NOVENA A LA INMACULADA. DIA TERCERO.
San Enrique de Ossó
Después del Rezo del
Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción.
Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y
un canto.
MEDITACIÓN DÍA 3º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de
que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la
luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para
admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –Pondera, hijo mío, como yo sola, entre
todas las hijas de Eva, fui saludada por Dios y por todos los ángeles en el
primer instante de mi Concepción Inmaculada, llena de gracia, como más tarde lo
fui por el arcángel. Esta singular, solemne y nunca oída salutación angélica,
hijo mío, manifiesta claramente que yo fui morada de todas las gracias
celestiales, adornada con todos los dones del Espíritu Santo, y además, tesoro
casi infinito y abismo inexhausto de los mismos dones, de tal manera que, no
estando nunca expuesta al enemigo común y participando de la eterna bendición
juntamente con mi hijo Jesús, merecí escuchar de mi prima Elisabet, impulsada
por el Espíritu Santo, aquellas admirables palabras: “Bendita tú eres entre
todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Pondera, hijo mío,
aquella nobilísima sentencia de los santos Padres, los cuales al tratar de mi
Concepción aseguraron, que la naturaleza cedió a la gracia, y permaneció como
temblando y sin atreverse a seguir su curso, sucediendo que no fui concebida en
el seno de mi madre Ana antes que la gracia diese su fruto, pues era
conveniente que yo fuese primogénita, ya que de mí había de ser concebido el
primogénito de Dios y de todas las criaturas. Llena de gracia aparecí en el
mundo en el primer instante de mi Concepción; llena de gracia en toda mi vida,
y llena de gracia en mi muerte; llena de gracia en el trono de la inmortalidad
en la gloria, y tan llena de gracia, hijo mío, que todos reciben de mí: los
ángeles, alegría; los pecadores, perdón; los justos, gracia, y Dios mismo, su
naturaleza humana. Admira, hijo mío, esta plenitud, este abismo de gracia, y da
conmigo infinitas gracias a Dios, que así me honró y distinguió entre todas las
criaturas, y serás partícipe de mi plenitud.
Punto segundo. Los hijos de María a su
Madre. –Llena de gracia
sois, Madre mía, desde el primer instante de vuestra Inmaculada Concepción. Y
si llena de gracia, prevenida por la gracia, ¿qué tenía qué ver con vos la
culpa, que es privación de la gracia? Por eso vuestro nombre propio y con el
cual os saludó el arcángel ¡oh María! es llena de gracia. Llena de gracia en
vuestra alma, en vuestro cuerpo, en vuestras potencias, en vuestros sentidos,
en vuestro interior y en vuestro exterior. Con el uso de razón, que se os
comunicó ya en el primer instante de vuestra Concepción, tuvisteis una gracia
tan grande, tan perfecta; hermoseó tanto vuestra alma y la hizo tan amable a los
ojos del Altísimo, que Él mismo os ruega apartéis de Él vuestra mirada, porque
le hace salir de Sí mismo. Tan perfecta fue esta gracia, que ningún santo, ni
serafín llegaron jamás a poseerla, porque los fundamentos de vuestra santidad
se echaron sobre los montes santos, y por eso el Señor tres veces Santo amó más
las puertas de Sión que todos los edificios más perfectos y acabados de Jacob;
esto es, la gracia primera fue en vos desde el principio con tanta plenitud,
que jamás los otros santos en el fin de su vida pudieron alcanzar.
¡Oh Reina de la
gracia y de la gloria! Humillado me postro ante vuestra presencia para admirar
y reverenciar en silencio vuestra incomparable belleza y gracia. Si ya en el
primer instante sois abismo de la gracia, ¡oh purísima y agraciada María! ¿Cuál
será vuestra gracia en el declinar de la vida, después de haber negociado con
este caudal inmenso todos los instantes por más de setenta años? Solo Dios que
se ha complacido en hacer cosas grandes en vuestra alma, puede medir y sondear
tanta belleza, tantos méritos y tanta gloria. Yo glorifico por ello y doy
gracias a Dios y a vos, y os pido, no honores ni riquezas, ni pompas vanas,
sino la gracia y amistad de vuestro hijo Jesús y la vuestra, ¡oh Madre de la
eterna vida y de la divina gracia! Ya que vos sois la dispensadora de ella, ¡oh
llena de gracia, Inmaculada María! derramadla a raudales sobre el alma de este
vuestro pobrecito y esclavito, esta gracia preciosa para que sepa conservarla y
multiplicarla, y gozar con vos de su premio en la eterna gloria. Amén.
Jaculatoria. ¡Oh María Inmaculada! vos sois la
gloria de la celeste Jerusalén, la alegría de Israel, el honor y la gloria de
vuestro pueblo. Dios te salve, llena de gracia.
Obsequio. Recitaré el canto del Magnificat, y comulgaré en
honor de María.