jueves, 9 de mayo de 2019

GLORIA A CRISTO REY. Homilía



GLORIA A CRISTO REY. Homilía
DOMINGO DE RAMOS 2019
“Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras.” Lc 19, 40
Con estas palabras responde nuestro Señor Jesucristo a la protesta de los fariseos en su entrada triunfal en Jerusalén. Las aclamaciones del pueblo y el homenaje que hacen a nuestro Señor les parece fuera de lugar y exagerado. Le piden a Jesús: “Maestro, reprende a tus discípulos.”
Nuestro Señor Jesucristo nunca buscó la gloria mundana ni la aclamación de las multitudes. Huye ante las aclamaciones y  los intentos de nombrarlo rey. Cuando los enfermos sanados o los mismos demonios, le reconocían como Hijo de Dios, le prohibía hablar y decirlo.
Pero ahora, en su entrada triunfal: ¿Cómo va a mandar callar a sus discípulos si ha llegado su hora en la que ha de ser glorificado? ¿Cómo les va a decir que callen si tienen la obligación de reconocerlo como Rey? ¿Cómo va a reprenderle si es justo y necesario recocerle como el que viene en nombre del Señor?
“Para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y le he glorificado, y de nuevo le glorificaré.” Jn 12, 27
“Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras.” Lc 19, 40
Se cuenta de san Francisco de Asís, que al salir y contemplar las flores del campo hablaba con ellas y les decía: “No habléis tan alto, ya sé que me habláis de Dios”.
Es una verdad fundamental  de nuestra fe que: "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" (Concilio Vaticano I)
Dios ha creado todas las cosas, explica san Buenaventura, no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla.
La creación proclama la gloria de Dios: su misma  existencia es una alabanza y reconocimiento a Dios creador y señor de todas las cosas.
Y a esta alabanza y adoración, ha de unirse el hombre, creado a su imagen y semejanza, pero dotado de libertad. A la misma alabanza de la creación, hemos de unirnos cada uno de nosotros, reconociendo a Jesucristo como nuestro Rey y Señor. Y en esto está el uso de verdadera libertad del hombre, en adherimos a Jesucristo que es la Única Verdad y el único Bien.
El hombre ha de adorar a Dios como Señor de todo cuanto existe; darle culto individual y comunitariamente; invocarlo con expresiones de alabanza, de acción de gracias y de súplica; ofrecerle sacrificios, sobre todo el espiritual de la vida, unido al sacrificio perfecto de Cristo en la cruz y que se renueva sobre el altar en la santa misa.
Por eso, mis queridos hermanos:
“No podemos callar, porque gritarán la piedras.”
La liturgia en este día, nos invita a reconocer  y ensalzar a Nuestro Señor Jesucristo como Rey nuestro: “Gloria, alabanza y honor te sean dados a ti, Rey Cristo Redentor.”
Es necesario que la Iglesia hable, y en ella sus pastores. Es necesario anunciar a Jesucristo al mundo. La voz de la Esposa no debe dejar de aclamar a Nuestro Señor Jesucristo como Rey y único Salvador de los hombres.
El mundo moderno se ha hecho enemigo de Dios y no quiere oír hablar de él. Se quiere silenciar a su iglesia, por medio de la descalificación y la vergüenza. Pero no podemos callarnos, porque gritarán las piedras.
Se ha despreciado a Dios y su realeza. Como una nueva pasión, el hombre moderno rechaza a Cristo y prefiere a Barrabás, imagen del hombre  ciego de soberbia que no se busca más que así mismo en la esclavitud de sus pasiones.
“A ese no, a Barrabás” –vuelve a escucharse de tantos modos en nuestro mundo, incluso en la misma iglesia. Muchos, por respeto humanos, por miedo a ser señalados, por congraciarse con los enemigos, callan, distorsionan, confunden… hablan lenguajes confusos… Pastores que se han convertido en perros mudos, pastores que se han hecho lobos vestidos con piel de cordero. Pero también muchos fieles que se van tras maestros que enseñan doctrinas a la medida de sus pasiones y gustos, buscando lo más fácil y menos exigente.
En nombre de una falsa libertad religiosa, Nuestro Jesucristo ha sido destronado de las sociedades y naciones, se le priva del reconocimiento que deber dársele como Rey y Señor de todas las cosas; se le priva de ser el inspirador de las leyes; se le priva de su poder sobre cada uno de los hombres redimidos y comprados al precio carísimo de su sangre.
Queridos hermanos:
No podemos callarnos, porque entonces gritarán las piedras.
Aclamemos en este día a Cristo Rey. El canto de nuestras voces sea la expresión del  deseo y la voluntad de no tener más rey de nuestra vida que a Jesucristo.
Sometámonos al yugo suavísimo de sus mandamientos y carguemos la cruz junto con nuestro Rey, sabiendo que si morimos con él, viviremos con él, si sufrimos con él reinaremos con él.
No nos callemos: aclamemos al Señor. No tengamos vergüenza de ser señalados, de ser rechazados o incluso perseguidos. Demos valiente testimonio de Jesucristo. Defendamos su realeza, porque con él nos vienen todos los bienes. Reconocida su Soberanía, está asegurada y salvada la de cada hombre.
Pidamos que venga a nosotros su reino, reino de verdad y vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, reino de amor y de paz.  Ven y reina sobre nosotros. Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en nombre del Señor.