21 de noviembre
MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
San Juan Bautista de la Salle
No sin motivo celebra la Iglesia con tanta solemnidad la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen, pues en este día se consagra a Dios para estarle dedicada durante toda su vida, y alejarse, no sólo de la corrupción del mundo, sino de toda ocasión que pudiera ser causa de ocupar su espíritu en los vanos pensamientos del siglo, o su corazón - formado exclusivamente para amar a Dios y entregarse del todo a Él - en el afecto a las cosas criadas.
Con este motivo - prevenida no sólo de la gracia sino también de la razón -, aunque en edad tan tierna, hizo en este día - a lo que se cree y según piensa un piadoso autor antiguo - voto de castidad perpetua; a fin de que, desligado totalmente el cuerpo de todos los placeres de la vida, pudiese conservar el alma en suma pureza, según dice san Juan Damasceno.
Vosotros os consagrasteis a Dios, al apartaros del siglo, a fin de vivir en esta comunidad totalmente muertos a cuanto en el mundo es propio para dar gusto a los sentidos, y de fijar en ella la morada. Debéis considerar ese día como aquel en que dio comienzo vuestra felicidad en la tierra hasta que se consume en el cielo.
Mas, no pudo limitarse a aquel día vuestra consagración a Dios; como en él le ofrecisteis vuestra alma, y el alma ha de vivir eternamente, la donación a Dios ha de ser también perpetua. Si la habéis iniciado en la tierra, ha debido ser sólo como aprendizaje de cuanto tendréis que hacer sin fin en el cielo.
Consagrada a Dios la Santísima Virgen, por entero y sin la menor reserva, en este santo día; dejaron la en el Templo sus padres - que la acompañaron en acción tan santa - para que, dentro de su recinto, fuese educada con otras vírgenes, y se aplicase allí a la práctica de todo género de virtudes. Pues era muy puesto en razón que habiendo determinado Dios convertirla algún día en templo de su divinidad, hiciera ya en Ella desde su infancia cosas grandes, por la eminencia de la gracia con que la honrase, y por la excelencia de las virtudes que en Ella produjese.
Por lo cual, según dice cierto autor piadoso, se aplicó siempre María en el Templo, al servicio de Dios y al ejercicio santo del ayuno y la plegaria, a la que se entregaba día y noche. Así discurrió piadosamente en el Templo para esta Virgen purísima todo el tiempo que allí vivió.
A vosotros os cabe la suerte de morar en la casa de Dios, donde estáis dedicados a su servicio. En ella, debéis, primero, llenaros de gracia mediante el santo ejercicio de la oración; y, segundo, esforzaros por practicar las virtudes que más convienen a vuestro estado.
Utilizando esos medios, os capacitaréis para el digno desempeño de vuestras obligaciones; las cuales no ejerceréis como Dios os lo exige, sino en la medida en que seáis fieles y muy asiduos en dedicaros a la oración. Por ella vendrá el Espíritu Santo sobre vosotros y os enseñará, conforme lo prometió Jesucristo a sus santos Apóstoles, todas las verdades de la religión, y las máximas del cristianismo (1), que debéis conocer y practicar perfectísimamente, puesto que estáis obligados a inspirar las a los demás.
La permanencia de la Santísima Virgen en el Templo trajo también como fruto convertir su corazón en templo sagrado del Señor y en santuario del Espíritu divino. Así lo canta de Ella la Iglesia en este santo día, al decir que " es templo del Señor y santuario del divino Espíritu, por cuya razón ha sido Ella la única en agradar a Dios, de modo tan perfecto y excelente que jamás ha habido criatura alguna que se le parezca " (2).
Como María es la doncella que, según el Génesis (3), había preparado el Señor para su Hijo, y, como el día del Señor se acercaba, según dice un Profeta (4); la fue Dios disponiendo con antelación, e hizo de Ella una víctima santa que se reservó para Sí.
Por eso también, según el Apocalipsis, María huyó al desierto (5); esto es, al Templo, lugar apartado del comercio con los hombres, donde halló la soledad que Dios le había deparado. Pues no convenía, en verdad, que debiendo establecer en Ella su morada el Hijo de Dios, conversase María en público ni con el común de los hombres; sino que toda su conversación fuese en el Templo del Señor y que, aun allí, hablara más de ordinario con los ángeles que con sus compañeras; a fin de hacerse digna del saludo que le dirigiría el Ángel, de parte de Dios.
Honrad hoy a la Santísima Virgen como a tabernáculo y templo viviente que Dios mismo se edificó y embelleció con sus manos. Pedidle os obtenga de Dios la gracia de que se halle vuestra alma tan bien adornada y tan bien dispuesta a recibir la palabra divina, y a comunicarla a los otros, que os convirtáis por su intercesión en tabernáculos del Verbo de Dios.