viernes, 29 de noviembre de 2019

NOVENA A LA INMACULADA. DIA PRIMERO. San Enrique de Ossó


NOVENA A LA INMACULADA. DIA PRIMERO. San Enrique de Ossó
Después del Rezo del Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción. Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y un canto.
MEDITACIÓN DÍA 1º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –Mi Inmaculada Concepción, hijo mío, es un portento, un milagro grande de la omnipotencia de Dios. Todos pecasteis en Adán, hijo mío, todos los hijos de Eva venís al mundo hijos de ira, de maldición, enemigos de Dios. Solo yo, María, fui exenta de esta ley universal, porque siempre fui pura, inmaculada y santa. Virgen gloriosa a quien hizo grande el que es Todopoderoso, yo resplandecí con tal fuerza en todos los dones celestiales, con tal plenitud de gracia, de inocencia y de candor, que fui como un milagro inefable de Dios, o más bien, como el mayor de todos los milagros; porque fui escogida para ser digna Madre de Dios, y tan de cerca y sobre todas las cosas tan allegada a Él en el orden de la naturaleza creada y de la gracia, cuanto fui superior en belleza y gracia a todos los hombres y ángeles. Y con este motivo, para expresar mi original inocencia y justicia, no solo me compararon muchas veces los santos Padres con Eva, cuando todavía era virgen, inocente e incorrupta y no estaba aún engañada por las astucias de la serpiente mortífera y fraudulenta, sino que con admirable variedad de sentencias me ensalzaron sobre ella. Porque Eva, hijo mío, creyendo miserablemente a la serpiente, perdió su inocencia original, y quedó esclava suya; mas yo, Virgen bienaventurada, acrecentando siempre el don original, sin prestar jamás oídos a la serpiente venenosa, destruí de raíz su fuerza y poderío infernal con la virtud que recibí del Altísimo. ¡Oh, hijo mío! admira este portento y da conmigo gracias al Señor. En esto conocí, Dios mío, que me amaste, porque jamás se gozó sobre mí el enemigo de todo el género humano.
Punto segundo. Los hijos de María a su Madre. –Verdaderamente, Madre mía muy amada, es vuestra Concepción Inmaculada uno de los más inefables misterios de la gracia y uno de los más grandes milagros de la diestra del Todopoderoso. Solo la omnipotencia de Dios pudo hacer brotar una rama frondosa y lozana de un tronco muerto; un raudal de agua pura y cristalina, de emponzoñada fuente; una planta vistosa e incorruptible de maldecida y podrida raíz; un vaso preciosísimo de barro inmundo; un vástago de bendición, de vida y de lozanía de una raza proscrita, maldita e infiel; una Madre de Dios, en fin, de una mujer emponzoñada por el pecado. ¡Cuánto se goza mi corazón, Madre querida, contemplando y admirando tantos misterios, tantas prerrogativas y tantas gracias en vuestra Inmaculada Concepción! Toda la tierra yacía en tinieblas, y vos sola aparecéis como aurora purísima que brilla en el azul del cielo y recrea la fatigada vista de los míseros hijos de Adán. Todo el mundo estaba envuelto en el cieno del pecado y de la corrupción, y vos sola sois el punto inmaculado que Dios, infinita santidad y pureza, se reservó para poder entrar en él, sin contaminarse de sus sucias olas. ¡Oh María Inmaculada, oh Inmaculada María! vos sois la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel, la honorificencia de nuestro pueblo. Todo en vos lo hallamos, ¡oh María! Todo lo puro, todo lo santo, lo virtuoso, lo noble, lo perfecto. ¡Bendita Madre, bendita hija, bendita esposa de Dios! Haced Virgen purísima que yo sepa también apreciar la gracia que el Señor me comunicó al reengendrarme en las aguas del santo Bautismo, y si la perdí por el pecado, la recobre por el segundo bautismo de la penitencia y viva y muera en gracia y amistad de Dios. Amén.
Jaculatoria. Toda hermosa sois, ¡oh María! y la mancha original no está en vos.
Obsequio. Rezaré tres Avemarías en honor de la Inmaculada Concepción, y seré modesto en todas las cosas que hiciere y tratare.