Cuánta utilidad y gozo divinos aportan la soledad y
silencio del desierto a sus enamorados, sólo lo saben quienes lo han saboreado.
Aquí los hombres ardientes pueden, siempre que lo
desean, entrar y permanecer en su interior; hacer germinar vigorosamente las
virtudes y alimentarse con fruición de los frutos del paraíso.
Aquí se busca activamente aquel ojo cuya límpida
mirada hiere al Esposo de amor, el amor puro y transparente que ve a Dios.
Aquí nos acucia un descanso muy ocupado y nos
inmovilizamos en una tranquila actividad.
Aquí, por el esfuerzo del combate, concede Dios a sus
atletas la esperada recompensa: la paz que el mundo ignora y el gozo en el
Espíritu Santo.