miércoles, 15 de abril de 2020

VIENE NUESTRO REY. Exhortación de Domingo de Ramos




VIENE NUESTRO REY. Exhortación de Domingo de Ramos
Domingo de Ramos 2020
¡Salta de gozo, Sión!¡Alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu Rey.
Son las palabras del Profeta Zacarías que anuncian la entrada mesiánica de Jesús en la ciudad de Jerusalén y que se cumplen en el domingo de Ramos.
Nos alegramos, nos llenamos de gozo por este Rey que viene a nosotros. Pero preguntémonos:
¿Quién es el que viene? Es Jesucristo, el Hijo de Dios, El Verbo eterno del Padre que existía desde siempre y que desde siempre estaba junto a Dios y es Dios. Él es nuestro Rey.
¿De dónde viene? Viene del cielo, enviado del Padre. Viene de la eternidad.
¿A dónde viene? A Sión, a Jerusalén, al pueblo de Israel, al mundo, a nuestra historia, a cada uno de nosotros.
¿Cómo viene?  Revestido de nuestra carne, en apariencia de hombre, porque el Verbo se hizo carne y habitó en nosotros. Viene manso y humilde montado en un asno. No viene con la fuerza de un rey, acompañado de un ejército.  Viene sobre un asno –animal de las tareas cotidianas- porque él es manso y humilde de corazón.
¿A qué viene? A cumplir la misión que el Padre le ha encomendado, porque sus obras son las que dan testimonio, y sus obras son las obras de sus Padre.
¿Para que viene? Viene a establecer su Reino, viene a morir por nosotros en la cruz.
¿Por qué viene? Viene para redimirnos del pecado, para salvarnos de la muerte, para mostrarnos su amor.
Y, ¿cómo es este Rey?
Es el Rey de la verdad.  Yo soy la verdad.  No viene a engañarnos, ni puede engañarse. Viene a mostrarnos el camino del cielo, a enseñarnos el rostro del Padre, porque todo lo que ha oído eso es lo que nos dice, no lo dice por cuenta propia, sino por aquel que lo envío. Viene a denunciar el error y la mentira, viene a decirnos la verdad porque él es veraz.
Es el Rey de la vida. Yo soy la vida y la resurrección, porque solo en él encontramos vida eterna, porque solo él puede darnos vida eterna. Sólo él que ha creado nuestro corazón puede colmarlo de felicidad.
Es el Rey santo. Un gran profeta ha surgido en medio de nosotros  -decía la gente de Jesús-.  Sus obras son santas, en todo muestra la santidad de Dios, nada hay que pueda reprochársele. Pasó por el mundo haciendo el bien y librando a los poseídos por el diablo. Obró en justicia y verdad. Viene a dar cumplimiento y perfeccionar la ley de Moisés: Sed santos y compasivos, como vuestro Padre celestial es santo y compasivo. Es más, no sólo es Santo, sino que quiere comunicarnos su santidad a nuestras almas. Por eso…
Es el Rey de la gracia, porque es la misma Gracia increada. Él quiere llenarnos de vida sobrenatural, de vida divina, para eso se tomó nuestra naturaleza para divinizarla. Y Tú, ¿cómo siendo hombre te haces Dios? No está escrito: Seréis como dioses. Sí, él nos hace dioses por su gracia que nos comunica en los sacramentos.
Es el Rey de la justicia porque dio a cada uno lo que es debido: a Dios la obediencia y la satisfacción por nuestros pecados; a nosotros, la misericordia y el perdón, a Satanás y a sus ángeles la venganza de la cruz, con la victoria definitiva sobre el Mal.
Es el Rey del amor: pues su reino no es de este mundo. No es un reino de poder y política, de riquezas, de tesoros, de territorios… Su reino es sobre las almas. Un reino que se establece mediante la alianza del amor: “cómo yo os he amado, amaos vosotros los unos a los otros”, así sabrán que sois mis discípulos, mis siervos, mis hermanos, mis amigos, mis herederos.
Es el Rey de la Paz porque él ha reconciliado a los hombres con Dios pagando con el precio de su muerte la deuda de nuestra enemistad y haciendo de su sacrificio el puente por el que podemos ser salvados abriendo de nuevo para nosotros el Paraíso.
¡Salta de gozo, Sión! ¡Alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu Rey. Sí, nos alegramos y nos llenamos de gozo en este día; y con aquellas gentes y niños gritamos “Hosanna. Sálvanos Señor. “
Porque aquel grito, esta exclamación es la nuestra, por toda esta pandemia que nos da miedo y nos hace sentir tan indefensos, por nuestra existencia donde tantas veces sentimos el peso y la dureza de la vida, por nuestro pecado que se nos hace una carga insoportable sobre la conciencia. Un grito, una oración que es también por nuestros difuntos, por tantas personas que están muriendo estos días, muchos de ellos, sin esperarlo, sin prepararse, sin poder contar con la presencia de un sacerdote… Sálvalos, sálvanos, Señor, que tan alto precio has pagado por cada uno de nosotros, que no se pierda ningún alma que a precio de tu sangre rescataste para el reino del cielo. Hosanna. Sálvanos, Jesús.
Aclamemos a Cristo, nuestro Rey; y que esta procesión sea signo del caminar de nuestra vidas dando gloria y alabanza a nuestro Dios y Señor. Amén.