sábado, 7 de diciembre de 2019

NOVENA A LA INMACULADA. DIA NOVENO. San Enrique de Ossó




NOVENA A LA INMACULADA. DIA NOVENO. San Enrique de Ossó
Después del Rezo del Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción. Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y un canto.
MEDITACIÓN DÍA 9º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –No es contrario, hijo mío, sino muy conforme a la mente del inspirado evangelista san Juan el entender o significar por las doce estrellas con que aparecí coronada, las doce tribus de Israel o la plenitud de la santa Iglesia de Jesucristo; porque así como los apóstoles fueron mi primer honor y corona, y los primeros defensores y propagadores de mi honor, así toda la Iglesia es como el mejor trofeo de mis conquistas, y toda la Iglesia se esmera en defender mi honor, en propagar mi culto en todo el mundo. Yo, hijo mío, con mi sacrificio, más costoso que el de Abraham, compré el derecho de Madre de todos los redimidos. Yo os compré con la sangre de mi Hijo, y con los dolores del Calvario os di a luz para hacerme con todos los fieles una corona de hijitos, más numerosos que las estrellas del cielo y las arenas del mar. La Iglesia, hijo mío, nació en mi seno con Jesús fundador y cabeza de ella: tomó nueva vida en el Calvario con mis dolores, y se engrandeció y se mantiene bajo el calor y sombra de mis alas maternales. Mi habitación fue siempre desde el primer instante de mi Concepción Inmaculada, en la plenitud de los santos (Eccl. XXIV), y yo sostengo a los santos en su plenitud, esto es, les doy virtud para que no caigan, los méritos para que no perezcan, la fortaleza para que perseveren; reprimo a los demonios para que no les dañen, y desarmo a mi divino Hijo para que no los castigue. Con el calor que me presta mi amor maternal coopero, hijo mío, a que nazcan en la Iglesia los fieles y sean miembros vivos de Jesucristo mi hijo. Por eso la Iglesia siempre ha defendido mi honor desde los apóstoles al Concilio de Éfeso, desde el Concilio de Éfeso hasta el inmortal Pio IX, que definió el dogma de mi Concepción Inmaculada. Toda la Iglesia y todo el mundo, hijo mío, están llenos de mis glorias y me llaman su Madre, su señora, su Reina, su Inmaculada. El que me honra, tendrá la vida eterna (Eccl. XXIV); no lo olvides, hijo mío, y esfuérzate con todo ahínco para ser mi corona por toda la eternidad, por la fiel correspondencia a la gracia que yo te alcanzo. Óyeme.
Punto segundo. Los hijos de María a su Madre. –¡Cuán hermosa aparecéis a mi alma ¡oh María! al contemplaros coronada con la esplendente corona de los doce apóstoles y con la corona con que os coronan todos los justos que ha habido y habrá en la Iglesia de Dios vuestro Hijo! ¡Cuán bella y agraciada sois ¡oh María Inmaculada! al admiraros calzada de la luna, como Reina, señora, protectora y ornamento de toda la Iglesia católica! ¡Cuán exaltada sobre todos los ángeles y los hombres, aparecéis a mis ojos ¡oh María! al contemplaros ya en el primer instante de vuestra Concepción Inmaculada, vestida del Sol de justicia, envuelta y abismada en medio de sus infinitos resplandores de gloria, de lumbre, de gracia y de caridad! Bien se vislumbran en este portento, Madre querida, los designios amorosos de toda la Trinidad Beatísima. El poder del Padre al aparecer vos como un grande portento o prodigio que solo pudo obrar su omnipotencia. La sabiduría del Hijo con la lumbre de la fe, de la sabiduría y de la gracia; y el amor del Espíritu Santo en ese fuego, luz y calor inmensos que os presta el Sol divino al vestiros con sus galas. Enemistades perpetuas, cabales y eternas debía haber necesariamente entre la serpiente infernal y vos desde el primer instante. Porque ¿qué tiene que ver la luz con las tinieblas? ¿Qué amistad podía haber entre el asqueroso negrillo, reptil ponzoñoso e inmundo que se arrastra por el cieno y por el suelo y que solo vive en la región del desamor y de las tinieblas, con vos, que andáis sobre las alas de los purísimos serafines, pues sois su Reina y estáis siempre vestida del sol y aparecéis como brillante aurora para ahuyentar las tinieblas del mundo? Si venís a derrocar su imperio y a lanzar al infierno a Satanás con toda su caterva de espíritus inmundos, y vuestro inmaculado pie los pisara y aplastara su cabeza y su poderío, ¿qué os pueden hacer? Si Dios está siempre con vos, ¿qué podrá todo el infierno contra vos? nada, sino salir descalabrado siempre. Loor, pues y bendición, y claridad, y alabanza sempiterna sea a tu Concepción Inmaculada ¡oh María! Triunfaste perpetuamente, perfectamente, completamente del poder de Luzbel, y en vano, retorciéndose en su derrota, tratará de armar asechanzas a tu calcañar, pues solo le servirá para su mayor vergüenza y exterminio. Gloria, pues ¡oh María! a tu Concepción Inmaculada. Permíteme que venga a celebrarla en el cielo un día. Amén.
Jaculatoria. ¡Oh María Inmaculada! Ya que soy todo vuestro, guardadme y defendedme como cosa y propiedad vuestra.
Obsequio. Rezaré doce Avemarías, con la Coronilla de las doce estrellas.