lunes, 6 de mayo de 2024

CORAZÓN DE MARÍA, FORTALEZA DE LOS CRISTIANOS. Homilía

 


Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros

Primer sábado, 4 de mayo de 2024

 

Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros

Llamamos fortaleza a un lugar preparado para defenderse de los ataques de los enemigos, como un castillo, una ciudadela… normalmente en una situación elevada sobre una llanura desde la que se tiene una mirada amplia de todo lo que la rodea. Esta altura hace que la edificación sea inexpugnable, de muy difícil acceso… A veces rodeada de un foso, protegida con muros altos sin agujeros ni brechas…. Quien se encuentra dentro de la fortaleza se siente seguro, amparado, protegido… De hecho, en los vasallajes medievales entre el siervo y el señor, este se comprometía a cambio de los servicios prestados por parte del siervo, a darle cobijo en tiempo de guerra dentro del castillo.  Por tanto, si llega el momento de combatir y resistir porque atacan las fuerzas enemigas, se siente amparados… En la fortaleza tienen defensa, y dentro de ella, lo necesario para poder sobrevivir.

Al hablar de esto en esta ciudad de Toledo, como no recordar la hazaña histórica de nuestros mayores, que refugiados en el Alcázar, bajo el amparo de María Inmaculada,  expusieron su vida y la de sus familias como acto de amor a Dios, a la fe católica, a España, al bien común y a la verdad… aunque ahora quieran cambiar la historia.

En este noble edificio que vemos hoy hermosear sobre la silueta de nuestra ciudad, se ilustra plásticamente la invocación que vamos a meditar en esta tarde: Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros.

¡Y que necesaria se hace esta jaculatoria en estos tiempos nuestros, de flojedad, de titubeos, cobardías, de falta de constancia y perseverancia, de sentimentalismo volátil, de indecisiones, de silencios cómplices incluso cuando está en juego la  misma verdad de la fe y la salvación de las almas!  ¡Cuánto hemos de invocar a María Santísima, como fortaleza nuestra, en medio de tan poca fuerza de voluntad para practicar la virtud, y de tanta facilidad para dejarse llevar por el mundo, por las modas, por la tentación, por el pecado! ¡Cómo no invocar al Corazón de María, fortaleza de los cristianos, cuando el miedo nos aturde el entendimiento, nos paraliza en el bien, nos hace huir en vez de resistir!

Necesitamos acudir a este Corazón Inmaculado, nuestra fortaleza, en esta sociedad española que tiene el número 1 en el consumo de ansiolíticos provocado por el miedo: miedo a no ser suficientes, a no conseguir lo que queremos, a fracasar, a defraudar, a ser rechazados ante un mundo cruel, inhumano, programado y formateado para nuestra destrucción y condenación. ¡Y en cambio, no hay miedo a condenarse, no hay temor de Dios! Viven olvidados de su salvación.

Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros.

Son abundantísimas las citas en la Sagrada Escritura, principalmente en los salmos, donde el hombre ante los peligros, sufrimientos, miedos y el mismo hecho de su ser limitado, confiesa: El Señor es mi fortaleza.

Valgan de ejemplo las siguientes:

Salmo 46, 1-2.- Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares;…

Salmo 9, 9.- Será también el SEÑOR baluarte para el oprimido, baluarte en tiempos de angustia.

Salmo 14, 6.- Del consejo del afligido os burlaríais, pero el SEÑOR es su refugio.

Salmo 31, 4.- Me sacarás de la red que en secreto me han tendido; porque tú eres mi refugio.

Salmo 59, 16.- Pero yo cantaré de tu poder; sí, gozoso cantaré por la mañana tu misericordia; porque tú has sido mi baluarte, y un refugio en el día de mi angustia.

Salmo 62, 7.- En Dios descansan mi salvación y mi gloria; la roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios.

Salmo 62, 8.- Confiad en El en todo tiempo, oh pueblo; derramad vuestro corazón delante de Él; Dios es nuestro refugio.

Salmo 81, 1.- Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra; aclamad con júbilo al Dios de Jacob.

Salmo 183, 3.- En el día que invoqué, me respondiste; me hiciste valiente con fortaleza en mi alma.

 

Es la confesión del pobre, de la viuda, del enfermo, del perseguido injustamente, del moribundo, del débil, del pueblo atacado por los enemigos…. Es la confesión de los que no cuentan a los ojos de los poderosos, de los ricos, de los fuertes de este mundo….

El Señor es mi refugio, mi alcázar, mi libertador…

Es la experiencia de salvación que guía toda la historia sagrada: Abraham salvado por Dios de una “vida sin sentido” sin tierra ni herederos. Se fía de Dios, confía en él, se refugia y hace de él su fortaleza para dejar su tierra, obedece y espera el cumplimiento de la promesa

Es la experiencia de Moisés, atemorizado ante la misión, por la crueldad del Faraón, por la  incredulidad del mismo pueblo esclavo en Egipto. Se fía de Dios, obedece a la misión, confía en él, se refugia y hace de él su fortaleza para presentarse delante del pueblo y del mismo Faraón y hacer y cumplir la voluntad de Dios…

El mismo pueblo de Israel lo experimentará a lo largo de su historia: un pueblo débil, pequeño; pero Dios es su fortaleza, él le acompaña, lo protege, lo guía, lo defiende…. En cuanto Israel se fía de sí mismo,  de sus fuerzas experimenta el fracaso, la derrota, el abandono de Dios… y nuevamente una y otra vez, en esa situación, Dios lo llama y vuelve a confiar en él, se refugia en él, hace de él su fortaleza y nuevamente es salvado…

¡Cuántas veces se repite esta historia en cada uno de nosotros y en la misma historia de la humanidad! Sabiendo que no podemos solos, nos separamos de Dios, le damos la espalda, confiamos en nosotros mismo, en nuestros medios, técnicas, fuerzas, dineros, habilidades, inteligencia… pero una y otra vez, experimentamos la caída, el fracaso, la impotencia… y entonces tenemos nuevamente que elevar nuestra oración y decir: SEÑOR, Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío». ¿Quién salvará al hombre de hoy, a nuestro mundo de la guerra, de la esclavitud, de la destrucción, del miedo?

 

Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros.

Pues bien, Dios ha querido –en ese modo de obrar suyo- poner a la Virgen María, su Inmaculado Corazón, como refugio y fortaleza de sus hijos en medio de los trabajos y luchas de esta vida, y principalmente en la lucha contra Satanás. Ella es la mujer escogida por Dios y destinada a derrotar a la serpiente infernal, a Satanás. Ella es la que por su obediencia aplasta la cabeza de la serpiente, restaura la desobediencia de nuestros primeros padres. En ella, vemos la mujer fuerte de la Escritura:

“Aquella que se viste de fuerza y dignidad, | sonríe ante el día de mañana. Abre la boca con sabiduría, su lengua enseña con bondad. Vigila la marcha de su casa, no come su pan de balde. Sus hijos se levantan y la llaman dichosa, su marido proclama su alabanza: «Hay muchas mujeres fuertes, pero tú las ganas a todas». Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza.” (Proverbios 31, 25-30)

María Santísima fue profetizada en aquellas otras mujeres fuertes del antiguo testamento: Sara, María, Rut, Débora Jael, Abigail, Ester y Judit; pero ella la supera a todas.

Dice el Catecismo: Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Ella es la mujer fuerte por excelencia.

Fijaos que hermosamente lo dice la venerable María de Jesús de Ágreda, en su obra la Mística Ciudad de Dios: “No tuvo María Santísima movimientos desordenados que reprimir en la irascible con la virtud de la fortaleza; porque en la inocentísima Reina todas las pasiones estaban ordenadas y subordinadas a la razón y ésta a Dios, que la gobernaba en todas las acciones y movimientos; pero tuvo necesidad de esta virtud para oponerse a los impedimentos que el demonio por diversos modos le ponía, para que no consiguiese todo lo que prudentísima, y ordenadamente apetecía para sí y para su Hijo Santísimo. Y en esta valerosa resistencia y conflicto nadie fue más fuerte entre todas las criaturas; porque todas juntas no pudieron llegar a la fortaleza de María nuestra Reina, pues no tuvieron tantas peleas y contradicciones del común enemigo. Pero cuando era necesario usar de esta fortaleza o belicosidad con las criaturas humanas, era tan suave como fuerte o, por mejor decir, era tan fuerte cuanto era suavísima en obrar; porque sola esta divina Señora entre las criaturas pudo copiar en sus obras aquel atributo del Altísimo que en las suyas junta la suavidad con la fortaleza (Sab.,8, 1). Este modo de obrar tuvo nuestra Reina con la fortaleza, sin reconocer su generoso corazón desordenado temor, porque era superior a todo lo criado; ni tampoco fue impávida y audaz sin moderación; ni podía declinar a estos extremos viciosos, porque con suma sabiduría conocía los temores que se debían vencer y la audacia que se debía excusar, y así estaba vestida como única mujer fuerte de fortaleza y hermosura (Prov., 31, 25).”

 

Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros.

De esta fortaleza de la Virgen se ha beneficiado la Iglesia a los largo de los siglos en la batalla espiritual contra el mal y en la ardua tarea de la evangelización… recordemos los principios, aquellos apóstoles y discípulos atemorizados… ¿a quién acuden?  ¿Con quien se refugian? ¿A quién invocan? A la Virgen María, la Madre de Jesús perseverado con ella en la oración… Recordemos a nuestro Apóstol Santiago a los orillas del Ebro desalentado, cansando, aburrido…. y recibe el pilar de aquella Señora, símbolo de ella misma, de la fortaleza de la fe, y de la fortaleza de un pueblo llamado a una gran misión en la historia de la humanidad: evangelizar todo un continente.

La confianza en María como fortaleza y refugio seguro, lo expresan las letanías del Santuario de Loreto llamándola torre de David.

Así lo confiesa San Efrén diciéndole a la Virgen: “Tú eres mi fortaleza y no te desdeñas de combatir por los que en ti confían. Defiéndeme y lucha por mí, que en ti deposito toda mi confianza.”

Así también la invoca san Germán diciéndole: Señora mía, mi refugio, mi vida, mi auxilio, mi defensa, mi fortaleza.

Así, cita san Alfonso María, recurre a ella el devoto Blosio: “María santísima, en esta gran batalla que con el infierno tengo empeñada ayúdame siempre, y cuando veas que me hallo vacilante y próximo a caer, tiéndeme entonces, Señora mía, más pronto tu mano y sostenme con más fuerza”.  Y añade el Santo: “¡Dios mío, cuántas tentaciones tendré que vencer hasta la hora de mi muerte! María, esperanza, refugio y fortaleza mía, no permitas que pierda la gracia de Dios, pues propongo acudir siempre a ti en todas las tentaciones.”

 

Corazón de María, fortaleza de los cristianos, ruega por nosotros.

Jesús dijo a los apóstoles y nos dice a nosotros: “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

En María Santísima, en su Corazón Fuerte e Inmaculado tenemos amparo, protección defensa…

Santa María, Madre de Dios, aumenta en nosotros la virtud de la fortaleza para que en medio de las dificultades que se nos presenten en la búsqueda y práctica del bien, en el trabajo por nuestra santidad, en nuestras empresas humanas y divinas, nos de firmeza en el propósito y constancia ahora y hasta la hora de nuestra muerte.

Santa María, Madre de Dios, haznos resistir al mal y a las tentaciones que continuamente hacen tambalear nuestra vida, como la navecilla en medio de la tormenta, asegurados en que con la tentación, Dios concede la gracia, y él no permite que seamos tentados por encimas de nuestras fuerzas. Santa María, fortaleza nuestra, danos el convencimiento de que nada ni nadie puede separarnos del Amor de Dios, salvo que nosotros cedamos, salvo que nosotros consintamos…

Inmaculado Corazón de María, sé nuestro refugio: en medio de los miedos y temores que experimentamos en la vida cotidiana, incluso ante el temor de la misma muerte y de la condenación, sé nuestro refugio, no nos abandones jamás, haznos sentir tu mano materna que acaricia, abraza, protege…. queremos abandonarnos como el niño en brazos de su madre… Ante nuestros miedos, montra esse matrem. Muestra que eres madre.

Y si llegan pruebas duras, difíciles, grandes… y las persecuciones a causa de la fe y de la verdad, que no nos amedrentemos… que nos acordemos de ti, Madre Dolorosa, en la pasión de tu Hijo que resististe con paciencia de todo singular tan grande afrenta y daño por parte de aquellos que dieron muerte a tu Hijo e Hijo de Dios. Que inflamados en caridad, sepamos perdonar de corazón a los que nos hacen daño y pidamos y trabajemos por su salvación aunque ellos solo busquen darnos muerte.

Inmaculado Corazón de María, lleno del don de fortaleza del Espíritu Santo,  concédenos también este don para dar testimonio audaz y valiente en medio del mundo de la verdad de Jesucristo.

Entonces se cumplirán las palabras del Señor a san Pablo: "Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad." Y así podré unirme ahora en esta vida y por toda la eternidad a tu cántico de alabanza: 

Proclama mi alma la grandeza del Señor… porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. Auxilia a Israel su siervo…

Así podremos confesar ante las naciones: “Mi fuerza y mi poder es el Señor” (Isaías 12).