domingo, 8 de diciembre de 2019

POR TU SANTA E INMACULADA CONCEPCIÓN, ¡OH VIRGEN MARÍA! LÍBRANOS DE TODO PECADO A TODOS TUS HIJOS Y DE LA MUERTE ETERNA. San Enrique de Ossó




8 de diciembre
MEDITACIÓN PARA EL DÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN. San Enrique de Ossó
Punto primero. María Inmaculada a sus hijos. –“Yo me regocijaré con sumo gozo en el Señor, y el alma mía se llenará de placer en mi Dios, porque me ha revestido con el ropaje de salud, de justicia y de alegría, como esposa ataviada con sus joyas. Venid a mí todos los que me amáis, y os contaré cuántas y cuán grandes cosas ha hecho el Señor omnipotente en mi alma, porque llenó en mí su misericordia”. Con estas palabras, hijo mío, te convido con la Iglesia a celebrar mis glorias en este día grande y santo, el más grande y glorioso para mi corazón, porque en este día, en el primer instante de mi Inmaculada Concepción, fui preservada inmune de toda mancha de pecado original, por singular privilegio de Dios y en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Esta es la verdad dogmática o artículo de fe que todos debéis creer firmemente, después que mi pontífice, el inmortal Pio IX, la definió solemnemente el día 8 de diciembre de 1854. Sí, hijo mío, asóciate con todo el gozo de tu alma al gozo sincero y solemne y universal con que celebra esta mi fiesta, la primera y más amada de mi corazón, la santa Madre Iglesia, y procura sacar gran provecho de esta bella verdad, de esta solemnidad excelsa, singular. A este fin, considera, hijo mío, como yo fui preservada inmune de toda mancha de pecado original, por singular privilegio de Dios omnipotente. Todos, hijo mío, habéis sido, a lo menos un instante, pecadores, hijos de ira, de maldición, objeto de horror a los ojos de Dios. Todos habéis estado sujetos a la serpiente infernal y habéis sido sus esclavos, y vuestra alma hermosa ha sido afeada por la culpa original. Todos fuisteis anegados en las aguas de la culpa del diluvio universal, menos yo, que como arca santa floté sobre la superficie de sus aguas cenagosas y no fui anegada en este universal naufragio. Mas, para esto fue necesario un singular privilegio de Dios, y Dios, que me amaba más que a todos los ángeles y santos, me hizo esta gracia. Tú también, hijo mío, por una singular providencia de Dios fuiste llamado a la luz de la fe, a la gracia del santo bautismo. ¡Cuántos herejes e idólatras no han tenido esta gracia, este privilegio! ¿Qué has hecho, qué haces, qué debes hacer para corresponder a esta fineza de predilección de tu Dios? ¿Has sabido, a lo menos, después de purificado, conservar esta gracia? ¿Eres puro, eres santo, o a lo menos pecador arrepentido?
Punto segundo. Mi Concepción Inmaculada, hijo mío, es el fundamento de todas mis grandezas, excelencias, gracias y glorias. Un edificio, por magnífico y precioso que sea, si no tiene buen fundamento siempre está en peligro de ruina; pero si tiene buen fundamento, subsiste y puede edificarse sobre él cuanto convenga. Pon por fundamento de mis glorias que he sido Inmaculada desde el primer instante de mi Concepción, y todas las gracias y privilegios que edificó el poder, sabiduría y amor de Dios sobre mí, tienen un buen asiento y conveniente explicación. Llámame Reina de los ángeles y de los hombres, llena de gracia, enemiga irreconciliable de la serpiente infernal y aplastadora de su cabeza, abismo de las gracias y Madre de Dios; todo se explica, todo sienta bien en mi alma. Si no hubiese sido Inmaculada, nada de esto se puede decir bien. Viste o adorna de pedrerías a una estatua preciosa que sea de oro; si le pones los pies de sucio barro, cuanto más la hermosees, si no corriges este defecto, peor lo harás. Pues así, hijo mío, por más que me reconocieras adornada de todos los tesoros y gracias del Rey de la gloria, si pusieres mis pies, mis fundamentos amasados y hechos de sucio barro del pecado original, más me afearías. Si mis pies son de oro purísimo, bien está que me adornes con ricas preseas. Más aún, hijo mío: si estuviese en la mano de un buen hijo el escoger para madre suya la madre más noble, más rica, más pura, más agraciada y santa, ¿podría caber en su entendimiento sano, que estando en su mano así escogerla con solo querer, la escogiese fea, necia, haraposa y mala? pues Cristo Jesús, Hijo de Dios e hijo de mis entrañas, que me poseyó ya en los principios de sus caminos, podía escogerme toda bella, hermosa, pura, agraciada y santa, porque es infinitamente poderoso, sabio y bueno. ¿Pudo hacerlo? ¿Supo hacerlo? ¿Era decoroso hacerlo? Luego lo hizo, luego me crió toda pura, toda santa, toda hermosa. Así discurrían, hijo mío, tus buenos padres, para quienes este misterio de mi Concepción Inmaculada fue misterio del corazón antes que misterio de fe: misterio de amor y de buen sentido católico, antes que misterio de creencia dogmática. Yo soy escogida con mi hijo Jesús y para mi hijo Jesús en otro orden de cosas y de predestinación que en el común de los hombres. Yo soy María, toda de Jesús y toda para Jesús, Hijo de Dios, y por ende Inmaculada siempre, purísima siempre, toda hermosa y santa. Dime, pues, siempre y repítelo muchas veces en este día, el más feliz y glorioso de mi vida, si quieres contentarme: Toda hermosa sois ¡oh María! y mancha original no hay en vos, y procura, para más agradarme, conservar también tu alma pura y limpia de todo pecado.
Punto tercero. Los hijos de María a su Madre. –Ave María purísima: sin pecado concebida. ¡Qué día más hermoso es el día de mi amada Madre María Inmaculada en su Concepción! ¡Qué día más santo, más alegre, más lleno de gozo purísimo que se derrama en los senos más íntimos de los corazones de todos los católicos y en especial de los españoles que os aclamamos por nuestra patrona! ¡Qué inmenso rio de celestial dulzor y amor penetra en todas las almas que os aman! Nuestros campos ¡oh María! se ven ya tapizados de verde alfombra, nuestras casas llenas se ven de luz y claridad, la atmósfera es más diáfana y trasparente, la luna más bella, las estrellas más brillantes, el sol más espléndido, y todo nos anuncia el día grande que ha hecho el Señor de su Madre Inmaculada, porque todos nos alegremos y gocemos en él. Salve ¡oh María Inmaculada! vida, dulzura, gloria, honor y esperanza nuestra. Salve ¡oh María Inmaculada! llena de gracia desde el primer instante de tu Purísima Concepción. Salve ¡María Inmaculada! adornada desde el primer instante con todas las gracias, dones, prerrogativas y privilegios de la divina largueza de Dios entre todos los ángeles y santos. Salve ¡María Inmaculada! vencedora de Satanás, quebrantadora de su cabeza, terror del infierno y de todos los que obran la iniquidad. Por tu santa e Inmaculada Concepción, ¡oh Virgen María! líbranos de todo pecado a todos tus hijos y de la muerte eterna. No permitas que el demonio con sus engaños nos seduzca, ni con sus asechanzas nos haga caer en pecado. Aplástale la cabeza, y que nunca nos pueda dañar. Haz que tengamos un perpetuo horror a todo pecado y a toda ocasión de pecar, porque solo el pecado es el único mal, el sumo mal, el verdadero mal. ¡Oh bendita entre todas las criaturas, Inmaculada María! Vos sois nuestra gloria y nuestro honor. Aceptad, pues, nuestros pequeños obsequios de amor hacia vos: aceptad nuestras súplicas, y por la inmensa bondad de que rebosa vuestro corazón maternal, guardadnos, como a hijos vuestros muy queridos, como a la niña de vuestros ojos, en lo más recóndito de ese vuestro Inmaculado corazón. Nosotros queremos a toda costa agradaros, contentaros, honraros y glorificaros, Madre querida: por esto unimos en este día inmaculado nuestro gozo y nuestras alabanzas a las de todos los ángeles y santos del cielo y tierra, y os proclamamos Inmaculada, purísima, sin mancha de pecado ni de imperfección. Bendita seáis siempre ¡oh Virgen Inmaculada! por todos. Bendito sea vuestro santo nombre, bendito vuestro dulcísimo corazón; bendita vuestra alma purísima y santísima; bendita vuestra santa e Inmaculada Concepción. ¡Oh, María! ¡Oh, Virgen! ¡Oh, Madre! salvad y defended a la Iglesia y al sumo pontífice, que así os honran y adornan vuestra cabeza con hermosa corona de estrellas. Salvad a España, la hija primogénita de vuestra Concepción, ya que sois su excelsa patrona. Salvad al mundo; salvadnos, que perecemos ¡oh María Inmaculada! ¡Viva vuestra Concepción Inmaculada!
Jaculatoria. ¡Oh María Inmaculada! Haced que todos los que honramos vuestra Concepción, sintamos y experimentemos vuestra ayuda y protección.
Obsequio. Repetiré hoy doce veces a lo menos: Toda hermosa eres ¡oh María! y mancha original no hay en ti. ¡Viva la Inmaculada Concepción de María!