sábado, 1 de abril de 2023

2ª Palabra. “HOY ESTARÁS CONMIGO”. Benedicto XVI

2ª Palabra. “HOY ESTARÁS CONMIGO”. Benedicto XVI

MEDITACIÓN

DE LAS SIETE PALABRAS

con textos de Benedicto XVI

 

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, contemplando el misterio de la cruz, adoremos a nuestro Señor Jesucristo Crucificado diciendo con santa Margarita María de Alcoque:  

 

Oración de

Santa Margarita María de Alacoque

 

Humildemente postrada al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.

Jesús, desconocido y despreciado,

R/. Ten piedad de mí.

Jesús, calumniado y perseguido.

Jesús, abandonado de los hombres y tentado.

Jesús, entregado y vendido a vil precio.

Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.

Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.

Jesús, abofeteado y burlado.

Jesús, arrastrado con la soga al cuello.

Jesús, azotado hasta la sangre.

Jesús, pospuesto a Barrabas.

Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.

Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.

Jesús, triste hasta la muerte.

Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.

Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.

Jesús, abrumado de toda clase de dolores.

¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.

 

Segunda Palabra

“HOY ESTARÁS CONMIGO

EN EL PARAÍSO.” (Lc 23, 43)

Benedicto XVI, 15 de febrero de 2012

 

 “La segunda palabra de Jesús en la cruz transmitida por san Lucas es una palabra de esperanza, es la respuesta a la oración de uno de los dos hombres crucificados con él. El buen ladrón, ante Jesús, entra en sí mismo y se arrepiente, se da cuenta de que se encuentra ante el Hijo de Dios, que hace visible el Rostro mismo de Dios, y le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (v. 42). La respuesta del Señor a esta oración va mucho más allá de la petición; en efecto dice: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43).

Jesús es consciente de que entra directamente en la comunión con el Padre y de que abre nuevamente al hombre el camino hacia el paraíso de Dios. Así, a través de esta respuesta da la firme esperanza de que la bondad de Dios puede tocarnos incluso en el último instante de la vida, y la oración sincera, incluso después de una vida equivocada, encuentra los brazos abiertos del Padre bueno que espera el regreso del hijo.

 

21 de noviembre de 2010

 

El Evangelio de san Lucas presenta, como en un gran cuadro, la realeza de Jesús en el momento de la crucifixión. Los jefes del pueblo y los soldados se burlan del «primogénito de toda la creación» (Col 1, 15) y lo ponen a prueba para ver si tiene poder para salvarse de la muerte (cf. Lc 23, 35-37). Sin embargo, precisamente «en la cruz, Jesús se encuentra a la “altura” de Dios, que es Amor. Allí se le puede “reconocer”. (...) Jesús nos da la “vida” porque nos da a Dios. Puede dárnoslo porque él es uno con Dios» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, pp. 403-404. 409). De hecho, mientras que el Señor parece pasar desapercibido entre dos malhechores, uno de ellos, consciente de sus pecados, se abre a la verdad, llega a la fe e implora «al rey de los judíos»: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino» (Lc 23, 42). De quien «existe antes de todas las cosas y en él todas subsisten» (Col 1, 17) el llamado «buen ladrón» recibe inmediatamente el perdón y la alegría de entrar en el reino de los cielos. «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43). Con estas palabras Jesús, desde el trono de la cruz, acoge a todos los hombres con misericordia infinita. San Ambrosio comenta que «es un buen ejemplo de la conversión a la que debemos aspirar: muy pronto al ladrón se le concede el perdón, y la gracia es más abundante que la petición; de hecho, el Señor —dice san Ambrosio— siempre concede más de lo que se le pide (...) La vida consiste en estar con Cristo, porque donde está Cristo allí está el Reino» (Expositio Evangelii secundum Lucam X, 121: ccl 14, 379).

 

PETICIÓN: Señor, venga a nosotros tu reino y no sean en balde los sufrimientos de tu pasión.

 

FRUTO: Rezar y acompañar a los moribundos.

 

CONCLUSIÓN: Concluyamos nuestra meditación con la oración de san Juan de la Cruz, pidiendo al Señor ayuda para llevar la Cruz de cada día:

 

AYÚDAME A LLEVAR MIS CRUCES

Oración de San Juan de la Cruz

Señor, vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado.

¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones, ya que no soy tan generoso como tú en el padecer y ser despreciado!

A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente, resignado y gozoso, a ti me encomiendo para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas.

Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo…, me abato…, y caigo. Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces, con la mirada siempre vuelta al cielo. Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso.

Para concluir cada día:

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.