18 de
septiembre
Miércoles de
Témporas. Conmemoración de san José de Cupertino
Coincide este segundo día del triduo,
con la celebración de las témporas; que la iglesia por cuatro veces en el año
nos hace vivir en espíritu de penitencia y mortificación para dar gracias a
Dios y pedir su bendición sobre nuestras vidas.
En el evangelio hemos escuchado el
milagro que Jesús realiza. Se le acerca un hombre con su hijo que esta poseído
del diablo y pide a Jesús que lo libre del maligno.
Ante la petición del padre, Jesús
realiza el milagro: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no
vuelvas a entrar en él». Y el joven queda restablecido.
Pero la petición del padre del niño no
es una oración del todo confiada, no cree firmemente en Jesús y su poder sobre
el demonio. Su petición es condicionada:
“Si algo puedes, ten compasión de nosotros
y ayúdanos.”
1.- La fe nos lleva a creer y confiar
plenamente en Jesús. Pero no siempre lo vivimos así. Inseguros de nosotros
mismos y con el deseo constante de buscar seguridades que nos libren de
nuestros miedos, nos cuesta confiar en Dios.
Nuestra oración muchas veces está
falta de confianza.
Pedimos, pero dudamos, no creemos
firmemente en que Dios puede actuar en nuestro favor.
Jesús reprende al padre del muchacho:
Dices, ¿si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho
se puso a gritar la oración que broto de su corazón angustiado: «Creo, pero
ayuda mi falta de fe».
Tantas veces nosotros tenemos que
pedirle al Señor que nos ayude en medio de nuestra fe flaca, pobre y débil.
Como este hombre y como los mismos apóstoles hemos de pedir al Señor que
aumente nuestra fe, para creer más y mejor, para creer con mayor confianza,
para vivir en el santo abandono en las manos del Dios que nos ama.
Como el mismo Padre Pío también
nosotros hemos de decir: “Dame y consérvame aquella fe viva que me haga crecer
y actuar por solo tu amor. Y éste es el primer don que te ofrezco; (…) postrado
a tus pies, te confieso sin ningún respeto humano, delante del mundo entero,
por nuestro verdadero y único Dios.
2.- El segundo punto en el que
quisiera fijarme en esta tarde es la actuación del maligno, del demonio.
A los católico de hoy nos da cierto
miedo y reparo hablar del demonio, como de otros temas como son el juicio de
Dios o el infierno.
Pero hemos de aceptar la fe y todo lo
que ella conlleva no según nuestros gustos o preferencias, sino como nos es
revelada.
Forma parte de la revelación, la
existencia del demonio y su poder sobre las almas.
Sabemos que Satanás, ángel bueno
creado por Dios se rebeló contra él en desobediencia y junto con él una
multitud de ángeles. Apartados por tanto de la bienaventuranza del cielo, los
ángeles como exigencia de la libertad que Dios le había concedido estarán en el
infierno para toda la eternidad.
Dentro del misterio de estas verdades,
conocemos que Satanás y sus demonios buscan separar al hombre de Dios, buscando
su condenación y por ello tienen cierto poder sobre las almas.
La posesión diabólica es un hecho ante
el cual la ciencia se queda muda y solamente a través de la oración y de la
gracia se puede librar a un alma del dominio del maligno.
En el evangelio encontramos el caso de
este muchacho, pero hay otros muchos.
Hoy, más que nunca, se están dando
muchísimos casos de posesiones diabólicas, porque la gente vive en pecado
mortal, sin oración y sin la gracia de los sacramentos… muchas prácticas y
formas de vida del mundo moderno hacen que el demonio acampe a sus anchas…
Tenemos que saber que siempre que un
alma se encuentra en pecado mortal, está bajo el dominio de satanás. Así de
fuerte, pero así de cierto. Por eso, siempre la Iglesia nos dice que hemos de
vivir en gracia de Dios, y esto es la mejor protección contra el maligno.
Fijaos que el Señor en el Padrenuestro
nos enseñó a pedir: Líbranos del Maligno.
Padre Pío tuvo que sufrir muchos ataques
del demonio, que mismo físicamente se aparecía y le golpeaba. Su lucha no fue
solamente espiritual sino también física. Los ruidos, aullidos y voces eran
escuchadas por el resto de los frailes del convento. Las heridas, golpes y
arañazos quedaban como marcas de ese combate.
Hay muchos testimonios, leo
simplemente este dirigido en una carta a su director espiritual:
“Barba Azul no quiere ser derrotado. Él ha venido a mí casi
asumiendo todas las formas. Desde varios
días acá, me viene a visitar, junto con
otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras. Lo que es
peor; es que ellos, vienen con sus semblantes. Tal vez cuántas veces, me ha
sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación. ¡Pero paciencia! Jesús,
la Mamá, el angelito, San José y el
padre San Francisco siempre están conmigo."
Los demonios temían al padre Pío y en
muchos exorcismos que el Padre practicó decía cosas como: Padre Pío nos das más
molestias tú que san Miguel". Y también: "Padre Pío, no nos arranques
las almas y "no te
molestaremos."
¿Qué nos enseña Padre Pío para luchar
contra el maligno?
Escuchemos su consejo:
El campo de batalla entre Dios y
Satanás es el alma humana. En ella se desarrolla en todos los momentos de la
vida. Es necesario que el alma deje acceso libre al Señor y que sea fortalecida
por él en todas partes con toda clase de armas; que sea iluminada por su luz
para combatir las tinieblas del error; que sea revestida de Jesucristo, de su
verdad y justicia, del escudo de la fe, de la palabra de Dios, para vencer a
enemigos tan poderosos. Para ser revestidos de Jesucristo es necesario morir a
sí mismos.