miércoles, 8 de mayo de 2024

SI FUE GLORIFICADO CON SU PASIÓN, ¿CUÁNTO MÁS LO FUE MEDIANTE SU RESURRECCIÓN? SAN AGUSTÍN

 


 Vigilia de la Ascensión

Homilía de maitines

Homilía de San Agustín, Obispo.
Tratado 104 sobre San Juan, después del medio.

Nuestro Señor, el Unigénito del Padre y coeterno con Él, habiendo tomado la naturaleza de siervo, podía en esta naturaleza rogar en silencio, si hubiese sido necesario; pero de tal modo quiso presentarse a su Padre como intercesor, que constase al propio tiempo que era nuestro maestro. Por esto, aquella oración que hizo a favor nuestro, quiso que la conociésemos, para que no sólo las lecciones de un maestro tan grande, sino su misma oración al Padre sirviera para edificación de sus discípulos. Y no solo de aquellos que pudieran oírla, sino también de nosotros que habíamos de leerla.

Por lo mismo, diciendo: "Padre, viene la hora, glorifica a tu Hijo", demuestra que cuanto Él realizará o dejará que se haga en cualquier tiempo, ha sido dispuesto por Él que no está sujeto al tiempo. Ya que los sucesos que van desarrollándose en el curso de los tiempos, tienen su causa eficiente en la sabiduría de Dios, en la cual nada existe que sea temporal. De consiguiente, guardémonos de creer que esta hora haya venido conducida por la fatalidad, sino por orden de Dios que dispone los tiempos. Tampoco debe pensarse que las leyes de los astros hayan regulado la pasión de Cristo, ya que es inadmisible que los astros hayan podido hacer morir al creador de los mismos.

Algunos creen que el Hijo fue glorificado por el Padre, en el sentido de que no le perdonó, sino que le entregó a la muerte por todos nosotros. Pero si fue glorificado con su pasión, ¿cuánto más lo fue mediante su resurrección? Y a la verdad en su pasión más se manifiesta su humildad que su gloria, según el testimonio del Apóstol, que dice: Se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Después continúa y dice en cuanto a su glorificación: Por lo cual Dios le ensalzó, y le dio un nombre superior a todo nombre, para que en el nombre de Jesús se arrodillen los cielos, la tierra y los abismos, y a fin de que toda lengua confiese que nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. Esta es la glorificación de nuestro Señor Jesucristo que comenzó con su resurrección.