GLORIA A
CRISTO REY. Homilía
DOMINGO DE
RAMOS 2019
“Os digo que si éstos callan, gritarán
las piedras.” Lc 19, 40
Con estas palabras responde nuestro
Señor Jesucristo a la protesta de los fariseos en su entrada triunfal en
Jerusalén. Las aclamaciones del pueblo y el homenaje que hacen a nuestro Señor
les parece fuera de lugar y exagerado. Le
piden a Jesús: “Maestro, reprende a tus discípulos.”
Nuestro Señor Jesucristo nunca buscó la
gloria mundana ni la aclamación de las multitudes. Huye ante las aclamaciones y
los intentos de nombrarlo rey. Cuando
los enfermos sanados o los mismos demonios, le reconocían como Hijo de Dios, le
prohibía hablar y decirlo.
Pero ahora, en su entrada triunfal: ¿Cómo
va a mandar callar a sus discípulos si ha llegado su hora en la que ha de ser
glorificado? ¿Cómo les va a decir que callen si tienen la obligación de
reconocerlo como Rey? ¿Cómo va a reprenderle si es justo y necesario recocerle
como el que viene en nombre del Señor?
“Para esto he llegado a esta hora.
Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y le he
glorificado, y de nuevo le glorificaré.” Jn 12, 27
“Os digo que si éstos callan, gritarán
las piedras.” Lc 19, 40
Se cuenta de san Francisco de Asís, que
al salir y contemplar las flores del campo hablaba con ellas y les decía: “No
habléis tan alto, ya sé que me habláis de Dios”.
Es una verdad fundamental de nuestra fe que: "El mundo ha sido
creado para la gloria de Dios" (Concilio Vaticano I)
Dios ha creado todas las cosas,
explica san Buenaventura, no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y
comunicarla.
La creación proclama la gloria de Dios:
su misma existencia es una alabanza y
reconocimiento a Dios creador y señor de todas las cosas.
Y a esta alabanza y adoración,
ha de unirse el hombre, creado a su imagen y semejanza, pero dotado de
libertad. A la misma alabanza de la creación, hemos de unirnos cada uno de
nosotros, reconociendo a Jesucristo como nuestro Rey y Señor. Y en esto está el
uso de verdadera libertad del hombre, en adherimos a Jesucristo que es la Única
Verdad y el único Bien.
El hombre ha de adorar a Dios
como Señor de todo cuanto existe; darle culto individual y comunitariamente;
invocarlo con expresiones de alabanza, de acción de gracias y de súplica;
ofrecerle sacrificios, sobre todo el espiritual de la vida, unido al sacrificio
perfecto de Cristo en la cruz y que se renueva sobre el altar en la santa misa.
Por eso, mis queridos hermanos:
“No podemos callar, porque
gritarán la piedras.”
La liturgia en este día, nos
invita a reconocer y ensalzar a Nuestro
Señor Jesucristo como Rey nuestro: “Gloria, alabanza y honor te sean dados a ti,
Rey Cristo Redentor.”
Es necesario que la Iglesia hable, y en
ella sus pastores. Es necesario anunciar a Jesucristo al mundo. La voz de la
Esposa no debe dejar de aclamar a Nuestro Señor Jesucristo como Rey y único Salvador
de los hombres.
El mundo moderno se ha hecho enemigo de
Dios y no quiere oír hablar de él. Se quiere silenciar a su iglesia, por medio
de la descalificación y la vergüenza. Pero no podemos callarnos, porque
gritarán las piedras.
Se ha despreciado a Dios y su realeza.
Como una nueva pasión, el hombre moderno rechaza a Cristo y prefiere a
Barrabás, imagen del hombre ciego de
soberbia que no se busca más que así mismo en la esclavitud de sus pasiones.
“A ese no, a Barrabás” –vuelve a
escucharse de tantos modos en nuestro mundo, incluso en la misma iglesia.
Muchos, por respeto humanos, por miedo a ser señalados, por congraciarse con
los enemigos, callan, distorsionan, confunden… hablan lenguajes confusos…
Pastores que se han convertido en perros mudos, pastores que se han hecho lobos
vestidos con piel de cordero. Pero también muchos fieles que se van tras
maestros que enseñan doctrinas a la medida de sus pasiones y gustos, buscando
lo más fácil y menos exigente.
En nombre de una falsa libertad
religiosa, Nuestro Jesucristo ha sido destronado de las sociedades y naciones,
se le priva del reconocimiento que deber dársele como Rey y Señor de todas las
cosas; se le priva de ser el inspirador de las leyes; se le priva de su poder
sobre cada uno de los hombres redimidos y comprados al precio carísimo de su
sangre.
Queridos hermanos:
No podemos callarnos, porque entonces
gritarán las piedras.
Aclamemos en este día a Cristo Rey. El
canto de nuestras voces sea la expresión del
deseo y la voluntad de no tener más rey de nuestra vida que a Jesucristo.
Sometámonos al yugo suavísimo de sus
mandamientos y carguemos la cruz junto con nuestro Rey, sabiendo que si morimos
con él, viviremos con él, si sufrimos con él reinaremos con él.
No nos callemos: aclamemos al Señor. No
tengamos vergüenza de ser señalados, de ser rechazados o incluso perseguidos.
Demos valiente testimonio de Jesucristo. Defendamos su realeza, porque con él
nos vienen todos los bienes. Reconocida su Soberanía, está asegurada y salvada
la de cada hombre.
Pidamos que venga a nosotros su reino, reino de verdad y vida, reino de
santidad y de gracia, reino de justicia, reino de amor y de paz. Ven y reina sobre nosotros. Hosanna en las
alturas. Bendito el que viene en nombre del Señor.