domingo, 3 de noviembre de 2019

SOPORTAR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DEL PRÓJIMO. San Juan Bautista de la Salle



De la obligación que tienen los que viven en comunidad de soportar las faltas de sus hermanos. 
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle
Cierto señor perdonó una deuda de diez mil talentos a uno de sus criados, que le rogó esperase un poco para pagársela; mas luego, quedó muy sorprendido al saber que este mismo servidor había encarcelado a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, a pesar de haberle éste pedido con insistencia que le diese tan sólo tiempo para pagarle. ¡Criado inicuo!, le dijo entonces su señor, ¿no era justo que tuvieses compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? (1).
Dios os ha perdonado una deuda muy crecida, y espera en justa retribución que perdonéis vosotros aquello poquito de que, tal vez, los hermanos pudieran seros deudores.
No es posible que vivan juntas varias personas sin que hayan de soportarse entre sí. El uno será de temperamento atrabiliario, el otro de humor tornadizo; éste tendrá modales poco delicados; aquél, genio difícil, y el de más allá, excesiva condescendencia; quién manifestará con excesiva facilidad lo que piensa; aquél se mostrará en extremo reservado y cauteloso; éste será fácil a la critica
Raro será que tales diferencias de condición, e índoles tan distintas no acarreen dificultades entre los hermanos; de modo que, si la gracia no acude con su ayuda, resulta casi imposible que se avengan unos con otros, y que la caridad no sufra gravísimo detrimento.
El medio de mantener la unión en el seno de la comunidad, no obstante esa diversidad de humores, es soportar caritativamente a cada uno sus faltas, y estar dispuesto a excusar a los otros como queremos que ellos nos disculpen. A eso necesariamente se obligan los que se deciden a vivir en comunidad.
Recapacitad bien sobre ello en el día de hoy, y en todo el resto de vuestra vida.
La caridad que se nos exige supone en nosotros paciencia a toda prueba. Todos tienen sus defectos, que los acompañan por doquier. Sólo, pues, disimulándoselos mutuamente pueden subsistir la paz y la unión en las sociedades mejor concertadas. Por eso dice san Pablo que " la caridad lo soporta todo " (2); y para convencernos de que no se engaña al decirlo ni lo afirma a la ligera, lo reitera por dos veces.
Dirá alguno: yo aguantaría gustoso esto de mi hermano, mas aquello no puedo resolverme a sufrirlo; o acaso: mi natural es demasiado opuesto al suyo. Por el hecho de no querer tolerar esto o aquello en vuestro hermano, renunciáis a amarle y vivir en unión con él; ya que la caridad todo lo soporta.
¡Pensadlo bien! Si pretendéis haber venido a la comunidad sin veros en la precisión de tolerar las faltas de vuestros hermanos, vivís engañados y os engañasteis al ingresar en ella. Tomad medidas a este respecto para lo venidero y durante toda vuestra vida.
Lo que os debe mover también a sobrellevar las faltas de los hermanos, es la obligación que de hacerlo os ha impuesto Dios. Cuando os llamó el Señor a la vida de comunidad cargó sobre vosotros un fardo difícil de llevar. ¿Qué fardo es ése? Son las faltas de los demás. Por pesada que resulte, san Pablo quiere que llevemos esa carga, si queremos cumplir la ley de Jesucristo (3).
¿Habéis oído bien esa lección? ¿La comprendéis bien? ¡Pues a practicarla!
Dios mismo os da ejemplo: Él os ha aguantado tantas cosas en lo pasado, y todavía os tolera muchas otras todos los días. Le habéis ofendido con muchas culpas, a pesar de serle deudores de tantas gracias; con todo, si acudís a Él, " os lo remitirá todo; aunque sólo a condición, dice, de que perdonéis también a vuestros hermanos ", y que no guardéis resentimiento alguno por todas las molestias que os hayan inferido o puedan causaros en adelante (4). Esto os asegura en el evangelio del presente día, y constituye tanto su preludio como su conclusión.
Si, pues, no queréis tolerar nada en los hermanos, Dios no tolerará nada en vosotros, y os castigará de manera terrible por las ofensas cometidas contra Él. Si por el contrario lo sobrelleváis todo en vuestros hermanos, Dios os perdonará cuanto le hayáis ofendido. Os medirá, según dice en otra parte, con la misma medida con que vosotros midiereis a los demás (5).