FUE ELEVADO AL CIELO. Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Comentario de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
MARCOS
16, 14-18
En fin, apareció a los once apóstoles cuando estaban a la mesa, y les dio en
rostro con su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los
que le habían visto resucitado. Por último, les dijo: "Id por todo el
mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que creyere y se
bautizare se salvará; pero el que no creyere, será condenado. A los que
creyeren acompañarán estos milagros: en mi nombre lanzarán los demonios;
hablaran nuevas lenguas; manosearán las serpientes, y si algún licor venenoso
bebieren, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos, y quedarán
éstos curados". (vv. 14-18)
Glosa
Para
terminar su narración evangélica, refiere San Marcos la última aparición de
Jesús a sus discípulos después de la resurrección, diciendo: "En fin,
apareció", etc.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
Es de notar
lo que dice San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: "Y por último,
comiendo con ellos, les mandó que no partiesen de Jerusalén" ( Hch 1,4), y
poco después: "Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos por los
aires" ( Hch 1,9). Comió y se elevó, para hacer ver, comiendo, la realidad
de su carne, que es por lo que dice el Evangelista que se apareció a los once
Apóstoles cuando estaban a la mesa.
Pseudo Jerónimo
Se apareció a los once cuando estaban reunidos, para que todos fuesen testigos, y refiriesen a todo el mundo lo que habían visto y oído.
"Y les
dio en rostro su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a
los que le habían visto resucitado".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,25
¿Cómo, pues,
pasó esto en el último día? El último día fue aquel en que vieron los Apóstoles
al Señor por última vez en la tierra, que fue el cuadragésimo después de la
resurrección. ¿Cómo, pues, se les tacha de no haber creído a los que vieron su
resurrección, siendo así que ellos mismos le habían visto tantas veces después
de ella? Debemos entender por tanto que, por abreviar, dijo San Marcos el
último día, porque en él, a la entrada de la noche, tuvo lugar el último hecho,
después que volvieron los discípulos del campo a Jerusalén, y encontraron, como
dice San Lucas, a los once y a los que con ellos estaban hablando de la
resurrección del Señor. Pero se encontraban allí también otros que no creían. En
medio de los que estaban a la mesa, como dice San Marcos, y de los que hablaban
del asunto, según nota San Lucas, se presentó el Señor y les dijo: "La paz
sea con vosotros", palabras citadas por San Lucas (24,36) y San Juan
(20,19). Y bien: entre las palabras que, según estos Evangelistas, dirigió el
Señor a sus discípulos, se interpone el reproche del que habla San Marcos. Pero
aquí se presenta otra dificultad, y es que no podrían estar comiendo juntos los
once. Dice San Marcos que se apareció, a la entrada de la noche del día del
Señor, siendo así que San Juan dice en términos precisos que no estaba con
ellos Tomás, el cual debió salir de allí antes que entrara el Señor, y después
que se unieron a los once los dos que volvieron del campo, como hallamos en San
Lucas. Pero este Evangelista da lugar en su narración a suponer que había
salido ya Tomás cuando hablaron del asunto, y que después entró el Señor. Y
como San Marcos dice que se apareció a los once Apóstoles cuando estaban a la
mesa, nos obliga a pensar que estaba Tomás allí, a menos que se refiriera a
todos los Apóstoles, aunque estuviera uno ausente, puesto que con el número
once se designaba a todo el colegio apostólico antes de que Matías ocupase el
lugar de Judas. Y si esto es inadmisible, convengamos en que, después de
haberles dado tantas pruebas de su resurrección, se apareció a los once
reunidos en la mesa el día cuadragésimo. Y antes de subir al cielo, quiso
reprocharles más en aquel día el que no hubiesen creído a los que habían visto
su resurrección antes de verla ellos mismos, tanto más, cuanto que después de
la ascensión habían de predicar el Evangelio a gentes que debían creer sin
haber visto. Después de citar este reproche, dice San Marcos: "Por último,
les dijo: Id por todo el mundo", y más adelante: "Pero el que no
creyere será condenado". Y ¿acaso no era preciso que los que habían de
predicar el Evangelio fueran reprendidos antes fuertemente porque, no viéndolo,
no habían querido creer que se hubiese aparecido a otros el Señor?
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
Increpó
también el Señor a sus discípulos cuando iba a dejarlos corporalmente, para que
sus palabras quedasen impresas más profundamente en sus corazones.
Pseudo Jerónimo
Reprueba la
incredulidad, para que la reemplace la fe; reprueba la dureza del corazón de
piedra, para que le reemplace otro de carne lleno de caridad.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
Increpa,
pues, su dureza, para que oigamos nosotros sus avisos. "Por último, les
dijo: Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas".
Con el nombre de toda criatura señala al hombre, puesto que tiene algo de todas
ellas, como el ser con las piedras, el vivir con los árboles, el sentir con los
animales, el entender con los ángeles. Así que se predica el Evangelio a toda
criatura cuando se predica para el hombre solo. Porque sólo él es enseñado, y
para él ha sido creado todo, no siéndole extraño nada por cierta semejanza que
tiene con todo. También se puede entender por todas las criaturas a todas las
naciones. Antes había sido dicho: "No vayáis ahora a tierra de gentiles
" ( Mt 10,5); ahora se dice: "Predicad el Evangelio a todas las
criaturas"; para que la predicación apostólica, que antes fue rechazada
por los judíos, venga en nuestro auxilio cuando, por haberla rechazado éstos en
su soberbia, sea un testimonio de su condenación.
Teofilacto
O bien: a
todas las criaturas, esto es, creyentes e incrédulos. "El que creyere,
prosigue, y se bautizare", etc. Porque no basta creer; que el que cree y
no está bautizado todavía, el catecúmeno, no ha alcanzado aún la salvación,
sino imperfectamente.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
Pero se dirá tal vez cada cual a sí mismo: Yo seré salvo porque he creído. Y así será en efecto, si une las obras a la fe; porque la verdadera fe consiste en que no contradiga la obra lo que dice la palabra.
"Pero
el que no creyere será condenado".
Beda, in Marcum, 4,45
¿Y qué podremos decir de los niños que por su edad no pueden todavía creer? Que en cuanto a los mayores no hay nada que decir. Porque en la Iglesia de Jesucristo los niños creen por la fe de los otros, así como por los otros contrajeron los pecados que les son borrados en el bautismo.
"A los
que creyeren, continúa, acompañarán estos milagros: en mi nombre lanzarán los
demonios".
Teofilacto
Esto es, dispersarán las potencias sensibles e intelectuales, conforme al sentido de estas palabras: "Hollaréis con vuestros pies a las serpientes y los escorpiones" ( Lc 10,19). Puede entenderse también de las serpientes ordinarias, como la víbora que mordió a Pablo sin causarle daño. "Y, si algún licor venenoso bebieren, no les hará daño". Muchos hechos semejantes encontramos en las historias de hombres a quienes, defendidos bajo el estandarte de Cristo, no ha podido causar daño el veneno que habían bebido.
"Pondrán
las manos sobre los enfermos", etc.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
¿Pero es que, porque no hacemos estos milagros, creemos menos nosotros? Mas estas cosas fueron necesarias en los principios de la Iglesia. Ha sido preciso, para que creciera la fe de los creyentes, que fuese nutrida por los milagros. Porque cuando plantamos un arbusto lo regamos hasta que crece suficientemente, y suspendemos el riego cuando conocemos que ha arraigado bien. Pero nos es preciso considerar más atentamente otros milagros especiales, que hace todos los días ahora la santa Iglesia, y que hacía entonces corporalmente por medio de los Apóstoles. Cuando los sacerdotes imponen sus manos sobre los creyentes, y se oponen, con la gracia que se les ha dado de exorcizar, a la permanencia del espíritu maligno en el corazón de aquéllos, no hacen otra cosa que lanzar de ellos a los demonios. Y el fiel que abandona el espíritu mundano y canta los santos misterios, hablará nuevas lenguas; dominará las serpientes, si con sus buenas exhortaciones quita la malicia del corazón de su prójimo; beberá licor venenoso y no le hará daño, si oye malos consejos y no se deja llevar al mal por ellos; pondrá, en fin, las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados, todas las veces que, viendo vacilar a su prójimo en el camino del bien, le fortifica con el ejemplo de sus buenas obras. Y sus milagros, son tanto mayores, cuanto que son espirituales, y cuanto que por ellos despiertan de su sueño, no los cuerpos, sino las almas.
19-20
Así el Señor Jesús, después de haberles hablado varias veces, fue elevado al
cielo por su propia virtud; y está allí sentado a la diestra de Dios. Y sus
discípulos fueron y predicaron en todas partes, cooperando el Señor, y
confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban. (vv. 19-20)
Pseudo Jerónimo
Es
Jesucristo, Señor nuestro, quien sube a los cielos, habiendo bajado de ellos
para curar de su enfermedad a nuestra naturaleza. "Así el Señor Jesús,
después de haberles hablado, fue elevado al cielo", etc.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,16
Aquí se ve
ostensiblemente que ésta fue la última vez que les habló el Señor en la tierra,
aunque parezca que no estamos obligados absolutamente a creerlo así, puesto que
dice el Evangelista: "Después de haber hablado así". Si fuere
necesario, podemos suponer pues que no fue aquélla la última vez que les habló,
sino que pueden referirse a todo lo que les dijo en aquellos días las palabras:
"Después de haberles hablado fue elevado al cielo". Pero como lo
expuesto ya hace ver más claro que aquél fue el último día de Jesús sobre la
tierra, es preciso creer que después de las palabras que cita San Marcos, junto
con las referidas en los Hechos de los Apóstoles, se realizó la ascensión del
Señor al cielo.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
En el
Antiguo Testamento vemos que Elías fue arrebatado al cielo ( 2Re 2). Pero el
cielo etéreo no es el cielo aéreo, porque éste se halla próximo a la tierra.
Elías, pues, fue elevado al cielo aéreo para ser conducido súbitamente a cierta
región desconocida de la tierra, en donde vivirá en un gran reposo de cuerpo y
espíritu, hasta que al fin del mundo vuelva a pagar su tributo a la muerte. Es
de notar también que Elías fue arrebatado en un carro de fuego, para demostrar
abiertamente que, aún siendo puro, necesitaba como hombre de la ayuda de otro.
Pero nuestro Redentor se elevó sin necesidad de un carro de fuego ni del auxilio
de los ángeles, porque el que todo lo hizo podía elevarse sobre todo por su
propia virtud. Es de observar que añade San Marcos: "Y está sentado a la
diestra de Dios", mientras que San Esteban dice: "Estoy viendo ahora
los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios" ( Hch
7,55). Pero el estar sentado corresponde al juez, y el estar de pie al
combatiente o al que ayuda en el combate. San Esteban ve de pie en el combate a
Cristo que le ayuda, y San Marcos dice que está sentado, después de la
ascensión, porque después de la gloria de ella se verá al fin como Juez.
San Agustín, de symbolo ad catechumenos, 7
No debemos considerar esta postura como la que toma el cuerpo humano, ni que el Padre estaba sentado a la izquierda ni el Hijo a la derecha. Se debe entender por la derecha la potestad que recibió de Dios aquel hombre para juzgar cuando venga, después de haber venido para ser juzgado. Estar sentado es lo mismo en latín que habitar, y por eso se dice de un hombre que ha pasado tres años en un país: In illa patria sedit per tres annos. De este modo, pues, debemos creer que está Cristo a la derecha de Dios Padre; porque es bienaventurado y habita en la bienaventuranza, que es la derecha del Padre, con quien todo es derecha, porque no hay nada allí que sea miserable.
"Y sus
discípulos, concluye, fueron y predicaron en todas partes", etc.
Beda, in Marcum, 4,45
Observemos
que San Marcos extiende su Evangelio hasta un tiempo tan avanzado, cuanto más
tardío es aquel anuncio con que le dio principio. Porque lo comenzó desde el
principio de la predicación evangélica hecha por San Juan, y le terminó al
llegar el tiempo en que los mismos Apóstoles sembraron por todo el orbe la palabra
del Evangelio.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
¿Qué es de
considerar, pues, en esto, sino que la obediencia siguió al precepto, y los
milagros a la obediencia? Había mandado el Señor: "Id por todo el mundo;
predicad el Evangelio a todas las criaturas", y en los Hechos de los
Apóstoles, se lee: "Me serviréis de testigos hasta el cabo del mundo"
( Hch 1,8).
San Agustín, Ad Hesych., epís. 80
¿Por qué
decir que esta predicación ha sido cumplida por los Apóstoles, cuando hay
naciones en las que empieza ahora y otras en las que aún no ha empezado? Pero
este precepto no fue dado a los Apóstoles, como si fueran los únicos que
debieran cumplirle; porque así como las palabras que les dirigió a ellos solos:
"Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos" ( Mt 28,20),
son una promesa hecha a la Iglesia, siempre viva en las generaciones que se
suceden unas a otras, ¿cómo es posible dejar de entender que alcanza esta
promesa hasta la consumación del tiempo?
Teofilacto
Pero debemos tener presente que la palabra se confirma con la obra, como en los Apóstoles, cuyas palabras confirmaban los milagros que las acompañaban. ¡Oh Jesús! Dignaos hacer que las palabras de santidad que pronunciamos, sean confirmadas por nuestras obras y actos, para que, con vuestra cooperación, seamos perfectos en todas nuestras palabras y obras, porque vuestra es la gloria de las palabras y de las obras.