domingo, 28 de abril de 2019

DE LA FE QUE PENETRA AL ALMA RESUCITADA SEGÚN LA GRACIA. San Juan Bautista de la Salle


De la Fe que penetra al alma resucitada según la Gracia. 
 MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO DE CUASIMODO
San Juan Bautista de la Salle 

Jesucristo entra hoy en el aposento donde, a puerta cerrada, se habían congregado los Apóstoles después de la Resurrección (1), para significarnos que el alma no vivificada por la vida nueva, por la vida de gracia, cierra sus puertas a todos los impulsos interiores del espíritu de Dios, y las abre solo a los movimientos humanos y naturales.  
Es ése uno de los efectos producidos por la ceguera espiritual y la dureza del corazón, que causa en nosotros la culpa: de él se sigue que hombres expertos en los negocios humanos carezcan de toda luz y capacidad para lo referente a Dios y a su servicio, según Jesucristo nos lo da a conocer cuando dice que, de ordinario, son más sagaces y avisados en sus negocios temporales los hijos del siglo, que la mayor parte de los hijos de la luz, en lo concerniente a su bien espiritual y a la salvación del alma (2).
¿No os halláis vosotros entre éstos?
Al penetrar en aquella estancia, irradió Jesucristo de Sí tal impresión de divinidad, quen santo Tomás, hasta entonces incrédulo, se sintió totalmente penetrado por ella, a la sola vista del Señor y de sus llagas. Es que Jesucristo le inundó de fe y le descubrió en un instante, por cierta luz y penetración de esa misma fe, lo que hasta entonces le había estado escondido.
De igual modo, al entrar en el alma Jesucristo, la eleva en tal forma, por la fe que le infunde, sobre todos los sentimientos humanos, que ya no percibe cosa alguna sino a su luz; y nada que pueda acontecerle es capaz de perturbarla o apartarla del servicio de Dios, ni síquiera de entibiar lo más mínimo el ardor con que tiende hacia Él. Porque las tinieblas que antes ofuscaban su espíritu se han trocado en luz admirable, de forma que, en lo sucesivo, nada ve ya que no sea con los ojos de la fe.
¿Os sentís vosotros en tal disposición? Pedid a Jesucristo resucitado que os ponga en ella.
Penetrado santo Tomás de esa luz y sentimiento de fe, no pudo menos de exclamar a la vista de Jesucristo: Señor mío y Dios mío (3). Hasta entonces había mirado únicamente a Jesucristo con los ojos viciados y entenebrecidos de la incredulidad, y no había podido descubrir su condición divina, velada por las sombras de la naturaleza humana. Pero, a favor de esta iluminación de fe, por la que tan vigorosa impresión había recibido su alma, gracias a la presencia del Salvador resucitado; descubrió en El todo lo divino que en Sí encerraba. Su fe, así fortalecida, le dio arrojo para confesar que quien murió en cruz y había permanecido enterrado en el sepulcro era su " Señor y su Dios ".
¡Tan cierto es que el alma penetrada por sentimientos de fe, en tal grado se eleva hasta Dios, que ya no conoce más que a Dios, no estima nada sino a Dios ni gusta de otra cosa que de Dios! Y de tal modo, que no puede en adelante aplicarse sino a Dios. Porque, iluminada con las luces sobrenaturales, pierde el alma todo gusto a las cosas de la tierra, y no puede mirarlas en lo sucesivo sino con desdén.
En tal disposición se hallaba san Francisco cuando totalmente transido de fe, y abrasado en el amor de Dios, repetía de continuo: " ¡Dios mío y todas mis cosas! "
Procurad poneros hoy vosotros en parecidas disposiciones.