lunes, 13 de noviembre de 2017

APARICIONES DEL NIÑO JESÚS Y LA VIRGEN EN PONTEVEDRA. 1925




APARICIONES EN PONTEVEDRA

1ª APARICIÓN: EL NIÑO JESÚS
     PONTEVEDRA, 1925
Al caer de la tarde en la estrecha callejuela a la que da el portal del jardín de la casa  colegio de las Madres Doroteas, en la Travesía Isabel II de la ciudad de Pontevedra, la Hermana Lucía, mientras cumplía con el humilde oficio de arrojar un recogedor de basura, se encuentra a un niño con el que mantiene una candorosa conversación.
La Hermana le pregunta si sabe el Avemaría, a lo que el niño respond e afirmativamente.
Lucía, entonces, le pide que la recite para poder oírla ella y como el Niño no se resuelve a decirla sólo la dice con él tres veces.
Habiendo finalizado las tres Avemarías insiste al pequeño para que la repita él sólo, pero él se calló y no pudo decirla.
Continúa la conversación y la Hermana Lucía le pregunta si sabe cuál es la Iglesia de Santa María situada muy cerca de donde discurren los hechos. El niño responde que sí, lo que aprovecha ella para decirle que vaya allí todos los días y que diga así: “oh Madre mía del cielo, dadme a vuestro Niño Jesús”.
Una vez que le enseñó esto, la Religiosa entró en casa.

2ª APARICIÓN: EL NIÑO JESÚS Y LA SANTÍSIMA VIRGEN. PONTEVEDRA, 10 DE DICIEMBRE DE 1925
Era la noche del jueves día 10 de diciembre de 1925, la Hermana Lucía se había retirado a su humilde celda para descansar cuando... “se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas.
Al mismo tiempo dijo el Niño:
-Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.
En seguida, dijo la Santísima Virgen:
- Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado se confiesen, reciban la santa comunión, recen la tercera parte del rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas.”

  APARICIÓN: EL NIÑO JESÚS
PONTEVEDRA, 15 DE FEBRERO DE 1926
“En el día 15 de febrero de 1926, andaba yo muy ocupada con mis oficios y ya no me acordaba de aquello casi nada; y yendo a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, donde algunos meses atrás había encontrado a un niño...
Volviendo yo allí como de costumbre, encontré un niño que me pareció ser el mismo; y le pregunté entonces:
-¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del cielo?
El niño se vuelve hacia mí, y dice:
-¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del cielo te pedía?
Diciendo esto, se transforma en un niño resplandeciente; conociendo entonces que era Jesús, dije:
-Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía.
-Es verdad que la Madre Superiora sola  nada puede, pero con mi gracia lo puede todo; y basta que tu confesor te dé licencia, y que tu Superiora lo diga, para que sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado.
-Pero, mi confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince misterios del rosario.
- Es cierto, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que hagan los cinco Primeros Sábados con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del cielo, a aquellas que hagan los quince tibios e indiferentes”.
-Jesús mío: muchas almas tienen dificultad en confesarse en sábado. ¡Si Vos permitierais que la confesión de ocho días fuese válida...!
- Sí; y hasta puede ser de muchos días más, con tal de que estén en gracia en el primer sábado cuando me recibieren; y que en esa confesión anterior, hayan hecho la intención de desagraviar con ella el Sagrado Corazón de María.
-Jesús mío, ¿y las que se olviden de hacer esa intención?
-Pueden hacerla después en otra confesión, aprove-chando la primera ocasión que tuvieren de confesarse.
En esto desapareció...”