jueves, 30 de octubre de 2014

EL ROSARIO DE HOY CONTEMPLANDO A CRISTO REY, LUZ DEL MUNDO


Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial: Meditemos los misterios luminosos del Santo Rosario,  contemplando a Jesús, nuestro Rey y Señor, que ha venido para darnos ejemplo  iluminando nuestra vida con los propios misterios de la suya. 
Señor mío Jesucristo… 
MISTERIOS LUMINOSOS
1.-El Bautismo del Señor en el Jordán
“Juan exclamo: Es necesario que yo mengüe, para que él crezca.”
Juan el Bautista sabía su misión: preparar un pueblo bien dispuesto para recibir a Cristo, el Mesías, el Rey de Israel.
Pidamos que nunca nos pongamos nosotros en lugar de Cristo, y hagámonos pequeños en nuestras obras para que sea Jesús el que aparezca como Rey de todas las cosas.
2.-El Milagro de las Bodas de Cana
“María dijo a los sirvientes: Haced lo que él os diga.”
La Virgen María nos invita a obedecer a aquel que es nuestro Rey: este es el camino para que el agua de nuestra vida se convierta en vino nuevo y sobreabundante.
Acojamos a María como Madre y como Maestra: ella hará dulce y suave los mandatos de su Hijo.
3.- El anuncio del Reino invitando a la conversión.
Convertíos y creed en el Evangelio.”
La conversión, el volvernos hacia Dios, es el comienzo del Reino de Jesús en este mundo. Si queremos que se establezca el reinado de Cristo hemos de empezar por la tarea diaria de convertirnos a él.
Pidamos la gracia de la conversión.
4.-La Transfiguración del Señor
“Señor, qué bien estamos aquí.”
Si dejamos que Jesús sea el Rey que gobierne nuestra vida, el Buen Pastor que indique nuestro camino; podemos estar seguros de que nos llevará a lo alto del Tabor, se nos mostrará resplandeciente y gozaremos de su gloria.
Pidamos la gracia de perserverar haciendo la voluntad de Dios.
5.- La institución de la Eucaristía
“Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros”
Creemos que en la Sagrada Eucaristía, Jesús está presente verdadera, real y sustancialmente. Gracias a esta presencia podemos rendirle nuestro homenaje de adoración y alabanza.

Pidamos la gracia de adorarlo como los ángeles en el cielo y recibirlo en la Sagrada Comunión con la pureza, humildad y devoción de la Virgen María, con el espíritu y fervor de todos los santos.