MIÉRCOLES DE LA TÉMPORAS DE PENTECOSTÉS
COMENTARIO AL EVANGELIO
DE LA CATENA AUREA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
Juan
6, 41-46 Los judíos, pues, murmuraban de El, porque había dicho:
"Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo". Y decían: "¿No es
éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Pues cómo
dice éste: que del cielo descendí?" Mas Jesús respondió, y les dijo:
"No murmuréis entre vosotros: Nadie puede venir a mí, si no le trajere el
Padre que me envió: y yo lo resucitaré en el postrimero día. Escrito está en
los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Todo aquél que oyó del Padre y
aprendió, viene a mí. No porque alguno ha visto al Padre, sino aquél que vino
de Dios, éste ha visto al Padre". (vv. 41-46)
Crisóstomo in Ioannem hom. 45.
Mas los
judíos, creyendo que se trataba de la comida material, no se disgustaron hasta
que se convencieron de lo contrario. Por esto dice: "Los judíos, pues,
murmuraban de El, porque había dicho: Yo soy el pan vivo", etc. Parece que
se disgustaban también porque dijo que había bajado del cielo, pero esto no era
lo que producía su disgusto, sino que ya no esperaban saciarse de un alimento
corporal. Sin embargo aún lo consideraban porque estaba reciente el milagro y
por tanto no lo contradecían abiertamente, sino que manifestaban su disgusto
murmurando. Y dice lo que murmuraban cuando añade: "Y decían: ¿No es éste
Jesús el hijo de José", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Muy alejados
estaban éstos del pan del cielo y no sabían experimentar hambre de El, porque
este pan supone el hambre del hombre interior.
Crisóstomo, ut supra
Es bien
sabido, pues, que aún no conocían su generación admirable. Por eso aún lo
llaman hijo de José y sin embargo, no los increpa. Así, no les respondió: no
soy hijo de José, puesto que no podían tener conocimiento de su generación
prodigiosa. Y si no podían entenderlo claramente cuando hablaba respecto de la
generación humana, con mucha más razón no lo comprenderían cuando hablase de
otra naturaleza más elevada.
San Agustín, ut supra
Tomó carne
de los hombres, pero no a la manera de los demás hombres, porque teniendo Padre
en el Cielo, eligió Madre en la tierra, y allí nació sin madre, y aquí sin
padre. "Los judíos pues murmuraban de El", etc. ¿Que responde ante
tales murmuradores? "No murmuréis entre vosotros". Como si dijese: sé
por qué no sentís este hambre y por qué no comprendéis ni buscáis este pan.
"Nadie puede venir a mí, si no lo trajere el Padre que me envió".
¡Noble excelencia de la gracia 1!
Ninguno viene si no es traído. ¿A quién trae y a quién no trae? El porqué, no
debéis investigarlo si no queréis errar. Acéptalo y entonces entiéndelo. Y si
acaso no has sido traído aún, ruega para que lo seas.
Crisóstomo, ut supra
Aquí se
levantan los maniqueos diciendo que nada se deja a nuestra propia libertad,
pero esto no destruye lo que en nosotros hay, sino que manifiesta que
necesitamos del auxilio divino. Manifiesta pues aquí, que no se refiere a aquél
que viene como obligado, sino a aquél que viene venciendo muchas
contrariedades.
San Agustín, ut supra
Si a pesar
nuestro somos traídos a Jesucristo, se sigue que a pesar nuestro creemos. Luego
se nos hace violencia, no se mueve la voluntad. Pero alguno podrá entrar en la
Iglesia no queriendo, mas no podrá creer si no quiere, "porque con el
corazón se cree en la justicia" ( Rom 10,10). Así pues, si viene obligado
el que es traído, no cree; y si no cree, no viene; porque no nos encaminamos
hacia Jesucristo andando, sino creyendo; y no nos aproximamos a El moviendo el
cuerpo, sino por la voluntad del alma. Por tanto, eres traído voluntariamente.
¿Y qué es ser traído voluntariamente? "Complácete en el Señor, y
alcanzarás de El lo que pide tu corazón" ( Sal 36,4). Hay cierto goce en
nuestra alma para la cual es muy satisfactorio aquel pan del cielo. Además, si
fue lícito al poeta decir que el placer de cada uno es lo que lo atrae, ¿con
cuánta más razón debemos decir nosotros que el hombre es traído a Jesucristo
cuando se deleita en la verdad, cuando se deleita en la santidad, cuando se deleita
en la justicia y cuando se deleita en la vida eterna? Y todo esto es
Jesucristo. Los sentidos del cuerpo tienen sus placeres, ¿el alma carecerá de
ellos? Dame un hombre que ama, uno que desea, uno que es fervoroso, uno que
tiene hambre, uno que anda con esta solicitud y que tiene sed y que suspira por
llegar a la fuente de la vida eterna. Este hombre comprenderá lo que digo.
Porque el Señor quiso decir: "a quien el Padre trajere". Si hemos de
ser traídos seámoslo por Aquél a quien dice el que lo ama ( Cant 1,3):
"Tráeme en pos de ti". Pero veamos cómo debe entenderse aquella
sentencia. El Padre trae al Hijo a aquéllos que creen en el Hijo porque conocen
que Este tiene a Dios por Padre, puesto que Dios Padre engendró al Hijo igual a
sí. Y el que piensa y cree en la fe y examina que el Hijo es igual al Padre, en
quien cree, es traído por el Padre al Hijo. Arrio pensó que sólo era una
criatura; el Padre no lo trajo. Fotino 2
dijo: Jesucristo únicamente es hombre; como creyó esto, no lo trajo el Padre.
Trajo a Pedro, que dijo: "Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo" ( Mt
16,16). Por esto se le contestó: "La carne y la sangre no te han revelado
esto, sino mi Padre que está en los Cielos" ( Mt 16,17). Esta revelación
es la atracción misma. Si atraen aquellas cosas que se revelan a los que se
aman entre las delicias terrenas, ¿no atraerá Jesucristo revelado por el Padre?
¿Qué otra cosa mejor desea el alma que la verdad? Pero aquí los hombres tienen
hambre, allí serán saciados. Por esto añade: "Y yo le resucitaré en el
postrimero día". Como diciendo: será saciado, porque aquí tiene sed y en
la resurrección de los muertos yo le resucitaré.
San Agustín De quaest. nov. et vet. testam. qu. 79
O bien atrae
el Padre hacia el Hijo por medio de los milagros que hacía por El.
Crisóstomo in Ioannem hom. 45
No es
pequeña la dignidad del Hijo si el Padre atrae y El resucita, no separando sus
obras de las del Padre, sino manifestando la igualdad que existe entre la
virtud y el poder del Padre con su poder. Manifiesta a continuación el modo con
que el Padre atrae, diciendo: "Escrito está en los profetas: y serán todos
enseñados por Dios". He aquí el honor que concede la fe, puesto que no
viene de los hombres, ni por medio de los hombres, sino que deben aprenderla
del mismo Dios. Porque un maestro, cuando preside una clase, está dispuesto a
comunicar toda su ciencia, para inculcar a todos su enseñanza. Mas si el Señor
nos enseña a todos, ¿cómo es que algunos no creen? Y esto se dice respecto de
muchos, o sea de todos los que mueren.
San Agustín De praedest. Sanct. cap. 8
Hablamos con
propiedad cuando decimos de algún maestro que enseña las letras humanas y está
solo en la ciudad: éste enseña aquí todas las letras; no porque todos aprendan,
sino porque ninguno de los que allí están aprenden sino de él. Y así decimos
con propiedad: Dios manifiesta a todos cómo deben venir a Jesucristo, no porque
todos vengan, sino porque no pueden venir de otro modo.
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Todos los
hombres de aquel reino serán enseñados por Dios y no podrán oír estas cosas de
los hombres. Y aun cuando aquí oyen de los hombres, lo que comprenden se les
concede interiormente, interiormente brilla, e interiormente se les revela. Yo,
por ejemplo, lanzo un estrépito de palabras en vuestros oídos, pero si no
revela el que está dentro, ¿qué digo? ¿qué hablo? Dice, pues: "Y todos
serán enseñados por Dios". Como diciendo: ¿Cómo podéis conocerme, oh
judíos, siendo a quienes el Padre no ha enseñado?
Beda.
Dice en
plural: en los profetas, porque todos éstos estaban llenos de un mismo
espíritu. Y aunque vaticinaban cosas diferentes, se encaminaban a un mismo fin,
estando los unos conformes con los pensamientos de los otros y con las palabras
del profeta Joel: "Serán todos enseñados por Dios".
Glosa.
Esto no se
encuentra así en Joel, sino de una manera parecida, porque allí se dice:
"Hijos de Sion, regocijaos y alegraos en el Señor nuestro Dios, porque os
ha dado un doctor" ( Jl 2,33). Más expresivo está en Isaías cuando dice:
"Yo tomaré a todos tus hijos enseñados por el Señor" ( Is 54).
Crisóstomo, ut supra
Lo cual es
una cosa de verdadera importancia, porque antes aprendían por ministerio humano
las cosas que atañen a Dios, y ahora por el Hijo único de Dios y por el
Espíritu Santo.
San Agustín De praedest. Sanct. cap. 8 et seqq
Todos los
que son enseñados por Dios vienen al Hijo, porque oyeron y aprendieron del
Padre por el Hijo. De aquí que añada: "Todo el que oyó del Padre y
aprendió, viene a mí". Si el que oyó las cosas del Padre y aprendió viene,
en verdad que el que no oyó del Padre no aprendió. La escuela donde el Padre es
oído y enseña que se vaya a su Hijo está muy alejada de los sentidos del
cuerpo. Porque esta operación no la realiza por los oídos de la carne, sino del
espíritu, en donde está el mismo Hijo, dado que es su Verbo por el que el Padre
enseña del modo antedicho. Está también el Espíritu Santo, porque hemos
aprendido que las operaciones de la Trinidad son inseparables, y se le atribuye
esto principalmente al Padre, porque de El es el Hijo y procede de ambos el
Espíritu Santo. Y así la gracia que se concede por la divina magnificencia a
los corazones humanos por caminos ocultos, no puede ser rechazada por un
corazón duro, supuesto que su primer movimiento es quitar la dureza de corazón 3. ¿Y por qué enseña a todos para que vengan a
Jesucristo, sino porque aquéllos a quienes enseña les enseña por su
misericordia y aquéllos a quienes no enseña lo hace porque ellos se hacen
acreedores a tal pena? Y si dijéramos que quieren aprender aquellos a los que
no enseña, nos responderá: ¿Y dónde están cuando se le dice: "Señor, si tú
nos miras, nos darás vida" ( Sal 84,7)? Y si Dios no hace que quieran
aquéllos que no quieren, ¿por qué ruega la Iglesia por sus perseguidores,
conforme a lo que Dios le tiene ordenado? Por tanto, no puede decir alguno: he
creído para ser llamado por esta causa, siendo así que la gracia de Dios
prepara a aquél que es llamado para que crea.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
He aquí cómo
el Padre atrae enseñando la verdad y no imponiendo la necesidad, porque el
atraer es propio de Dios: "Todo el que oyó la voz del Padre y aprendió,
viene a mí". ¿Cómo así? ¿Jesucristo nada enseñó? ¿Cómo, si los hombres no
vieron a su maestro el Padre, vieron al Hijo? El Hijo, pues, hablaba, pero el
Padre enseñaba. Y si yo, siendo hombre, enseño a aquél que ha oído mi palabra,
el Padre también enseña a aquél que oye a su Verbo. El mismo da a conocer esto
y nos enseña lo que dijo, expresándose a continuación en estos términos:
"No porque alguno ha visto al Padre, sino aquél que oyó la voz del Padre".
Como diciendo: no sea que acaso, cuando esto os digo, que todo el que ha oído y
aprendido del Padre, digáis entre vosotros: nunca hemos visto al Padre; ¿cómo
podemos aprender de El? Oídlo de mí mismo. Yo he conocido al Padre, vengo de
El, del mismo modo que la palabra es de aquél de quien la concibe, no porque
suena y pasa, sino porque se queda con el que habla y atrae al que oye.
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad
que todos somos hijos de Dios y lo que es muy esencial y propio del Hijo, de
esto no habló por la debilidad de los que le oyesen.
Notas
1. "Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 357) "La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Unico del Padre. Esta vocación reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina; pero concierne también al conjunto de la comunidad humana". ( Catecismo de la Iglesia Católica 1877)
2. Se trata de Fotino de Sirmio.
3. "La iniciativa divina en la obra de la gracia previene, prepara y suscita la respuesta libre del hombre. La gracia responde a las aspiraciones profundas de la libertad humana; y la llama a cooperar con ella, y la perfecciona". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 2022)
47-52 "En
verdad, en verdad os digo: que aquél que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy
el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron.
Este es el pan que desciende del cielo, para que el que comiere de él no muera.
Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo. Si alguno comiere de este pan,
vivirá eternamente. Y el pan que yo os daré es mi carne por la vida del
mundo". (v. 47-52)
San Agustín In Ioannem tract., 26.
El Señor
quiso dar a conocer lo que El era. Por esto dice: "En verdad, en verdad os
digo, que aquél que cree en mí, tiene vida eterna". Como diciendo: el que
cree en mí, me tiene. ¿Y qué es tenerme? Tener la vida eterna. Y la vida eterna
es el Verbo que en el principio estaba con Dios y la vida era la luz de los
hombres. La vida asumió a la muerte, para que la muerte fuese destruida por la
vida.
Crisóstomo in Ioannem hom. 45.
Y como las
multitudes instaban pidiendo el alimento corporal, acordándose de aquel
alimento que se había concedido a sus padres, con el fin de manifestarles que
todo aquello no fue otra cosa más que una figura de la verdad que tenían
presente, hace mención de la comida espiritual diciendo: "Yo soy el pan de
la vida". Se llama a sí mismo pan de la vida, porque encierra en sí
nuestra vida toda, tanto la presente como la venidera.
San Agustín, ut supra
Mas como
ellos se enorgullecían hablando del maná, añade: "Vuestros padres comieron
el maná en el desierto y murieron". Y por esto, vuestros padres eran como
vosotros. Murmuradores eran los padres de los hijos murmuradores, porque se
dice que en nada ofendió tanto aquel pueblo a Dios, como murmurando contra
Dios. Y por esta razón murieron, porque creyeron sólo lo que veían y no creían
ni entendían lo que no veían.
Crisóstomo, ut supra
Y no sin
causa añadió: "en el desierto", manifestando de una manera oculta que
no fue largo aquel periodo en que se concedió el maná y que además no llegó con
ellos hasta la tierra prometida. Pero como veían que el pan que Jesucristo les
había dado era de poco mérito en comparación del que habían recibido sus
padres, (puesto que aquél bajaba del cielo y el que Jesucristo les dio, aunque
por un milagro, era de la tierra), por esto añadió: "Este es el pan que
desciende del cielo".
San Agustín, ut supra
El maná
prefiguró a este pan y el altar del Señor también. Tanto en éste como en aquél
se prefiguran los sacramentos. En las figuras hay diferencia, mas en la cosa
que se figura hay paridad. Oigamos al Apóstol ( 1Cor 10,3): "Todos
comieron la misma comida espiritual".
Crisóstomo, ut supra
Después
manifiesta (lo que podía convencerles más) que ellos eran de mejor condición
que sus padres, porque éstos, habiendo comido el maná, murieron, y por esto
añade: "Para que el que comiere de él no muera". Por el fin da a
conocer la diferencia de uno y otro pan. En este lugar llama pan a los
misterios salvíficos y a la fe, que es su objeto propio, o bien se refiere a su
cuerpo, pues todas estas cosas sostienen el alma.
San Agustín, ut supra
¿Pero
nosotros, no comeremos del pan que baja del cielo? Aquellos murieron, como
nosotros también hemos de morir en cuanto a la muerte de este cuerpo, visible y
material. Pero en cuanto a la muerte del espíritu, de la que murieron los
padres de éstos, Moisés comió el maná y muchos otros que agradaron a Dios y no
murieron porque aquella comida visible fue entendida por ellos en sentido
espiritual. Tuvieron de ella hambre espiritual, la gustaron en espíritu y
espiritualmente quedaron saciados. Y nosotros hoy también recibimos un alimento
visible, pero una cosa es el sacramento y otra la virtud del sacramento.
¿Cuántos hay que reciben este pan del altar, y mueren a pesar de ello? Por esto
dice el Apóstol ( 1Cor 11,29): "Que come y bebe su propia
condenación". Por tanto, comed el pan del cielo en espíritu y llevad
vuestra inocencia ante el altar. Los pecados, ya que son diarios, que no sean
mortales. Antes que os aproximéis al altar, ved lo que hacéis, ved lo que
decís: perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores
( Mt 6,12). Si perdonas, te serán perdonadas. Aproxímate tranquilo, es pan, no
veneno. Y si alguno comiese de este pan, no morirá, pero respecto de la virtud
del sacramento y no en cuanto se refiere al sacramento visible; esto es, el que
lo come interiormente y no exteriormente.
Alcuino
Y por eso no
muere el que come este pan, porque "Yo soy el pan vivo que bajé del
cielo".
Teofilacto
Con este fin
se encarnó; y no fue primero sólo hombre y después tomó la divinidad, como dice
Nestorio, mintiendo.
San Agustín, ut supra
También el
maná bajó del cielo, pero el maná era sombra y este pan es la realidad.
Alcuino
Mi vida es
la que vivifica. Por esto sigue: "Si alguno comiere de este pan,
vivirá", no sólo en la vida presente por medio de la fe y de la santidad,
sino "vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del
mundo".
San Agustín
Explica el
Señor a continuación por qué se llama a sí mismo pan, no sólo en lo que toca a
la divinidad que todo lo nutre, sino también a la naturaleza humana que asumió
el Verbo de Dios, cuando añade: "El pan que yo daré es mi carne por la
vida del mundo".
Beda
El Señor
concedió este pan cuando instituyó el sacramento de su cuerpo y su sangre y lo
dio a sus discípulos y cuando se ofreció a Dios Padre en el ara de la cruz.
Cuando dice: "Por la vida del mundo", no debemos entender que por los
elementos, sino por todos aquéllos que se designan en el nombre del mundo.
Teofilacto
Cuando dice:
"Que yo daré" da a conocer su poder, porque no fue crucificado como
siervo del Padre y menor que El, sino voluntariamente. Pues aunque se dice que
fue entregado por el Padre, se entregó El a sí mismo. Y véase cómo el pan que
nosotros recibimos en el sacramento no es la figura del cuerpo de Jesucristo,
sino el mismo verdadero cuerpo de Jesucristo. Porque no dijo: el pan que yo
daré lleva la imagen de mi cuerpo, sino: es mi propia carne. Se transforma este
pan por las palabras inefables, por la bendición y habitación mística del
Espíritu Santo en el cuerpo de Jesucristo. ¿Y por qué no vemos su cuerpo?
Porque si lo viésemos, nos horrorizaríamos de comerlo. Por cuya razón,
condescendiendo con nuestra fragilidad, vemos esta comida espiritual en la
manera que convenía a nuestro modo de conocer. Entregó su carne por la vida del
mundo, porque muriendo destruyó la muerte. Yo también entiendo la resurrección
en aquellas palabras "por la vida del mundo". Porque la muerte del Señor
concedió la resurrección general a todo el género humano. Y acaso a la vida,
que consiste en la santificación y en la perfección según el espíritu, la llamó
vida del mundo. Aunque no todos hayan recibido la vida que se encuentra en la
santificación y en el espíritu, sin embargo, el Señor se entregó por el mundo y
cuanto hay en él, por lo que todo el mundo se santifica.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
¿Y cómo iba a entender el hombre que llamase pan a su carne? Conocen, pues, los fieles que es el cuerpo de Jesucristo y no deben despreciarlo. Háganse cuerpo de Jesucristo, si quieren vivir del espíritu de Jesucristo, porque no vive del espíritu de Jesucristo sino el cuerpo de Jesucristo. ¿Acaso mi cuerpo vive de tu espíritu? El Apóstol da a conocer este pan diciendo ( 1Cor 10,17): "Muchos somos un solo cuerpo, todos los que participamos de este solo pan". ¡Oh sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! El que quiere vivir, tiene de dónde vivir; acérquese, crea, incorpórese para que sea vivificado.