MEDITACIÓN PARA EL LUNES DE ROGATIVAS
San Juan Bautista de la Salle
Sobre
la obligación de orar por aquellos a quienes tenemos cargo de instruir.
Jesucristo
os manifiesta en la parábola que trae el evangelio de este día, la obligación
que tenéis de prestar atención a las necesidades de aquellos que instruís. Si
alguno de vosotros, dice, fuere a media noche en busca de uno de sus amigos y le
dijere: préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a
mi casa y no tengo nada que darle... (1).Al exponer esta parábola, dice san Agustín que ese amigo peregrino es el hombre que, tras de haber frecuentado la senda de la iniquidad y haber concedido rienda suelta a sus pasiones en el mundo, sin encontrar: en él otra cosa que vanidad, miseria, vicios y pesadumbres; en su indigencia, se dirige a vosotros para solicitar ayuda, seguro de que habéis recibido gracia para sostener a los débiles, enseñar a los ignorantes y corregir a los delincuentes.
Viene a vosotros como viajero extenuado y rendido, para rogaros que le aliviéis en su necesidad.
Tal es la condición en que se encuentran los que os encarga la Providencia de instruir y educar en la religión. Es Dios mismo quien los encamina hacia vosotros; es Dios también quien os constituye responsables de su salvación, y quien os impone el deber de subvenir a todas sus necesidades espirituales.
Esa debe ser asimismo vuestra constante preocupación.
Los niños que acuden a vosotros, o han crecido faltos de educación, o la han recibido mala o, si alguna buena enseñanza recibieron, las malas compañías o sus perversas costumbres les han impedido aprovecharse de ella. Os los manda Dios para que les infundáis el espíritu del cristianismo y los eduquéis según las máximas del Evangelio.
Por vuestra parte, estáis obligados a instruiros, dice san Agustín, porque sería caso de sonrojarse si os vierais en la precisión de enseñar lo que no sabéis, o de exhortar a la práctica de lo que no cumplís.
Pedid, pues, a Dios aquello de que carezcáis, a fin de que os dé con plenitud cuanto os falte; a saber, espíritu cristiano y profunda religiosidad.
Los que vienen a vosotros lo hacen a media noche para significar, agrega san Agustín, su mucha ignorancia. La necesidad es en ellos apremiante, y vosotros no tenéis con qué remediarla: la fe sencilla en los misterios, sería suficiente para vosotros, pero no os basta para con ellos. ¿Vais a dejarles desamparados y sin instrucción? Acudid a Dios, llamad a su puerta, orad y suplicad con insistencia hasta haceros importunos.
Los tres panes que debéis pedir, según el mismo Padre, simbolizan el conocimiento de las tres divinas Personas; si lo obtenéis de Dios, tendréis con qué nutrir a quienes se encaminan a vosotros, necesitados de enseñanza.
Debéis considerar a los niños cuya instrucción corre a vuestro cuidado como huérfanos pobres y desválidos; pues, si la mayor parte cuentan con padre terreno, es, en realidad, como si no lo tuvieran, pues viven dejados a sí mismos en lo concerniente a la salvación del alma. Ésa es la razón de que los someta Dios, de algún modo, a vuestra tutela.
El los mira piadosamente y cuida de ellos como quien es su protector, su apoyo y su padre; pero se descarga en vosotros de ese cuidado. El bondadoso Dios los pone en vuestras manos, y toma sobre Sí el otorgarles cuanto le pidáis por ellos: la piedad, la modestia, la mesura, la pureza, el alejamiento de las compañías que pudieran serles peligrosas.
Y, como sabe que por vosotros mismos no tenéis ni la necesaria virtud ni poder bastante para comunicar todas estas cosas a los niños de quienes estáis encargados, quiere que frecuentemente se las pidáis para ellos con fervor e insistencia, a fin de que, merced a vuestros desvelos, nada les falte de cuanto necesiten para su salvación.