APARICIONES EN
PONTEVEDRA
1ª APARICIÓN: EL
NIÑO JESÚS
PONTEVEDRA, 1925
Al caer de la tarde en la estrecha callejuela
a la que da el portal del jardín de la casa
colegio de las Madres Doroteas, en la Travesía Isabel II de la ciudad de
Pontevedra, la Hermana Lucía, mientras cumplía con el humilde oficio de arrojar
un recogedor de basura, se encuentra a un niño con el que mantiene una
candorosa conversación.
La Hermana le pregunta si sabe el Avemaría, a
lo que el niño respond e afirmativamente.
Lucía, entonces, le pide que la recite para
poder oírla ella y como el Niño no se resuelve a decirla sólo la dice con él
tres veces.
Habiendo finalizado las tres Avemarías insiste
al pequeño para que la repita él sólo, pero él se calló y no pudo decirla.
Continúa la conversación y la Hermana Lucía le
pregunta si sabe cuál es la Iglesia de Santa María situada muy cerca de donde
discurren los hechos. El niño responde que sí, lo que aprovecha ella para
decirle que vaya allí todos los días y que diga así: “oh Madre mía del cielo,
dadme a vuestro Niño Jesús”.
Una vez que le enseñó esto, la Religiosa entró
en casa.
2ª APARICIÓN: EL
NIÑO JESÚS Y LA SANTÍSIMA VIRGEN. PONTEVEDRA, 10 DE DICIEMBRE DE 1925
Era la noche del jueves día 10 de diciembre de
1925, la Hermana Lucía se había retirado a su humilde celda para descansar cuando...
“se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa,
un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al
mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas.
Al mismo tiempo dijo el Niño:
-Ten compasión del Corazón de tu Santísima
Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le
clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.
En seguida, dijo la Santísima Virgen:
- Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de
espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e
ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que
durante cinco meses, en el primer sábado se confiesen, reciban la santa
comunión, recen la tercera parte del rosario y me hagan quince minutos de
compañía, meditando en los quince misterios del rosario, con el fin de
desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las
gracias necesarias para la salvación de sus almas.”
3ª APARICIÓN: EL NIÑO JESÚS
PONTEVEDRA, 15 DE
FEBRERO DE 1926
“En el día 15 de febrero de 1926, andaba yo
muy ocupada con mis oficios y ya no me acordaba de aquello casi nada; y yendo a
arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, donde algunos meses atrás
había encontrado a un niño...
Volviendo yo allí como de costumbre, encontré
un niño que me pareció ser el mismo; y le pregunté entonces:
-¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del
cielo?
El niño se vuelve hacia mí, y dice:
-¿Y tú has propagado por el mundo aquello que
la Madre del cielo te pedía?
Diciendo esto, se transforma en un niño
resplandeciente; conociendo entonces que era Jesús, dije:
-Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor
me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión
se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre
Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía.
-Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo;
y basta que tu confesor te dé licencia, y que tu Superiora lo diga, para que
sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado.
-Pero, mi confesor decía en la carta que esta
devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os
recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince
misterios del rosario.
- Es cierto, hija mía, que muchas almas los
comienzan, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de
recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que
hagan los cinco Primeros Sábados con fervor y con el fin de desagraviar el
Corazón de tu Madre del cielo, a aquellas que hagan los quince tibios e
indiferentes”.
-Jesús mío: muchas almas tienen dificultad en
confesarse en sábado. ¡Si Vos permitierais que la confesión de ocho días fuese
válida...!
- Sí; y hasta puede ser de muchos días más,
con tal de que estén en gracia en el primer sábado cuando me recibieren; y que
en esa confesión anterior, hayan hecho la intención de desagraviar con ella el
Sagrado Corazón de María.
-Jesús mío, ¿y las que se olviden de hacer esa
intención?
-Pueden hacerla después en otra confesión,
aprove-chando la primera ocasión que tuvieren de confesarse.
En esto desapareció...”