jueves, 13 de abril de 2023

13 de abril. San Hermenegildo, mártir

13 de abril

San Hermenegildo, mártir

 

Del Libro de los Diálogos de San Gregorio, Papa.

Libro 3, capítulo 31.

Hermenegildo, hijo de Leovigildo, rey de los visigodos, se convirtió de la herejía arriana a la fe católica por la predicación del obispo de Sevilla, San Leandro, con el cual me une una antigua y estrecha amistad. Su padre, que había permanecido arriano, procuró que abrazara de nuevo la herejía, valiéndose, ya de premios, ya de amenazas. Y como él respondiese que habiendo conocido la verdadera fe quería perseverar en ella, airado su padre, le desposeyó de sus derechos a la corona, y le despojó de todos sus bienes. Y como ni así le hizo cambiar de propósito, le encerró en una estrecha prisión y le sujetó con una cadena el cuello y las manos. Entonces empezó el joven rey Hermenegildo a despreciar el reino terreno, y a desear con vehemencia el celestial. Postrado en el suelo, y atormentado por un cilicio, pedía al Dios omnipotente que le confortara, despreciando la gloria mundana con grandeza de alma, pues en la cárcel había conocido la nada de todo aquello de que le habían privado.

Llegada la festividad pascual, su pérfido padre le envió en medio del silencio de la noche a un obispo arriano, para que de su mano recibiera la comunión consagrada sacrílegamente, y así volviera a la gracia de su padre. Mas Hermenegildo, entregado ya a Dios, apenas se le acercó el obispo arriano, le reprendió como debía, rechazando con valor su perfidia, pues si bien estaba preso exteriormente, con todo permanecía seguro y conservaba toda la elevación de su alma. Después que el obispo hubo vuelto donde Leovigildo, enfurecido este rey arriano, envió unos soldados a dar muerte al valerosísimo confesor de Cristo en su prisión; lo cual así fue ejecutado. En efecto, entrando allí los soldados, le partieron la cabeza de un hachazo; pero al quitarle la vida del cuerpo consiguieron quitarle sólo lo que el héroe santo había despreciado. A fin de demostrar la gloria de que gozaba, no faltaron prodigios sobrenaturales, ya que en el mismo silencio de la noche empezaron a oírse cantos junto al cuerpo de aquel mártir, tanto más verdadero Rey por verdadero Mártir.

Algunos afirman que en la oscuridad de la noche aparecían allí lámparas encendidas. Su cuerpo comenzó a ser venerado merecidamente por todos los fieles como el de un Mártir. Mas el padre pérfido y parricida, movido a penitencia, se arrepintió del crimen contra su hijo, pero no hasta el punto de merecer el perdón. Pues conoció que la fe católica era la verdadera, pero le detuvo el temor que le inspiraba su pueblo y no se convirtió. Acometido por una gravísima enfermedad que le condujo a la muerte, recomendó al obispo Leandro, a quien antes había contristado mucho, su hijo Recaredo, que dejaba en el arrianismo, a fin de que con sus exhortaciones repitiera con él lo que había hecho con su hermano. Hecha esta recomendación, expiró. Tras la muerte de Leovigildo, el rey Recaredo, siguiendo el ejemplo, no de su pérfido padre, sino de su hermano mártir, se convirtió de la herejía arriana, condujo a la verdadera fe a toda la nación de los visigodos, y no quiso recibir bajo sus estandartes, en todo su reino, a nadie que no temiera constituirse en enemigo de Dios al permanecer en la herejía. No es de admirar se convirtiera en predicador de la verdadera fe el hermano de un Mártir; los méritos de éste debían ayudarle a conducir a muchas almas al seno de la Iglesia del Dios omnipotente.

 

Oremos.

Oh Dios, que enseñaste al bienaventurado Mártir Hermenegildo a preferir el reino celestial al terreno: te suplicamos nos concedas que por su ejemplo despreciemos lo perecedero y procuremos lo eterno.

Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.