LUNES DE LA OCTAVA DE PENTECOSTÉS
COMENTARIO AL EVANGELIO
DE LA CATENA AUREA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
JUAN
3, 15-18 "Porque de tal manera amó Dios el mundo, que dio a su
Hijo Unigénito, para que todo aquél que cree en El no perezca, sino que tenga
vida eterna. Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgarle, sino para que
el mundo se salve por El. Quien en El cree, no es juzgado: mas el que no cree,
ya ha sido juzgado, porque no cree en el nombre del Unigénito Hijo de
Dios". (vv. 15-18)
Crisóstomo, ut supra
Como había
dicho: "Conviene que sea levantado el Hijo del hombre", en lo que
daba a conocer ocultamente su muerte. Y para que el que oía no se entristeciese
por estas palabras, creyendo que era humano cuanto a El se refería, y para que
no creyese que su muerte no sería saludable, dijo, como para rectificar, cuando
había insinuado que el Hijo de Dios sería entregado a la muerte, que su muerte
sería la que alcanzaría la vida eterna. Por esto dice: "Porque de tal modo
amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito". No os admiréis de que yo
deba ser levantado para que vosotros os salvéis, porque así agradó esto al
Padre que tanto os amó, y que por estos siervos ingratos e indiferentes dio a
su mismo Hijo. Y al decir: "De tal manera amó Dios al mundo", indicó
la inmensidad de su amor, habiendo necesidad de reconocer aquí una distancia
infinita. El que es inmortal, El que no tiene principio, El que es la grandeza
infinita, amó a los que están en el mundo, que son de tierra y ceniza, y están
llenos de infinitos pecados. Lo que pone a continuación demuestra la cualidad
de su amor; porque no dio un siervo, ni un ángel, ni un arcángel, sino su
propio Hijo. Por esto añade: "Unigénito".
San Hilario, De Trin. l. 6
Mas si la fe
del amor había de medirse por entregar una creatura en bien de otra creatura,
no sería de gran mérito el enviarle una creatura de naturaleza inferior. Las
cosas de gran valor son las que dan a conocer la grandeza de amor y las cosas
grandes se estiman por las cosas grandes. El Señor, amando al mundo, dio a su
Unigénito y no a un hijo adoptivo. Era su Hijo propio por generación y verdad.
No hay creación, no hay adopción ni falsedad. Aquí hay fe de predilección y de
amor en favor de la salvación del mundo, dando a un Hijo que era suyo y que
además era Unigénito.
Teofilacto
Me parece
que, así como antes se ha dicho que el Hijo del hombre bajó del cielo aun
cuando su carne no bajase de allí sino que en cuanto a la única persona de
Jesucristo se atribuye lo que es de Dios al hombre, así también ahora al revés,
lo que es del hombre se atribuye al Verbo de Dios, porque el Hijo de Dios
permaneció impasible. Pero como no había más que una sola persona en virtud de
la unión hipostática -el Hijo de Dios y el hombre que sufrió la pasión- se dice
que es el Hijo entregado a la muerte quien en realidad padecía, no en su propia
naturaleza pero sí en su carne propia. Se ha obtenido una utilidad inmensa en
esta concesión. Tan grande es que excede a toda suposición humana. Y sigue:
"Para que todo aquél que cree en El no perezca, sino que tenga vida
eterna". El Antiguo Testamento ofrecía una vida larga a los que cumplían
sus preceptos, mas el Evangelio ofrece vida eterna e inacabable.
San Agustín
Debe
observarse que explica lo mismo respecto del Hijo de Dios que lo anunciado
respecto del Hijo del hombre exaltado en la cruz, diciendo: "Para que todo
aquél que crea en El". Porque el mismo Redentor y Creador nuestro, el Hijo
de Dios existente antes de todos los siglos, ha sido hecho Hijo del hombre por
los siglos de los siglos, a fin de que quien por el poder de su divinidad nos
había creado para gozar de la felicidad de la vida eterna, El mismo nos
redimiese por medio de la fragilidad humana para que alcanzáramos la vida que
habíamos perdido.
Alcuino
Y en
realidad el mundo conseguirá la vida eterna por el Hijo de Dios, porque para
esto precisamente vino al mundo. Y así sigue: "Porque no envió Dios a su
Hijo", etc.
San Agustín, In Ioannem tract., 12
¿Por qué es
llamado Salvador del mundo, sino para que salve al mundo? Luego un médico había
venido a curar al enfermo. A sí mismo se mata el que no quiere cumplir los
preceptos del médico, o los desprecia.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 27
Y porque
dice esto, muchos de los que viven sumidos en toda clase de pecados y en gran
negligencia, abusando de la infinita misericordia divina, dicen que no hay
infierno ni castigo, y que el Señor nos perdona todos los pecados 1.
Pero debe tenerse en cuenta que hay dos venidas de Jesucristo: la que ya se ha
realizado y la que habrá de realizarse. La primera no fue para juzgar lo que
nosotros habíamos hecho, sino para perdonarlo. Mas la segunda será no para
perdonar sino para juzgar. Respecto de la primera dice: "No he venido para
juzgar al mundo", porque es compasivo, no juzga, sino que antes perdona
los pecados por medio del bautismo y después por la penitencia. Porque si no lo
hubiera hecho así todos estarían perdidos, pues que todos pecaron y necesitan
de la gracia de Dios ( Rom 34,23). Y para que alguno no creyese que podía pecar
impunemente, habla de los castigos reservados a los que no creen: "Ya está
juzgado" dijo antes. Mas el que cree en El no es juzgado. El que cree,
dijo, no el que investiga. ¿Qué será, pues, si lleva una vida corrompida? Y con
mayor razón, diciendo San Pablo que estos no son fieles. Dice, además:
"Confiesan que conocen a Dios, y lo niegan con las obras" ( Tit
1,16); pero esto significa que el que cree no será juzgado, pero que sufrirá el
castigo de sus obras; sin embargo no padecerá por causa de infidelidad.
Alcuino
Y el que
cree en El y se identifica con El, como los miembros con la Cabeza, no será
juzgado.
San Agustín, ut supra
Pero ¿qué
esperabas que dijese del que no cree sino que será juzgado? Pero véase lo que
dice: "Mas el que no cree ya ha sido juzgado". No se ha manifestado
aún el juicio, pero ya ha sido realizado. Porque conoce el Señor a los que son
suyos, conoce a los que perseverarán hasta obtener la corona y a los que serán
contumaces hasta el fuego.
Crisóstomo, ut supra
Dice esto
porque no creer en El es el suplicio del impenitente. Pues estar fuera de la
luz, incluso en sí mismo, es el mayor castigo. O preanuncia lo que ha de
suceder; porque así como quien mata a un hombre, aun cuando todavía no haya
sido condenado por la sentencia del juez, está condenado por la misma
naturaleza del crimen, asimismo el que es incrédulo, de la misma manera que
murió Adán el mismo día en que comió el fruto prohibido.
San Gregorio, Moralium 26, 24
En el último
juicio algunos no serán juzgados y perecerán. De éstos se dice aquí: "El
que no cree ya está juzgado", pues entonces no será discutida su causa,
porque ya se presentarán delante del severo juez con la condenación de su
infidelidad. Y los que conservan su profesión de fe, pero carecen de obras,
serán mandados a padecer. Mas los que no conservaron los misterios de la fe no
oirán la increpación del juez en su último examen, porque prejuzgados ya en las
tinieblas de su infidelidad, no merecerán oír la reconvención de Aquél a quien
despreciaron. Y sucede también que un rey de la tierra, o el que rige una
república, castiga de diferente modo al ciudadano que delinque en el interior
que al enemigo que se rebela en el exterior. En el primer caso obra según sus
propias leyes; pero la guerra lo mueve contra el enemigo, vengándose con
iguales desastres de su malicia, porque tampoco hay necesidad de aplicarle la
ley al que nunca estuvo sujeta a ella.
Alcuino
Y por qué
está juzgado el que no cree, lo explica diciendo: "porque no cree en el
nombre del Unigénito Hijo de Dios", pues sólo en el nombre de Este se
encuentra la salvación. Dios no tiene muchos hijos que puedan salvar; sólo
tiene a su Unigénito, que es por medio de quien salva.
San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 1, 33
¿En dónde,
pues, ponemos a los niños bautizados, sino entre los creyentes? Porque esto se
les concede por virtud del sacramento y por la promesa de los padrinos. Y por
esta razón colocamos a los que no están bautizados entre los que no han creído.
Notas
1. Al final del peregrinar terreno.
19-21 "Mas
este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo hombre que obra
mal, aborrece la luz, y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas.
Mas el que obra verdad, viene a la luz para que parezcan sus obras, porque son
hechas en Dios". (vv. 19-21)
Alcuino
Explica por
qué no creyeron y por qué fueron condenados con justicia, diciendo: "Mas
éste es el juicio: que la luz vino al mundo", etc.
Crisóstomo, ut supra
Como
diciendo: ¿acaso ellos la buscaron o trabajaron para encontrarla? Esta luz vino
a ellos, pero no la recibieron. Por eso sigue: "Y los hombres amaron más
las tinieblas que la luz". Ahora los priva de toda excusa, porque vino a
sacarlos de las tinieblas y a llevarlos a la luz. ¿Y quién merecerá el perdón
de aquellos que no aceptaron esta luz?
Beda
Se llama a
sí mismo luz Aquél de quien antes dijo el Evangelista: "Era la luz
verdadera" ( Jn 1,9), llamando a la vez tinieblas a los pecados.
Crisóstomo
Además, como
creían algunos que era imposible lo que se había dicho y que ninguno que está
en tinieblas honra a la luz, añade la causa porque sufren estas cosas,
diciendo: "porque sus obras eran malas". Y si hubiese venido a
juicio, esto tendría alguna razón de ser, porque el que conoce sus malas
acciones acostumbra a huir del juez; pero los que faltaron deben buscar al que
puede perdonarlos: era muy justo que todos aquellos que se reconocían reos de
grandes pecados salieran al encuentro de Cristo, que venía a perdonar, como
sucedió en muchos, porque los publicanos y los pecadores venían y se ponían a
la mesa con Jesús. Pero como algunos son tan perezosos para trabajar en
adquirir la virtud que quieren vivir en su malicia hasta el fin, para
reprensión de éstos añade: "Porque todo hombre que obra mal, aborrece la
luz", lo que se ha dicho especialmente de aquellos que prefieren vivir en
la mala fe.
Alcuino
"Porque
todo hombre que obra mal aborrece la luz", esto es, el que permanece en el
propósito de pecar. Porque a quien le agrada el pecado aborrece la luz que
descubre el pecado.
San Agustín, Confess. 10, 23
Y como no
quieren engañarse y sí engañar a los demás, estiman la luz cuando se presenta
por sí misma y la aborrecen cuando la luz los pone a ellos de manifiesto. Por
tanto los recompensa poniéndolos de manifiesto aun cuando ellos no quieran y
sin que ellos la vean. También estiman la verdad cuando brilla, y la aborrecen
cuando les arguye. Por esto sigue: "Y no viene a la luz, para que sus
obras no sean reprendidas", etc.
Crisóstomo, ut supra
Ninguno
reprende a aquel que vive en el paganismo porque adora a sus dioses y obra
según sus creencias. Pero los que son de Jesucristo y viven mal son acusados
por todos los que viven bien. Mas si son gentiles y viven bien, yo no lo he
visto claramente; y no se me hable de aquellos que son humildes y buenos por
naturaleza (porque esto no es virtud) sino de los que sostienen la lucha contra
sus pasiones y viven sabiamente; pero no se encuentran tales. Y si el anuncio
de la gloria y la amenaza del infierno y otras tantas razones, con dificultad
sostienen a los hombres en la virtud, es difícil que la practiquen quienes no
creen en nada de esto. Y si algunos aparentan ser virtuosos, esto lo hacen
únicamente con el objeto de obtener popularidad. Por esta razón, cuando pueden
ocultarse, no prescinden de sus malos deseos. ¿Y qué utilidad obtienen cuando
alguno que es sobrio y no roba se hace esclavo de la vanagloria? Esto no es
vivir bien. Y no obra mejor, sino mucho peor, el que fornica. Y si hay alguno
que viva bien entre los gentiles, ello no obsta a lo que venimos diciendo,
porque esto no sucede con frecuencia sino rara vez.
Beda
Moralmente hablando, prefieren mejor las tinieblas que la luz aquellos que persiguen y calumnian a sus predicadores, que les enseñan la verdad.
Prosigue:
"Mas el que obra la verdad, viene a la luz", etc.
Crisóstomo, ut supra
Esto no lo
dice refiriéndose a los primeros cristianos, sino únicamente a aquellos que,
procedentes de los gentiles o de los judíos, se estaban preparando para merecer
la fe. Manifiesta también que ninguno puede elegir entre el error y la verdad
si antes no se marca a sí mismo el camino recto que ha de seguir.
San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 1, 53
Aquél que
viene al verdadero conocimiento dice que todas sus obras han sido hechas en
Dios, porque conoce que su propia justificación no debe atribuirse a sus
méritos, sino a la gracia de Dios.
San Agustín, In Ioannem tract., 12
Mas si Dios encuentra todas las obras malas, ¿cómo es que algunos han conocido la verdad y han venido a la luz, esto es, a Cristo? Pero ya había dicho antes el Salvador que amaban más las tinieblas que la luz; allí es donde se encuentra la fuerza del argumento. Muchos estiman sus pecados, muchos otros lo confiesan. Dios acusa tus pecados, mas si tú los acusas, te unirás con Dios. Conviene que aborrezcas en ti tus malas acciones y ames en ti la gracia de Dios. El principio de las buenas obras consiste en la confesión de las malas, y obras bien en verdad porque no te halagas ni te complaces a ti mismo. Mas vienes a la luz porque el pecado mismo que te desagradó no te hubiera desagradado si Dios no te lo hubiese dado a conocer, y su verdad no hubiera brillado en ti. Alguno obra bien cuando hace una verdadera confesión. Y viene a la luz por medio de sus buenas obras cuando observa que disminuyen los pecados de su lengua, o de sus pensamientos, o de su inmoderación, respecto de las gracias concedidas. Porque muchos pecados leves, si se toman con descuido, matan. Pequeñas son las gotas que aumentan el caudal de un río, pequeños son los granos de arena; mas si se amontonan muchos granos, la arena comprime y oprime. Esto hace el descuido prolongado, porque da lugar a que los arroyos se desborden. Poco a poco entran por el agujero descuidado, pero entrando por mucho tiempo y no sacando el agua, ésta sumerge la nave. ¿Y qué quiere decir sacar fuera, sino hacer que desaparezcan los pecados por medio de las buenas obras, llorando, ayudando y perdonando?