domingo, 12 de mayo de 2019

LA FALSA ALEGRÍA Y LA VERDADERA ALEGRÍA. San Juan Bautista de la Salle

Sobre las falsas alegrías del mundo, y la verdadera alegría de los siervos de Dios
 MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PASCUA
 San Juan Bautista de la Salle
Afirma Jesucristo en el evangelio de este día que el mundo se alegrará, mientras los servidores de Dios permanecerán algún tiempo en la tristeza; pero que tal tristeza se cambiará en gozo (1). Estas palabras os dan pie para ponderar la diferencia que existe entre el contento de los mundanos y el de los siervos de Dios.
La alegría del mundo es breve; la de aquellos que sirven a Dios no tendrá fin. Así se deduce de las palabras del santo Evangelio: " El mundano, dice Jesucristo, se alegrará "; mas ¿por cuánto tiempo? A mucho tirar, mientras viva en el mundo; en cuanto deje la tierra, o sea, pasada la vida presente, cesará su gozo, y la tristeza que ha de seguirle será eterna.
En cambio, la felicidad de los servidores de Dios será tal que, como asegura Jesucristo, nadie podrá arrebatársela. Si les sobrevienen motivos de pena y tristeza, será por poco tiempo, y la dicha que ha de seguir a sus pesares no tendrá fin.
¡Ay de aquellos que no piensan sino en vivir a gusto durante la vida, porque su alborozo será bien poco duradero!
La segunda diferencia que se da entre el gozo de los mundanos y el de los siervos de Dios es que, el de los primeros resulta superficial, mientras el de los segundos es solidísimo.
Esta distinción se aprecia en los términos utilizados por Jesucristo: del mundo, dice que se alegrará; en cambio, de los que sirven a Dios afirma que será su corazón el que se bañará en gozo.
Lo cual indica que la felicidad de los primeros es sólo aparente, porque en el mundo todo es ostentación y apariencia; mientras los servidores de Dios viven de asiento en el gozo: es su corazón el que se regocija, y el goce propio del corazón - sostén de la vida humana, por ser lo último que muere en el hombre - es solidísimo, según lo explica Jesucristo.
Su gozo no se ve fácilmente sujeto a alteración, porque se fundamenta en lo que es para ellos soporte de la vida de gracia; a saber, el amor de Dios y la comunicación con Él, por la oración y el uso de los sacramentos. De ahí se sigue que, siendo Dios quien sustenta y alimenta su gozo, éste se halla firmemente establecido, como basado en Dios.
Vuestra alegría es sólida si os regocijáis aun viéndoos oprimidos por los padecimientos y por las penas más amargas. En cambio, si reducís el contento al goce de los placeres sensibles, ¡ah! ; cuán cierto resultará entonces que todo es en él superficial, pues participa de la naturaleza misma de su objeto, que es un bien absolutamente frágil y perecedero!
Hay aún otra diferencia muy notable entre el contento de los mundanos y el de los siervos de Dios: la alegría de aquellos es de todo punto externa; la de éstos, interna, como radicada en el corazón.
De ahí que la menor pena turbe la felicidad de los mundanos y los sumerja en el abatimiento; al paso que el gozo de los siervos de Dios, por residir en lo íntimo de su ser, no puede menoscabarlo cosa alguna exterior; ya que nada procedente de afuera es capaz de adentrarse hasta lo íntimo del corazón, el cual se comunica sólo con lo externo en la medida en que se deja influir por los sentidos.
Y como la dicha de los justos tiene su causa en el amor de Dios, que se asienta en lo profundo de sus corazones, y el objeto de este amor es un bien permanente, inmutable y eterno; síguese que, mientras la caridad mantenga unida su alma a Dios, no pueden ser turbados en la posesión de tan delicioso contentamiento.
¿Procede del interior vuestro gozo? ¿No os entregáis de cuando en cuando a cierta alegría vana y del todo exterior?