DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Comentario de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
JUAN 15, 26-27 "Pero cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del
Padre, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. Y
vosotros daréis testimonio porque estáis conmigo desde el principio". (vv.
26-27)
Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
Podrían los discípulos decirle al Señor: Si oyeron de ti palabras que nadie
dijo, si vieron en ti milagros que ningún otro hizo, y sin embargo, no
creyeron; si aborrecieron a tu Padre y a ti con El, ¿cómo nos envías y cómo nos
han de creer? Para que, pues, no se turben con este pensamiento, los consuela
diciéndoles: "Cuando viniere el Paráclito que yo enviaré, etc., El dará
testimonio de mi.
San Agustín In Ioannem tract., 92.
Como si dijera: Me aborrecieron y mataron a los que dieron testimonio de
mí; pero será tal el testimonio que de mí dará el Paráclito, que hará creer en
mí a los que no me vieron. Así como El dará testimonio de mí, así vosotros lo
daréis en vuestros corazones y en vuestra predicación. El, inspirando y
vosotros haciendo oír vuestra voz. Porque vosotros, que habéis estado conmigo
desde el principio, podréis predicar lo que conocéis, lo cual no hacéis ahora
porque no tenéis aún la plenitud de aquel Espíritu. La caridad de Dios,
difundida en vuestros corazones por el Espíritu Santo, os dará valor para dar
testimonio. El Espíritu Santo, dando testimonio y mucho valor a los testigos,
libró del temor a los amigos de Cristo, y convirtió en amor el odio de sus
enemigos.
Dídimo De Spiritu sancto.
El Espíritu Santo, que cuando viene se llama Consolador, tomando el nombre
de los efectos que produce. Porque no sólo libra de toda perturbación a
aquellos que encuentra dignos de sí, sino que les infunde un gozo increíble;
porque se apodera la alegría celestial del corazón de aquellos en quien se
alberga. Este Espíritu consolador, es enviado por el Hijo, no por ministerio de
los ángeles, ni de los profetas, ni de los apóstoles, sino que es enviado por
la sabiduría y verdad de Dios, como conviene que sea enviado el Espíritu de
Dios, que posee una naturaleza indivisa con la misma sabiduría y verdad. En
efecto, el Hijo enviado por el Padre no se separa ni divide de El,
permaneciendo en El y teniéndolo en sí mismo, sin que el Espíritu Santo,
enviado por el Hijo de la manera antes dicha, salga del Padre ni cambie de uno
en otro lugar. Porque así como el Padre no se detiene en parte alguna, porque
es sobre toda naturaleza corporal, del mismo modo el Espíritu de verdad no se
encierra en extensión de lugar, porque es incorpóreo y superior a toda criatura
racional.
Crisóstomo ut supra.
No dijo Espíritu Santo, sino Espíritu de verdad, para demostrar que es
digno de fe. Dice también que procede del Padre, es decir, que conoce con toda
certeza todas las cosas, del mismo modo que hablando de sí mismo: "Porque
conocí de dónde vengo y a dónde voy".
Dídimo Lib. 2 tomo 9 inter. Op. Hieron.
El pudo decir de Dios o del Todopoderoso, pero nada de esto citó, sino que
dijo del Padre; no porque el Padre sea otro que el Dios Omnipotente, sino
porque el Espíritu de verdad, según la propiedad e inteligencia del Padre,
procede de El. Enviando, pues, el Hijo al Espíritu de verdad, lo envía
juntamente el Padre, viniendo el Espíritu por la misma voluntad del Padre y del
Hijo.
Teofilacto.
Por otra parte se dice "en verdad que el Padre envía al Espíritu"
y cuando dice "ahora" el Hijo que lo enviará, demuestra la igualdad
de poder. Pero no se crea que significa resistencia con el Padre como enviando
al Espíritu Santo en virtud de otro poder, y por eso añade: "Del
Padre", para expresar que El recibe del Padre y da con El mismo la misión.
Cuando oyes que procede, no creas que la procesión sea aquella misión
extrínseca, por la cual son enviados los espíritus administradores, sino que
llama procesión una propiedad diferente, excelente y reservada, atribuida sólo
al Espíritu principal. La procesión del Espíritu no es otra que el origen de
Aquel que le da el ser; y así no es necesario entender que la palabra proceder
es enviar, sino lo mismo que recibir la esencia de la naturaleza del Padre.
San Agustín In Ioannem tract., 99.
Tal vez se le ocurra a alguno preguntar si también el Espíritu Santo procede del Hijo. El Hijo es sólo del Padre, y el Padre lo es sólo del Hijo, pero el Espíritu Santo no es Espíritu de sólo uno, sino de los dos. Alguna vez dice Jesucristo: "Espíritu de vuestro Padre, que habla en vosotros" ( Mt 10,20), y dice el Apóstol: "Envió Dios al Espíritu del Hijo a vuestros corazones" (Gal 4,6). Creo que, por esto mismo, se llama propiamente Espíritu, porque si se nos pregunta acerca de cada una de las Personas, no podemos sino llamar espíritu tanto al Padre como al Hijo. Este nombre, pues, que corresponde a cada una de las Personas y a todos en común, convino que fuera dado a Aquel que no es ni el Padre ni el Hijo, sino la mancomunidad de los dos.¿Por qué, pues, no hemos de creer que también del Hijo procede el Espíritu Santo siendo también Espíritu del Hijo? Si no procediera de El no hubiera soplado sobre sus discípulos después de la resurrección, diciéndoles: "Recibid el Espíritu Santo" ( Jn 20,22). Es necesario creer que ésta es la virtud de que habló el evangelista: "Salía de El una virtud que a todos curaba" ( Lc 6,19). Si, pues, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, ¿por qué dijo el Hijo: "del Padre procede", sino porque acostumbraba a referir incluso lo que es de sí mismo a Aquél de quién El mismo procede? Por esto dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió" ( Jn 7,16). Si, pues, se entiende como doctrina suya la que, sin embargo, dijo no ser suya, sino de su Padre, con cuánta mayor razón debe entenderse que el Espíritu Santo procede de El mismo, cuando dice "Del Padre procede" y no añade: 'no procede de mí'. De allí le viene al Hijo el ser Dios; de donde le viene el proceder de El el Espíritu Santo. Así se entiende por qué no se dice que el Espíritu Santo nace, sino que procede; porque si fuese también Hijo, sería forzoso considerarlo como Hijo de los dos, lo cual sería absurdísimo. No hay hijo que no nazca sino de dos seres, padre y madre. Pero lejos de nosotros el suponer semejante cosa entre Dios Padre y Dios Hijo. Porque ningún hijo de padres humanos procede al mismo tiempo de padre y de madre; porque en el instante en que procede del padre al seno materno, no procede entonces de la madre. El Espíritu Santo no procede del Padre al Hijo, y luego del Hijo para santificar las criaturas, sino que procede a un mismo tiempo del uno y del otro. Y tampoco podemos decir que el Espíritu Santo no sea vida, siendo vida el Padre y vida el Hijo. Y por esto, así como el Padre tiene vida en sí mismo, y dio al Hijo que tuviera vida en sí mismo, así dio que la vida procediera del Hijo, como procede también de El mismo.
JUAN 16, 01-04 "Esto os he dicho para que no os escandalicéis. Os
echarán de las sinagogas: mas viene la hora en que cualquiera que os mate,
pensará que hace servicio a Dios. Y os harán esto, porque no conocieron al
Padre ni a mí. Mas esto os he dicho, para que cuando viniese la hora, os
acordéis de ello, y que yo os lo dije. No os dije estas cosas al principio
porque estaba con vosotros". (vv. 1-4)
San Agustín, in Ioannem, tract. 93
Después de haberles prometido el Espíritu Santo, cuya operación los
convertiría en testigos, añadió: "Esto os he dicho para que no os
escandalicéis". Cuando la caridad de Dios es infundida en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado ( Rom 5,5), nace mucha
paz en los que aman la ley de Dios ( Sal 118,165), para que en ellos no haya
escándalo. Después, declarando lo que habrían de padecer, dijo: "Os
echarán de las sinagogas".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 77
Ya habían dispuesto que si alguno confesaba a Cristo fuese expulsado de la
sinagoga.
San Agustín, ut supra
¿Qué daño les resultaba a los Apóstoles de que los expulsaran de las
sinagogas, si ellos las habían de dejar aunque nadie los despidiera? Esto quiso
decir que los judíos no recibirían a Cristo, de quien los Apóstoles no se
habían de separar. Porque como no había otro pueblo de Dios sino el que era de
la estirpe de Abraham, si éste hubiera reconocido a Cristo no hubieran existido
por un lado Iglesias de Cristo y por otro sinagogas de los judíos. Y por cuanto
no creyeron, ¿qué restaba sino que los que permanecían alejados de Cristo,
echaran de la sinagoga a los que no dejaron a Cristo? Después de decirles esto,
añadió: "Pero se acerca la hora en que cualquiera que os mate, crea que
presta un servicio a Dios". Cuyas palabras profirió como en sentido de
consuelo para aquellos que serían expulsados de las sinagogas. ¿Acaso la
separación de las sinagogas, había de ser causa de tanto sentimiento que
prefirieran morir antes que vivir separados de los judíos? Lejos la idea de que
así se consternasen los que no buscaban la gloria humana, sino la de Dios. He
aquí el sentido de estas palabras: Ellos os echarán de las sinagogas, pero no
temáis la soledad, porque separados de la comunión de ellos reuniréis tan gran
número de creyentes en mi nombre, que temerosos ellos de que quede desierto su
templo y abandonados los sacramentos y todo lo de la antigua Ley, os maten
creyendo prestar un servicio a Dios, llevados de celo indiscreto por la gloria
de Dios y no según la sabiduría. Esto debemos entender que fue dicho por los
judíos de quienes ya había dicho "Os echarán de las sinagogas". Si
bien los testigos, esto es, los mártires de Cristo, fueron muertos por los
gentiles, no creyeron éstos, sin embargo, que ofrecían un homenaje a Dios, sino
a sus dioses falsos. Pero los judíos cuando matan a los predicadores de Cristo,
creen prestar un homenaje a Dios, juzgando que los que se convierten a Cristo
apostatan del Dios de Israel. Estos, pues, poseídos del fanatismo, no guiados
por la sabiduría, mataban a los creyentes, pensando hacer un servicio a Dios.
Crisóstomo, ut supra
Después procura consolarles, diciendo: "Esto harán con vosotros, porque
no conocieron al Padre ni a mí"; como si dijera: Basta para vuestro
consuelo el saber que padecéis esto por mí y por mi Padre.
San Agustín, ut supra
Para que estos males no cogieran su ánimo desprevenido y de improviso, pues
aunque habían de pasar pronto podrían ser causa de desaliento, continuó
diciendo para prevenirles: "Os he dicho esto, para que, cuando llegare la
hora de ellos", etc.: la hora de ellos tenebrosa y nocturna. Pero la noche
de los judíos, separada del día, no oscureció el de los cristianos.
Crisóstomo, in Ioannem, ut supra
También predijo esto por otro motivo, a saber, para que no dijeran que no
había previsto el porvenir. Y esto significan las palabras "Acordaos que
os lo dije", y no pudieran alegar que sólo les había anunciado lo que
podía halagarles. Y porque no lo había dicho desde el principio, les da esta
razón: "Esto no lo dije desde el principio, porque estaba con
vosotros". Estabais bajo mi protección y podíais preguntarme cuanto
quisierais, y sostenía yo toda la lucha, por lo que era superfluo el deciros
esto al principio, y si lo callé no es porque me fuera desconocido.
San Agustín, in Ioannem, tract. 94
Pero hay otros tres evangelistas que refieren que esto lo predijo antes de
la cena, concluida la cual dijo esto, como atestigua San Juan. Tal vez se
resuelva esta cuestión con decir que aquéllos refieren que esto lo dijo próximo
a la pasión, no al principio cuando estaba con ellos. Pero San Mateo afirma
que, no sólo cercano a la pasión, sino que desde el principio había dicho esto.
¿Qué quieren decir, pues, estas palabras, "Esto desde el principio no lo
dije", etc., sino lo que aquí dice del Espíritu Santo, que ha de venir
sobre ellos, y ha de dar testimonio de los trabajos que han de padecer? Esto,
desde el principio, no lo dijo porque estaba con ellos y los consolaba con su
presencia. Habiéndose, pues, de ausentar, era conveniente que dijera que
vendría Aquel (el Paráclito) que, difundiendo en sus corazones el Espíritu de
caridad, predicarían con confianza la palabra de Dios.
Crisóstomo, ut supra
Les predijo también que padecerían toda clase de aflicciones, pero no añadió que su muerte sería considerada como culto tributado a Dios, que era lo que más podía aterrarles; o bien porque había dicho antes lo que les harían sufrir los gentiles, añadió aquí lo que harían los judíos.