sábado, 6 de mayo de 2023

EL ROSARIO DE HOY EN REPARACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA CON EL CATECISMO DE SAN PÍO V

 



Santo Rosario.

Por la señal... 

Monición inicial: Hoy primer sábado de mes, ofrecemos este rosario en reparación al Corazón Inmaculado de María respondiendo así a su llamada en la ciudad de Pontevedra por medio de Sor Lucía, vidente de Fátima. La Virgen le dijo: "Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación".

Meditamos el rosario de hoy con algunos textos del Catecismo Romano editado por mandato de san Pio V, papa que confío totalmente en el poder del Rosario para pedir al cielo las gracias más grandes: “No fueron las técnicas, no fueron las armas,  las que nos consiguieron la victoria.  Fue la intercesión de la Santísima  Virgen María, Madre de Dios.”  Imitémoslo en su amor y su devoción a la Virgen.

 

Ofrecemos el rosario en reparación:

-por las blasfemias y ultrajes que se cometen contra la Inmaculada Concepción de María.

-por las blasfemias y ultrajes que se cometen contra la Virginidad perpetua de Nuestra Señora.

-por las blasfemias y ultrajes que se cometen contra la maternidad divina de María, rechazando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.

-por aquellos que infunden en los niños y en los jóvenes el desprecio hacia la Virgen Inmaculada.

-por aquellos que ultrajan, desprecian y maltratan las imágenes y representaciones de la Virgen Santísima.

*** PARA RECIBIR LA PROMESA DE LOS CINCOS PRIMEROS SÁBADOS ES NECESARIO, DURANTE CINCO SÁBADOS SEGUIDOS: 1) Rezar el rosario y meditar en sus misterios y 2) Confesar y comulgar con esta intención.

 

Señor mío Jesucristo... 

 

MISTERIOS GOZOSOS

1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María.

“Supera, en cambio, todo orden natural y toda capacidad de inteligencia humana el hecho de que, apenas la Virgen dio su asentimiento a la propuesta del ángel: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38), inmediatamente quedó formado el santísimo cuerpo de Cristo y unida a él el alma racional, y de este modo, en el mismo instante, fue perfecto Dios y perfecto hombre.

No puede dudarse que esto fue obra admirable y prodigiosa del Espíritu Santo, porque, según el orden natural, ningún cuerpo puede ser informado por el alma antes de transcurrir un determinado espacio de tiempo.

Añádase a esto algo todavía más admirable: apenas el alma se unió al cuerpo, se unió también a uno y otra la divinidad. Todo se realizó en un instante: la formación del cuerpo, el ser informado por el alma, la unión de la divinidad con el cuerpo y con el alma.

Y así, ya en este primer instante, Cristo fue perfecto Dios y perfecto hombre; y la Virgen Santísima puede ser llamada con toda propiedad y verdad Madre de Dios y Madre del hombre, porque concibió en el mismo instante al Dios y al hombre. Así se lo había anunciado el ángel:

Y concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo (Lc 1,31-32).

De esta manera tuvo cumplimiento la profecía de Isaías: He aquí que la virgen grávida da a luz un Hijo (Is 7,14).”

2.-La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel.

“San Pablo llama con frecuencia a Cristo "el nuevo Adán", estableciendo un paralelismo entre Él y nuestro primer padre. En realidad, si en el primero todos encontramos la muerte, en Cristo todos recibimos de nuevo la vida; y si Adán fue el padre de la humanidad en el orden de la naturaleza, Cristo es el autor de la vida de gracia y de la gloria.

Lógicamente habremos de establecer idéntico paralelismo entre la Virgen Madre y la primera madre Eva. Ésta, dando oídos a la serpiente, atrajo la maldición y la muerte sobre el mundo; María, en cambio, creyendo las palabras del ángel, consiguió que la bondad de Dios derramase sobre los hombres la bendición y la vida. Por causa de Eva nacimos todos hijos de ira; por María, en cambio, recibimos a Jesucristo, por quien resucitamos a la vida de la gracia. A Eva le fue dicho: Parirás con dolor los hijos (Gn 3,16); María fue exenta de esta ley, y, sin detrimento de su virginidad ni dolor alguno, dio a luz a Jesús, Hijo de Dios.”

3.-El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén

“Fijémonos en las grandes lecciones que el Niño Dios nos da, sin haber pronunciado aún una sola palabra: nace pobre, peregrino en tierra extraña, en un miserable portal, en el rigor del invierno. Así lo cuenta San Lucas: Estando alli, se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre por no haber sitio para ellos en el mesón (Lc 2,6-7). ¡No pudo el evangelista esconder en palabras más humildes toda la gloria y majestad del cielo y de la tierra!

Y notemos que el Evangelio no dice simplemente que "no había sitio en el mesón", sino que no había sitio para Aquel que pudo decir con verdad: Mío es el mundo y cuanto lo llena (Ps 49,12). San Juan nos dirá también: Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron (Jn 1,11).”

***

4.-La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño Jesús en el templo

"Importa sobre todo que estos santos misterios narrados por los evangelistas lleguen a impresionar nuestra mente y nuestro corazón.

Dos son los frutos principales que debemos sacar de su contemplación: un sentimiento generoso de gratitud a Dios, su autor, y un sincero deseo de reflejar en la realidad de nuestras vidas tan sorprendente y singular ejemplo de humildad.

El recordar con frecuencia la humillación de Jesucristo, que para comunicarnos su gloria no tuvo inconveniente en asumir nuestra misma pequeñez y fragilidad; el contemplar hecho hombre a un Dios, ante cuya suprema e infinita majestad tiemblan las columnas del cielo y se estremecen a una amenaza suya (); el meditar cómo nace en la tierra Aquel a quien sirven los ángeles en el cielo... (62), todo esto constituirá, sin duda, el más útil de los ejercicios espirituales para reprimir nuestra vanidad y soberbia. Si Cristo no tuvo reparo en hacer todo esto por nosotros, ¿qué no deberemos hacer nosotros por Él? ¿Con cuánta prontitud y gozo del alma no deberemos estimar, amar y practicar las exigencias de la humildad?"

5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo

“Una última reflexión se impone: cuidemos no se repita, para desgracia nuestra, la escena de Belén. ¡Sería muy triste para Cristo "no encontrar sitio" en nuestros corazones para nacer espiritualmente, como entonces no lo encontró para nacer según la carne!

Ansioso de nuestra salvación, nada desea Jesús tan ardientemente como este nuestro místico nacimiento.

A imitación suya, que por obra del Espíritu Santo y sobre todo orden natural, se hizo hombre, y nació, y fue santo, y aun la santidad misma, quiere que nosotros renazcamos no de la sangre, ni de la voluntad carnal, sino de Dios (Jn 1,13). Y, una vez renacidos, quiere nos comportemos como criaturas nuevas (Ga 6,15), viviendo una vida nueva (Rm 6,4) y guardando celosamente aquella santidad y pureza de espíritu que corresponde a hombres reengendrados en el Espíritu de Dios.

Sólo así reproduciremos, de alguna manera, en nosotros mismos el misterio de la concepción y nacimiento del Hijo de Dios, que firmemente creemos; y al creerlo, veneramos y adoramos la sabiduría de Dios misteriosa, escondida (1Co 2,7).”

 

MISTERIOS DOLOROSOS

1. La Oración de Jesús en el Huerto

“Cristo murió voluntariamente, porque quiso (Is.  53  7; Jn.  10  17-18.), y en el tiempo y lugar en que  quiso (Lc. 13  32-33.); por donde conocemos la infinita y sublime  caridad de Jesucristo, que se sometió gustoso  por nuestro amor a una muerte de la que fácilmente podía librarse. Por eso, la consideración de las penas y  tormentos de nuestro Señor debe excitar los sentimientos de nuestro corazón al agradecimiento por tan   gran caridad, y al amor de quien tanto nos amó.”

2. La flagelación de Jesús atado a la columna.

“Cristo nuestro Señor sufrió los mayores  dolores, así en el alma como en el cuerpo, como lo muestra ya el sudor de sangre que tuvo en la agonía al  simple pensamiento de males tan próximos. a) Cristo padeció en su cuerpo:  • en todos sus  miembros: cabeza, manos y pies, rostro, cuerpo entero;  • por parte de  todo tipo de personas:  amigas (uno de sus apóstoles lo traiciona, otro lo niega, los demás lo  abandonan) y  enemigas, judíos y gentiles, autoridades y plebe; • el suplicio más ignominioso y atroz  de  cuantos existían: lo primero, por ser propio de hombres criminales y de perversas costumbres, y lo segundo,  por la lentitud en el morir, que alargaba el dolor; • y todos estos dolores los sufrió más intensamente que todos  los demás hombres, por la perfección de su naturaleza humana y la viveza de su potencia sensitiva.b) Cristo padeció en su alma:  sin querer aceptar en su dolor la mitigación y consuelo interior con que Dios recrea a todos los santos en sus tribulaciones (Col. 1 24; II Cor. 7 4.), sino dejando padecer a su naturaleza humana toda la fuerza de los tormentos, como si sólo fuese hombre y no también Dios..”

3. La coronación de espinas

“El Salvador eligió sin duda el género de muerte que más convenía para la redención del linaje  humano, aunque fuese también el más afrentoso e indigno, tanto entre los gentiles, pues estaba reservado a los esclavos, como entre los judíos, pues la ley de Moisés declaraba maldito al que era colgado de un madero (Deut. 21 23; Gal. 3 13.). Entre las muchas razones con que los Santos Padres explicaron la conveniencia de la muerte de Cruz, tenemos dos: • Cristo quiso ser «maldito» por nosotros,  para que nosotros alcancemos la bendición  de Dios; • Dios decretó que «de donde había salido la muerte, de allí mismo renaciese la vida, y que el que en un árbol había vencido [a nuestros primeros padres], en un árbol fuese vencido por Jesucristo nuestro Señor» (Prefacio de la Santa Cruz.).”

4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario

“El misterio de la Cruz  es el  más difícil de creer;  • pero es también  el que mejor manifiesta la sabiduría de Dios:  no  habiendo los  hombres conocido a Dios por la sabiduría humana, quiso Dios salvarlos por la locura de la Cruz ( I Cor.  1  21.);  • por eso, Dios lo anunció en el Antiguo Testamento por medio de  figuras  (Abel, el sacrificio de Isaac, el  cordero pascual, la serpiente de bronce) y por medio de  profecías  (entre las que sobresalen el Salmo  21  y el  capítulo 53 de Isaías); • y por eso también los Apóstoles dedicaron todos sus esfuerzos y sus afanes en someter  a los hombres a la potestad y obediencia del Crucificado.”

5. La crucifixión y muerte del Señor

“El ultimo beneficio que sacamos  de la Pasión del Señor es tener en ella ejemplos brillantísimos de todas las virtudes: paciencia, humildad,  caridad, mansedumbre, obediencia, fortaleza en sufrir dolores y muerte por la justicia, y otras; de modo que en  un solo día de pasión el Salvador practicó en sí mismo, para ser nuestro ejemplo, todas las virtudes que nos  había enseñado de palabra en el tiempo de su predicación.”

 

MISTERIOS GLORIOSOS

1.-La Resurrección del Señor.

“ 1) La resurrección del Señor fue necesaria en primer lugar, para demostrar la justicia de Dios. Era lógico que el Padre glorificara al Hijo, que por obediencia a Él había aceptado toda clase de humillaciones. Así pensaba San Pablo cuando escribía a los Filipenses: Se humilló hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por lo cual Dios le exaltó (Ph 2,8-9). 2) En segundo lugar fue necesaria la resurrección para confirmar nuestra fe, sin la cual el hombre no puede justificarse. Y el argumento máximo de la divinidad de Jesucristo es, sin duda, el hecho de haber resucitado por su propia virtud.

 3) Además fue necesaria la resurrección para alentar y apoyar nuestra esperanza. Si Cristo ha resucitado, nosotros podemos tener la certeza de que también un día resucitaremos con Él, debiendo seguir los miembros la misma suerte que la cabeza. Así concluye San Pablo toda su argumentación cuando escribe sobre este punto a los fieles de Corinto (96) ya los de Tesalónica (97). Y el Príncipe de los Apóstoles: Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos engendró a una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos para una herencia incorruptible (1P 1,34). 4) Por último, la resurrección del Señor fue necesaria como precioso broche de oro del misterio de nuestra redención. Con su muerte nos había liberado del pecado y con su resurrección nos restituyó los bienes superiores que habíamos perdido por la culpa. Por eso escribía San Pablo: Nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (Rm 4,24-25). Para que nada faltara a la salud del hombre, fue necesario que Cristo resucitase, como antes había sido necesaria su muerte.

 

2.- La Ascensión del Señor

“¿Por qué ascendió Cristo? Merecen especial atención los motivos por los que Cristo subió a los cielos.

a) Y en primer lugar subió porque a su cuerpo, revestido de inmortalidad en la resurrección, no le convenía esta nuestra oscura y tenebrosa morada, sino la excelsa y esplendorosa del cielo. Subió, pues, no solamente para tomar posesión de aquella gloria y reino, que había conquistado con su sangre, sino también para preocuparse y cuidarse de todo lo conveniente a nuestra eterna salvación.

b) Subió en segundo lugar para demostrarnos "que su reino no es de este mundo" (106). Los reinos de la tierra son temporales y perecederos, y sólo pueden sostenerse con abundancia de riquezas y con potencia de armas; el reino de Cristo, en cambio, es espiritual y eterno, no terreno y carnal, como esperaban los judíos. Colocando su trono en el cielo, Jesús nos enseña que sus tesoros y sus bienes son espirituales, y que en su reino los más ricos y poseedores de bienes serán quienes más se hubieren afanado en buscar las cosas de Dios. Escuchad, hermanos míos carísimos - nos dice el apóstol Santiago -, ¿no escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le aman? ().

c) Quiso el Señor, por último, al subir a los cielos, que nosotros le siguiéramos en su ascensión con toda el alma y con todo el deseo. En su muerte y resurrección nos enseñó a morir y resucitar espiritualmente, y en su ascensión nos enseña a levantar nuestro pensamiento al cielo, y nos recuerda que mientras estamos en la tierra somos peregrinos y huéspedes que buscan la patria (He 11,13), conciudadanos de los santos y familiares de Dios (), porque somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo (Ph 3,20)..”

3.- La Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en torno a la Virgen María

“Muchos son los frutos que proceden de este Espíritu divino. Prescindiendo de la creación del mundo (139) y de la conservación y gobierno de todas las cosas (140), de lo cual habíanlos ya en el primer artículo del Credo, hemos de atribuirle ante todo - ya lo demostrábamos antes - el don de la vida. Ezequiel dice: Yo os infundiré Espíritu y viviréis (Ez 37,6). Isaías enumera como efectos principales y particularmente propios del Espíritu Santo el espíritu de sabiduría y de entendimiento, el espíritu de consejo y fortaleza, el espíritu de ciencia y piedad y el espíritu de temor de Dios (141) que comúnmente denominamos dones del Espirita Santo, y aun a veces simplemente Espíritu Santo. Por esto advierte oportunamente San Agustín que, cuando en la Sagrada Escritura nos encontramos con las palabras "Espíritu Santo", conviene precisar si se refieren a la tercera Persona de la Santísima Trinidad o a sus efectos u operaciones: dos realidades entre las que media la misma diferencia que existe entre el Creador y las criaturas.

 

Procuremos estudiar y meditar con exquisita diligencia los dones del Espiritu Santo, porque de ellos hemos de derivar todos los preceptos de la vida cristiana y por ellos hemos de ver si el Espíritu Santo habita en nuestras almas.

Y entre todos merece especial atención el don divino de la gracia, que nos hace justos y nos sella con el sello del Espíritu Santo prometido, prenda de nuestra herencia (Ep 1,13). Esta divina gracia une nuestas almas con Dios en un apretado lazo de amor, y por ella - encendidos en ardientes sentimientos de piedad -comienza en nosotros la nueva vida de cristianos: ser partícipes de la divina naturaleza (2P 1,4) y llamarnos y ser realmente hijos de Dios (1Jn 3,1) (142)..”

4.- La Asunción de María Santísima a los Cielos

“San Pablo llama con frecuencia a Cristo "el nuevo Adán", estableciendo un paralelismo entre Él y nuestro primer padre (52). En realidad, si en el primero todos encontramos la muerte, en Cristo todos recibimos de nuevo la vida; y si Adán fue el padre de la humanidad en el orden de la naturaleza, Cristo es el autor de la vida de gracia y de la gloria. Lógicamente habremos de establecer idéntico paralelismo entre la Virgen Madre y la primera madre Eva. Ésta, dando oídos a la serpiente, atrajo la maldición y la muerte sobre el mundo (53); María, en cambio, creyendo las palabras del ángel (54), consiguió que la bondad de Dios derramase sobre los hombres la bendición y la vida. Por causa de Eva nacimos todos hijos de ira (55); por María, en cambio, recibimos a Jesucristo, por quien resucitamos a la vida de la gracia. A Eva le fue dicho: Parirás con dolor los hijos (Gn 3,16); María fue exenta de esta ley, y, sin detrimento de su virginidad ni dolor alguno, dio a luz a Jesús, Hijo de Dios (56)..”

5.- La Coronación De La Virgen Como Reina Y Señora De Todo Lo Creado.

“En la casa del Padre - dice el Señor - hay muchas moradas (Jn 14,2), en las cuales se dará a cada uno según sus obras (Ps 61,13). Porque el que escaso siembra, escaso cosecha; el que siembra con largura, con largura cosechará (2Co 9,6) (265).

No nos quedemos, pues, en un puro e ineficaz deseo de la eterna bienaventuranza. Recordemos constantemente que los medios seguros para llegar a poseerla son la vida de fe y de caridad, la perseverancia en la oración, la frecuencia de los sacramentos y de la práctica constante de las obras de misericordia hacia el prójimo. Sólo así podemos esperar que la benignidad de Dios, que ha preparado para quienes le aman esta gloria bienaventurada, realice un día en nosotros la promesa que nos hizo por el profeta: Mi pueblo habitará en morada de paz, en la habitación de seguridad, en asilo de reposo (Is 32,18)..”

 

 

Si rezan los misterios luminosos:

 

MISTERIOS LUMINOSOS

1.-El Bautismo del Señor en el Jordán

“Podríamos, pues, definir al bautismo de esta manera: el sacramento de la regeneración cristiana por medio del agua con la palabra.  Todos los hombres nacemos en Adán hijos de ira; mas por el bautismo renacemos en Cristo hijos de misericordia, porque dio a los hombres poder de venir a ser hijos de Dios; a aquellos que creen en su nombre, que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios, son nacidos (Jn 1,12-13).”

2.-El Milagro de las Bodas de Cana

“¿Podrá haber alma que no se encienda en fuego de amor al ver a un Señor tan grande, benigno y misericordioso que, teniéndonos bajo su pleno dominio, como auténticos siervos rescatados por su sangre, prefiere, en fuerza de su amor, llamarnos no siervos, sino amigos y hermanos? Semejante caridad es motivo justísimo - sin duda el mayor de todos - por el que perpetuamente debemos reconocer, servir y venerar a Cristo como a verdadero Señor nuestro.”

3.- El anuncio del Reino invitando a la conversión.

“Llamamos "penitencia interior" a aquella virtud por la que nos convertimos a Dios de todo corazón, detestamos profundamente los pecados cometidos y proponemos firmemente la enmienda de las malas costumbres, esperanzados por ello de obtener el perdón de la misericordia divina. A esta virtud interior se une con frecuencia (si bien no es un efecto necesario) un doloroso pesar del alma, verdadera emoción sensible. Por esto muchos Padres definieron la penitencia como un "dolor interior del alma.”

4.-La Transfiguración del Señor

“Junto a la humildad y alegría, sepamos poner en nuestra petición una saliente nota de sencillo y total abandono en la voluntad divina. En este santo abandono encontrará el cristiano su mayor fuente de fortaleza y fidelidad; cada uno deberá perseverar en el deber y en el bien, aunque lo valore inferior a sus méritos; perseverará en el deber y en el bien, aunque haya de renunciar a sus propios criterios y gustos, por uniformarse totalmente al divino querer. Todo lo aceptará de Aquel que sabe proveer, mejor que nosotros mismos, a nuestra vida, sabiendo que la pobreza, las enfermedades, persecuciones, dificultades y cruces no suceden sin o contra la voluntad de Dios, en quien hay que buscar la razón última de todas las cosas. Nada, por consiguiente, será capaz de abatirnos, ni mucho menos de hacernos desesperar. Con invicta constancia y supremo amor, siempre y en todo repetiremos: Hágase la voluntad del Señor (); o como el santo Job: Dios me lo dio, Dios me lo ha quitado. ¡Sea bendito el nombre de Dios! (Jb 1,21).”

5.- La institución de la Eucaristía

“Veamos ya la admirable propiedad y eficacia con que el pan y el vino expresan las divinas realidades simbolizadas en este sacramento.  a) Ella significa en primer lugar a Cristo, como verdadera vida de los hombres. Él mismo dijo: Porque mi carene es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebí' da (Jn 6,55). Dando el cuerpo de Cristo nuestro Señor verdadero alimento de vida a quienes reciben la Eucaristía con pureza y santidad, con razón fueron elegidos como materia de la misma los elementos con que se mantiene la vida terrena. Ello nos hará comprender fácilmente que el alma encuentra su plena saciedad en la comunión del cuerpo y sangre preciosa de Cristo.  b) Sirven también el pan y el vino para que mejor actuemos nuestra fe en la presencia real del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía. Cada día constatamos, en efecto, la transformación del pan y del vino - por virtud natural en el cuerpo y sangre de nuestra misma persona. Este mero símil nos ayudará a creer en la conversión de la substancia del pan y del vino en la verdadera carne y sangre de Cristo, en virtud de la consagración.  c) Nos ayudará, además, esta admirable conversión de los elementos a comprender lo que se realiza en las almas (30). Porque así como el pan resulta de muchos granos de trigo, y el vino de muchos racimos de uva, así los cristianos, aunque seamos muchos, en virtud del misterio eucarístico, nos unimos y estrechamos íntimamente en un único y místico Cuerpo.”