Oh Trinidad Santísima, deseo ardientemente que todo mi aliento, cada latido de mi corazón y cada estremecimiento de mi ser, alaben tu Misericordia.
Quisiera convertirme en misericordia para llegar a ser un reflejo viviente tuyo, oh Señor mío, y para que tu Misericordia, que es infinita y es el más sublime de todos los atributos divinos, se derrame de mi corazón y de mi espíritu sobre el prójimo.
Señor, ayúdame para que mis ojos estén llenos de misericordia, de tal modo que jamás sospeche ni juzgue a nadie por las apariencias externas, sino que descubra la belleza interna de los demás y pueda favorecerla.
Haz que mi oído esté lleno de Misericordia para que se incline sobre las necesidades de mis hermanos y no me permita permanecer indiferente ante sus dolores y sus llantos.
Ayúdame, oh Dios mío, para que de mis labios fluya la misericordia y sin hacer jamás injusticia al prójimo cuando hablo de él, tenga para cada uno palabras de consuelo y de perdón.
Señor, haz que mis manos sean caritativas y estén siempre llenas de una buena acción y que jamás se cansen de hacer el bien a los otros, mientras por mi parte acepte para mí las tareas más difíciles y penosas.
Haz que sean misericordiosos también mis pies y que lleven sin descanso la ayuda a mis hermanos, venciendo la fatiga y el cansancio; que mi reposo esté en servir a todos.
Te pido finalmente, Dios mío, que llenes de misericordia este corazón y lo hagas sensible a los sufrimientos de los demás, que nadie experimente un rechazo de mi corazón y que yo jamás huya de aquéllos que abusan de mi condescendencia. En cuanto a mí, me encierro en tu misericordiosísimo Corazón, callando ante los demás mis sufrimientos.
¡Oh Jesús, que eres todopoderoso, transforma mi alma en Ti! (D. 163)