benevolencia a ti
que a los demás, te ha hablado a ti mucho más y te ha dado amplia
oportunidad de conocerlo, pero no lo supiste aprovechar.
VII. Jesús es ridiculizado por Herodes
Herodes, tú te alegras a pesar de ti
mismo... Querías verlo para mofarte de él, creo yo... Lo mismo ocurre
con los que se gozan en el bien, pero luego con las obras lo condenan...
Oh Herodes, por tu curiosidad no has merecido recibir ninguna respuesta...
Oh Amor, te ponen ese manto blanco, y lo
hacen para burlarse de ti y para avergonzarte. Pero en esto se han
engañado a sí mismos, porque no han comprendido lo que estaban haciendo;
a pesar de ellos mismos, han mostrado tu inocencia, tu pureza, y
también que eras virgen y habías tomado carne de la sangre pura de la
Virgen María. Haz, Amor, que nosotros también seamos como tú: revestidos
en este manto de inocencia y pureza.
VIII. Jesús es flagelado
Amor, ahora no puedo decir como el profeta: no te podrá golpear la desgracia, ninguna calamidad caerá sobre a tu tienda.
Amor ¿por qué te golpean tanto? ¿Qué
hiciste? ¿Qué te falta a ti, Amor? ¿La sabiduría, la bondad, la
misericordia, te falta piedad? ¿tal vez te falta amor?
IX. Jesús es coronado de espinas
Amor, has querido ser coronado de
espinas para coronar a tus novias de gloria en el paraíso. Amor ¿quién
merece más esta corona tan penetrante, Amor, oh amante? Amor, yo, yo la
merezco: dámela a mí, dámela, Amor.
X. Aquí está el hombre
Aquí está el hombre. He aquí Dios
hombre. Mostrándolo a los judíos, Pilato les dijo : He aquí el hombre, y
éste le dice al Padre con tanto amor, mostrándole a la criatura: He
aquí el hombre pecador. He aquí el hombre salvado. He aquí el hombre
redimido. Oh Amor, haz que la criatura, redimida a un precio tan grande,
no se pierde a sí misma.
XI. La multitud prefiere a Barrabás y no a Jesús
Quieres dejar contraponerte a Barrabás, y
sin embargo, tú eres el que trae la muerte y da vida. Permites que
prefieran a uno que está lleno de malicia e ignorancia. Y sin embargo,
tú eres Dios de dioses y Señor de señores.
Tienen razón en no querer a Barrabás, porque su sangre no habría beneficiado en nada a ellos.
Incluso en el cielo, antes de que tú
vinieses a sufrir la pasión por nosotros, fuiste confrontado con
Barrabás; entre tu justicia y el pecado, fuiste propuesto tú, oh Verbo.
¿No es quizás el pecado muy diferente de ti, inocentísimo Verbo, como lo
era el mismo Barrabás?
XII. La multitud pide la muerte de Jesús
¿Qué hacéis, ingratos? Habéis dicho: Bendito el que viene en nombre del Señor, y ahora decís: ¡Crucifícalo, crucifícalo!
Demuestras que es cierto lo que dijo la Verdad con su boca, que lo alababas con la boca pero con el corazón estabas lejos de él.
XIII. Jesús es crucificado entre dos ladrones
Justamente, Amor, fuiste puesto en medio
de los ladrones: también tú, Amor, fuiste un ladrón porque le robaste
al demonio la presa de nuestras almas. Ahora se puede decir en verdad,
Amor, que dejaste las noventa y nueve ovejas, que viniste a buscar la
centésima y te la has colocado sobre los hombros, dejando a las que
siempre te elogiaban para venir a rescatar a ésta de la boca del lobo.
No me sorprende que se haga tanta fiesta por un pecador, porque mi Amor
descendió del cielo, y ha padecido mucho y padecería de nuevo, incluso
por una sola alma.
XIV. Jesús es bajado de la cruz
Amor, adhiéreme a ti. Nunca te dejaré.
Amor: Si no me adhieres a ti, adhiérete a mí. Ven, Amor: Quiero
adherirte a mí con los tres clavos de la fe, la esperanza y la caridad.
Y cuando llegue el momento cuando te
bajen de la cruz, Amor, elige mi corazón para tu entierro, y también los
de estas mis hermanas.