Comentario
al Evangelio
XXIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Padres y
madres, jamás debéis dejar que vuestros hijos pierdan el fruto del Bautismo; ¡cuán
ciegos y crueles seríais! La Iglesia acaba de salvarlos mediante el Bautismo, y
¿vosotros, con vuestra negligencia, los restituiríais al demonio? ¡Pobres
hijos!, en qué manos tuvisteis la desgracia de caer! (…)Habréis de convenir
conmigo en que, a medida que vuestros hijos van creciendo, debéis redoblar
vuestras oraciones y cuidados, pues los peligros son mayores y las tentaciones
aumentan. Mas, decidme, ¿es esto lo que hacéis? Desgraciadamente, no. Mientras
vuestros hijos eran pequeños, procurabais hablarles de Dios, y los
acostumbrabais a rezar las oraciones; vigilabais su comportamiento, les
preguntabais si habían ido a confesarse, si habían asistido a la santa Misa;
cuidabais de que acudiesen al catecismo. Mas, en cuanto llegaron a los
dieciocho o veinte años, lejos de mantenerlos en el amor y temor de Dios, de
pintarles la felicidad de los que le sirven en esta vida, el pesar que
sentiremos al morir y vernos perdidos; ¡ay!, esos pobres hijos se os presentan
llenos de vicios, habiendo quebrantado ya mil veces los divinos preceptor sin
conocerlos; su corazón está lleno de las cosas terrenas y vacío de las cosas de
Dios. Y solo le habláis del mundo.
San Juan María Vianney